

En estos días el trabajo, y mejor dicho los y las trabajadoras, venimos siendo un tanto castigadas/os. Tal vez, mejor que castigados/as, venimos siendo llamados/as a reubicarnos en el lugar que los empleadores sueñan, anhelan y desean con tanta pasión para nosotros/as: el lugar de subordinación y sumisión ante las relaciones laborales. Este castigo no viene dado sólo, por ejemplo, por la falta de paritarias y los míseros aumentos que nos proponen (por ejemplo a los y las docentes universitarias: 15 % en cuatro cuotas, comenzando con el 2% en abril).
Vociferan muchos empresarios que, al parecer, el costo laboral es muy alto en la Argentina y quisieran ser más competitivos en este punto, algo que, según la misma receta (o similar) que se pretende aplicar al menos desde hace décadas, para lograr la competitividad de la industria y los servicios se requiere, como punto principal, disminuir el costo laboral. Sería bueno conocer si estos empresarios estarían dispuestos, en este “esfuerzo” colectivo que nos proponen, a disminuir sus tasas de rentabilidad para lograr la tan ansiada competitividad.
En fin, la cuestión es que disminuir el costo laboral general se logra de muchas formas, pero todas, por supuesto, atacan y anulan derechos laborales.
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Hoy tenemos “listas” que circulan por Whatsapp en las que encontramos cientos de nombres y apellidos de personas despedidas o cesanteadas y testimonios que indican que las listas de despedidos “llegan a cuentagotas”, que habría nuevas listas ya preparadas para ir “publicando” en los próximos meses y que imponen una temporalidad angustiosa de espera latente de malísimas noticias que llegan por las redes o por algún mail que nada explica de las razones del despido. Del otro lado del teléfono, cientos de personas buscan su nombre y respiran profundo al no encontrarse y derraman lágrimas por haber respirado profundo al mismo tiempo que leían el nombre de su compañero/a de oficina de toda la vida. Lágrimas y maldiciones al ni siquiera sentir el amparo de parte de las estructuras sindicales que debieran haber impedido ese despido o defenderlos ante el hecho consumado. La historia de las listas no ha terminado y, si bien es incomparable con las consecuencias fatales de aquellas listas de trabajadores y trabajadoras de los 70 (hoy desaparecidos/as, asesinados/as, ex presos/as, exiliados/as), estas listas de hoy, al igual que aquellas, instalan el miedo, la incertidumbre y la inseguridad y lamentablemente acrecientan la preocupación “individual” por un destino aparentemente individual que en realidad es colectivo, pero se ha logrado disfrazar de individuo.
Revisando algunos datos de los últimos dos años nos encontramos con algunas de las formas sobresalientes en este ataque al trabajo que, paradójicamente, se construye desde el discurso oficial como a favor del trabajo, la creación del empleo y la promoción de relaciones armónicas consensuadas entre empleadores y empleados. Tres aspectos sobre los cuales reflexionar en la suerte que ha corrido el trabajo en estos años de gobierno de la Alianza Cambiemos: cantidad, calidad y salario.
Tomando algunos datos de los últimos informes de CIFRA elaborados a partir de relevamientos estatales como la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el nivel de empleo ha decrecido en nuestro país. Entre 2015 y 2016 se destruyeron aproximadamente 220 mil empleos, lo que no se revirtió en 2017 con creación de puestos de trabajo. Para los grandes aglomerados urbanos que mide la EPH, la desocupación y la subocupación han crecido al menos dos puntos en 2016 y 1017, lo que significa que en esos aglomerados alrededor de 1,1 millón de personas se encuentran desocupadas y 1,3 millón, subocupadas. En los últimos meses, según un informe de CEPA, las pérdidas de empleo se registran en organismos descentralizados de la administración como Conicet, SENASA, Lotería Nacional, ANSES y hospitales públicos, entre otros. Dentro del empleo privado, el sector industrial encabeza la disminución del empleo.
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La calidad del trabajo también ha empeorado. Dentro de las ocupaciones registradas ha crecido la modalidad de trabajadores independientes (autónomos, monotributistas y monotributistas sociales). Por otro lado, disminuyeron los trabajadores en relación de dependencia, y a su vez dentro de este grupo se achicó el peso de empleados del sector privado como consecuencia de la nula generación de empleo en ese sector. Asimismo, se incrementó el grupo de asalariados no registrados y el grupo de no asalariados (fundamentalmente cuentapropistas). El decir, disminuyeron las modalidades de ocupación más estables, con mayores ingresos y condiciones de trabajo. Aumentaron su peso relativo las peores modalidades de ocupación, que tienen ingresos promedios sensiblemente inferiores).
La capacidad adquisitiva del salario disminuyó desde 2016 debido a la inflación derivada de la devaluación de la moneda y el aumento de las tarifas de servicios públicos. En 2016, el poder adquisitivo de los salarios había sufrido una pérdida del 6% en promedio para los asalariados registrados del sector privado. Si bien en 2017 se recompuso ese poder adquisitivo en un 2%, no se retornó aún a los valores de 2015. Actualmente, la situación de paritarias junto con un nuevo aumento de las tarifas de los servicios públicos avizoran un nuevo retroceso en el poder adquisitivo de los salarios. Un reciente informe de CIFRA corrobora el crecimiento del impacto del pago de servicios de luz y gas (sin contar agua y otros servicios e impuestos) sobre salarios promedio de un gran sector de asalariados registrados y no registrados (en base a datos de la SIPA-MTEYSS y EPH-INDEC). Para los trabajadores registrados del sector privado, el pago de ambos servicios pasó de representar 1,4% en 2015 a 7,4% en 2018. Para los ingresos laborales del conjunto de los ocupados en el período, pasó de un 2,7% al 14,5%.
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En cuanto al poder adquisitivo, en el conurbano bonaerense, estudios de varias universidades nacionales vienen alertando desde 2016 acerca de los problemas crecientes de nutrición de gran parte de la población a partir de la elevación del costo de la canasta básica en esas localidades y un consecuente empeoramiento de la calidad de la alimentación. Por otro lado, el análisis general de la cantidad, calidad y salarios carece de una mirada de género: dentro de ese conjunto, las mujeres se encuentran sobre-representadas en las modalidades de ocupación más precarias, con salarios aún inferiores a los de los varones precarizados, en gran parte realizando doble jornada por las tareas de reproducción y con menores posibilidades de sindicalización.
A pesar de las malas perspectivas nacionales y regionales, en un momento de avanzada de las formas más precarizadoras del trabajo a nivel global y serias dificultades de organización colectiva, es bueno recordar en este día de los y las trabajadoras que el poder no es propiedad privada de quienes momentáneamente lo detentan. Dulkancellín, uno de los personajes entrañables de la entrañable y extrañada Liliana Bodoc, nos diría hoy: "El Tiempo que conocimos y amamos se ha ido sin remedio. No estamos aquí para llorarlo, sino para pelear por el que vendrá".. Sus palabras, muy lejanas, son una llamada épica y revolucionaria, ya que el tiempo del que nos habla Dulkancellín es aquel en que las relaciones capitalistas aún no habían permeado el conjunto de las relaciones sociales de producción.