Los analistas del mercado laboral y los economistas se sorprendían por el hecho de que, hasta ahora, la crisis cambiaria de abril-octubre de 2018 y la recesión que se desató a partir de eso no parecían impactar demasiado sobre esa área sensible en lo social y en lo político-electoral. Sin embargo, todo cambió con los datos de empleo registrado (en blanco) difundidos el miércoles por el Ministerio de Producción y Trabajo, que encendieron las luces de alarma. Los números, correspondientes a noviembre último, coinciden con lo que luce, por ahora, como el mes piso de la recesión, algo que quedó en evidencia con la impactante retracción del 7,5% interanual registrada en el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE). Sin embargo, los problemas parecen haber llegado para quedarse, dadas las características del modelo económico que intenta imponer el gobierno de Mauricio Macri.
Los datos duros indicaron una pérdida de 172.200 empleos en blanco entre noviembre de 2017 y el mismo mes de 2018, con una pérdida de 24.700 puestos solo en este último mes.
De ese total, 117.700 empleos se perdieron en el sector privado, con la industria como la mayor víctima (-61.800), seguida por el comercio (-30.800) y por la construcción (-18.800).
Entonces, ¿pesa la coyuntura o la tendencia? Según le dijo a Letra P el economista del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) de la UBA Javier Lindenboim, “son las dos cosas. El impacto de las razones estructurales sobre el mercado de trabajo se viene evidenciando desde hace tiempo. Varios hemos dicho que en el segundo período de la doctora (Cristina) Kirchner esto no se notaba tanto porque se compensaba en buena medida con el dinamismo del empleo estatal. Ahora, como eso prácticamente desapareció como factor dinamizador de la demanda laboral, se nota más”.
Ariel Liutier, coordinador del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala, coincidió en el trazo grueso, pero, según le dijo a este medio, “el menor dinamismo de la creación de puestos de trabajo registrados, incluso en el año bueno del macrismo, que fue 2017, se notó ya no con respecto al período 2003-2011 sino con respecto a 2012-2015, cuando el mercado ya tenía problemas mucho mayores”.
Para Liutier, “se mezclan efectos de tipo estructural, o intrínsecos al modelo, y otros vinculados a la coyuntura económica, de caída fortísima de la actividad como estamos viendo”.
El especialista identificó entre los que denomina “intrínsecos al funcionamiento del mercado de trabajo bajo este patrón macroeconómico (…) una pérdida de puestos de trabajo industriales que se compensa con una creación en servicios, construcción y comercio, lo que implica pasar de empleos de salarios altos a otros de salarios bajos”.
“En segundo lugar –dijo- hay un menor dinamismo de la creación de puestos de trabajo registrados incluso en el año bueno que fue 2017. Y, en tercer término, está lo que llamo la ‘precarización por goteo’, que implica la emergencia de modalidades de inserción laboral precarias, es decir puestos de trabajo no registrado y, lo más importante, cuentapropismo y monotributo”.
Liutier explicó que “el hecho de que el empleo que más se crea sea precario y por cuenta propia es un dato no menor, porque el empleo en negro tiene un montón de problemas pero una sola ventaja: que a fin de mes hay un empleador que garantiza un ingreso, lo que no se da en el cuentapropismo”.
Más allá de los rasgos del modelo, se suma una coyuntura económica helada. “Venimos acumulando retracción económica y tarde o temprano eso tenía que reflejarse en los niveles de empleo”, señaló Lindenboim.
El hombre de la Fundación Germán Abdala indicó, por su parte, que “todo lo que funcionaba en 2017 dejó de hacerlo porque se está cayendo la actividad: el comercio deja de crear empleos y de compensar los que se destruyen en la industria, lo mismo que la construcción, etcétera”.
“Al comienzo de la caída continua de la actividad económica de los últimos seis meses casi no había movimientos del empleo a la baja. Eso evidenciaba un deterioro de la productividad media del aparato productivo, lo que es impensable que se pueda sostenerse por demasiado tiempo. Esto agrava la mirada en perspectiva. Si no se encuentra un piso rápidamente a este descenso tan brusco producido desde abril-mayo, la situación laboral y social va a registrar niveles de agudización que hace rato no veíamos”, anticipó Lindenboim.
“Es altamente probable que esta caída brusca del empleo registrado haga que el próximo dato de la Encuesta Permanente de Hogares lleve a un aumento del desempleo. Venimos oscilando en torno a un desempleo del 9% que, por todo lo dicho, se podría agudizar”, añadió.
Liutier coincidió con Lindenboim en que “hay que ver ahora los datos del cuarto trimestre de 2018, que probablemente sean muy negativos”.
Si, coyuntura nefasta aparte, la cuestión pasa por el modelo económico, ¿hay posibilidades de que el desempleo base de la economía suba un escalón grande, como ocurrió en los años de Carlos Menem, cuando pasó del 6 al 12% en 1994, para después oscilar entre esa cifra y el 18% antes del estallido de 2001?
“Hay que ver ahora los datos del cuarto trimestre de 2018, que probablemente sean muy negativos”, dijo Ariel Liutier.
El modelo macrista, tendiente a la apertura comercial, registra algunas similitudes con aquel, pero no conviene exagerar. La apertura de los años 90 fue mucho más radical y el proceso privatizador también contribuyó mucho al fenómeno.
“Es posible que vayamos a un desempleo mayor por las características del modelo, aunque eso habría que verlo con más detalle. En los años 90, la apertura económica fue un factor muy fuerte en el deterioro del aparato productivo. No creo que ese sea hoy el problema y mucho menos con la brutal depreciación del peso de los últimos meses”, respondió Lindenboim ante la consulta. Sin embargo, aclaró que “sí se está poniendo en cuestión la capacidad de nuestro aparato productivo de satisfacer la demanda de bienes y servicios que hemos llegado a tener de adaptarse en términos de comercio internacional. Si bien hay similitudes con esa etapa, que se pueden ver en términos de estrategia de la política económica, creo que también hay diferencias significativas”.
Ariel Liutier coincidió. “Estamos lejos todavía de un escenario como el de los años 90. Primero porque el proceso actual es mucho más lento y se va dando por goteo. Además, porque hasta ahora el sector informal va absorbiendo a esa gente que es desplazada o que no puede incorporarse al mercado de trabajo”.
Aun sin llegar a aquellos extremos recordados, la película promete más noticias preocupantes en breve.