Un Mauricio Macri lanzado a la campaña presidencial simbolizó, con su último discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso, las contradicciones de la gestión en materia económica. Lo más relevante en un discurso con un único anuncio de peso, la suba de la AUH, fue la admisión de algunos fracasos puntuales que se habían puesto como objetivos: el combate a la pobreza y la baja en la inflación. “Pobreza cero es un horizonte”, dijo y agregó que el flagelo "ha vuelto a niveles de antes, lamentablemente”.
Fue notorio, en este contexto, que le pesó al Presidente la afectación al bolsillo que impactó, sobre todo, en los sectores medios y bajos. Dejó un fallido simbólico: al referirse a los logros en materia energética, remitió a la “radiación social” cuando intentaba hablar de “radiación solar”.
El Gobierno parece comprender que la recesión puede afectarlo no solo en votos, sino en materia de paz social.
Para todo el Gobierno es una carga el efecto demoledor en el bolsillo de las inconsistencias de la política económica. Tanto, que días atrás, cuando la Jefatura de Gabinete redactaba la épica anti herencia K, se decidió charlar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para ejecutar la cláusula 0.2 del acuerdo con el organismo, que precisamente permite reasignar partidas y gastos en casos de profundización de la crisis social. El escenario es tan serio que el Estado se dispuso a liberar, en el año del ajuste, $15.000 millones para que los cuatro millones de beneficiarios de la AUH cobren, en una sola vez, todo el aumento pautado para 2019.
El dato político no es menor: el Gobierno ha dejado en claro, en público o en privado, que el déficit fiscal cero es innegociable. Por esto, llegó a darles la espalda a pedidos desesperados de industrias en crisis, que clamaban por puntos de reducción de impuestos. Pero la situación social, tensa, es algo más complejo y el Ejecutivo parece comprender que la recesión puede afectarlo no solo en votos, sino en materia de paz social.
La mano de Marcos Peña se observó en el moldeo de la idea general sobre la economía, un fresco en el que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, estuvo ausente. “No se es pobre sólo por lo que se gana a fin de mes”, aseveró el mandatario, mientras contaba casos de ciudadanos que, por carta, le contaron que tienen agua potable o han logrado viajar en avión.
Hubo apelaciones a Venezuela, a que “hemos salido del pantano” y a que “estamos mejor parados que en 2015”. También, a más de tres años de su asunción, a la normalización de las estadísticas del INDEC (“ahora sabemos lo que medimos, no lo ocultamos”). Argumentos, algunos, que contrastaron con el inicio mismo que eligió Macri: “Les dije, el año pasado, que lo peor ya había pasado, y tienen razón” (en los cuestionamientos). Además de su ya clásica descripción personal sobre los momentos vividos en el país: “Yo estoy peor que hace unos años”.
El que brindó en el Congreso en 2018 había sido un texto, un discurso, de espaldas a la realidad económica. La versión 2019, en otro escenario y año electoral, sonó a retórica de campaña y a avisar que, a diferencia de lo que piensa y dice, la preocupación del impacto social de la crisis gobernará sus ansiedades de acá a octubre.