De líberos, outsiders y sandalias

“Es fundamental cuidar el cerebro, el capital mental, no solo con la alimentación y vivienda, sino sacando de la pobreza a la gente”, afirma Facundo Manes ante una audiencia diversa en la ciudad de San Juan. “El Estado no es la cura sino la enfermedad, al estar presente, es lo mismo que un pedófilo en un jardín de infantes”, dispara Javier Milei en el marco de una conferencia en Rosario. Es visible que un océano separa a uno del otro. De arranque, el tono del mensaje. Y, por qué no, el contenido. El discurso de Manes le asigna un rol al Estado que, para Milei, es la madre de todos los males en la Tierra. Sin embargo, dejando ello de lado, ambos tienen dos grandes afinidades. En primer término, un apellido de cinco letras muy fácil de memorizar que comienza con M, tal como Macri, Massa y Menem. En segundo lugar, los dos consiguen atraer el interés espontáneo de una audiencia virtual o física, inclusive teatral, que pocos líderes políticos o sociales poseen hoy en Argentina.  

 

Los conductores de los dos grandes espacios en pugna, Mauricio Macri y Cristina Kirchner, compiten por el mayor nivel de imagen muy negativa

Ahora bien, cabe preguntarse si ambos líberos podrían devenir en outsiders durante este año electoral, donde los conductores de los dos grandes espacios en pugna, Cambiemos y Unidad Ciudadana, compiten por el mayor nivel de imagen muy negativa, 46% y 50% para Mauricio Macri y Cristina Kirchner, de acuerdo a flamante encuesta de Opinaia.

 

En ese aspecto, se trata de indagar acerca de la posibilidad de que emerja una nueva ola de incorporación de líberos a la primera línea de la política, que no hay por qué referenciarla exclusivamente en Bolsonaro, Macron o Trump, sino también en las dos olas locales de ingreso de celebrities que ya tuvo la política argentina. La primera, estimulada por el ex presidente Menem durante los años 90 a través de la entrada de Palito Ortega, Reutemann y Scioli. La más reciente, con la primera postulación fallida a la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires del entonces presidente de Boca Juniors Mauricio Macri, en 2003. El resto es historia bien conocida.

 


 

 

En tal aspecto, nada parece indicar que la simple condición de outsider sea determinante a la hora de evaluar las chances actuales de una figura política. Y no porque ello no sea apreciado por la opinión pública, sino simplemente porque ese casillero hoy está parcialmente lleno, es una corriente que no es novedosa en Argentina. Inclusive, hasta se dio varios años antes que en otros países, al punto de que hay un 27% del electorado que identifica a Macri como un outsider que forma parte de “la nueva política”, según datos recientes de una encuesta de Taquion que lo ubica, en ese rubro, muy por delante de todas las figuras del peronismo. Por ello, el problema para cualquier referente tentado por el simple posicionamiento de outsider, es que en Argentina esa novedad dejó de ser primicia hace tiempo. En el extremo, puede no restarle, pero seguramente esa condición tampoco explicará una eventual entrada triunfal al tablero político.

 

No sorprende el ruido que provocó no un outsider sino, por el contrario, un político veterano como Roberto Lavagna.

En esa línea, no sorprende el ruido que provocó no un outsider sino, por el contrario, un político veterano como Roberto Lavagna, que, más que responder a las últimas tendencias de la moda en París y New York, parece sintonizar mejor con la expectativa generada por el personaje de Cartoon Network Samurai Jack. “Nuestra esperanza es un hombre del pasado”.

 

Precisamente, habiendo casi un 40% del electorado que piensa que el país empeorará de acá a un año, según datos de la Universidad de San Andrés, resulta sugestivo que encarne una ilusión alguien que transita el final de su carrera política. No importa el nombre en particular. Podría ser otro veterano tipo Rodolfo D’Onofrio que también logre satisfacer la búsqueda de alguien sólido o confiable, en lugar de nuevo o viejo. También el deseo de un liderazgo político que se asemeje más a un monumento con paredes gruesas y materiales durables como el mármol que a una construcción rápida, con materiales livianos y duración incierta.

 

Tal análisis puede ser una posible pista de lo que viene, una llave que desanude un tablero dominado por dos fuerzas políticas de enemigos mutuamente escogidos, Asís dixit, que, de acuerdo a datos de Gustavo Córdoba, dominan un 34% de ese total versus un 45% que ya les picó el boleto a ambos. Si el armado político de ese espacio es liderado por un líbero, un outsider, un insider o un híbrido, solo puede saberlo Nostradamus. Pero, si hay una demanda de tanta solidez y durabilidad como la demostrada por el Palacio San Martín, el San José o el Ferreyra, el éxito eventual de ese proyecto dependerá tanto de la definición del liderazgo como de la capacidad del espacio de presentar al electorado, una foto que exhiba un gran volumen político-técnico. Es decir, lo que no tenía ni la pequeña banda de caza fortunas proveniente de Santa Cruz devenida “el kirchnerismo”, ni la tribu de amigos del Colegio Cardenal Newman apasionada por los negocios financieros y energéticos evolucionada en “el macrismo”.

 

De Río Negro a Bariloche, el cerro Chapelco en la mira de los Trappa
Más allá de la interna CFK vs. Axel Kicillof, el peronismo se rompe desde las provincias

También te puede interesar