Cuando haya partido el presidente chino Xi Jinping de Buenos Aires, Mauricio Macri volverá abruptamente a transitar una agenda local signada por los mismos obstáculos económicos que marcaron a su administración desde principios de año, mucho antes de la edición porteña del G20. El escenario político volverá a contrastar con la imagen internacional que más ansía el Presidente, pero en su entorno reconocen que la híper exposición de la cumbre global le dio el respiro suficiente para afrontar un diciembre que, tanto la ministra de Salud y Desarrollo Social, Carolina Stanley, como su par de Trabajo y Producción, Dante Sica, pronostican como un cúmulo de conflictos y reclamos vinculados al impacto de la crisis.
"Fue como resumir en nuestro país todo el trabajo en el exterior que hemos hecho en estos tres años, pero con todos los protagonistas en Buenos Aires, con todo el roce que eso implica", le dijo a Letra P uno de los funcionarios que condujo la organización del evento y que prácticamente no pisó el Centro Internacional de Prensa de la cumbre, ubicado en Parque Norte. Estuvo en la sede central, en Costa Salguero, un lugar casi litúrgico para el PRO y Cambiemos: se trata del mismo predio donde habitualmente instalan los búnkers de campaña para las jornadas de escrutinio y donde Macri contrajo su tercer matrimonio hace ocho años. Allí también festejaron la victoria en el balotaje de noviembre de 2015.
Desde ese lugar ribereño, la cumbre del G20 cerró aún más las filas en el entorno de Macri. Excitados por la pompa del protocolo y la histórica presencia de 20 jefes de Estado en Buenos Aires, los funcionarios más cercanos al Presidente quedaron embriagados ante el desfile de figuras internacionales con un cierre que resultó un poco mejor que las pocas expectativas previas que había. Poco después del mediodía del sábado, los negociadores del documento de cierre estaban exultantes ante la versión final que habían consensuado, aunque la pieza no aporta definiciones concretas ni soluciones ante la crisis global y confirma las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en un decálogo de 30 puntos.
Para el Gobierno, el saldo político va más allá de la formalidad del texto de la cumbre. Macri tuvo 17 reuniones bilaterales antes y después de la reunión de mandatarios y entregó una llave que supo utilizar en medio de la crisis, porque el rol de país anfitrión del encuentro le permitió mantener un contacto muy fluido con las potencias que forman parte del directorio del FMl, cuya directora gerente, Christine Lagarde, también participó del encuentro.
El desayuno de trabajo que compartieron Macri y su par norteamericano, Donald Trump, en la Casa Rosada fue el arranque caliente de la cumbre aun antes de su apertura. Es la segunda visita de un presidente de los Estados Unidos en tres años y posiblemente la primera vez que dos mandatarios de distinto signo político pasan por Buenos Aires en tan poco tiempo. Algunos funcionarios que están en "la diaria" y no participaron del encuentro esperan que el entorno presidencial no vuelva a embriagarse como en aquella oportunidad, en marzo de 2016. Sin embargo, admiten que la decisión de Trump de sostener a Macri en momentos difíciles ha sido clave, aun cuando el republicano impone una política proteccionista que puso en crisis al liberalismo comercial que agita el líder del PRO desde sus orígenes.
Durante su breve paso por la Rosada, Trump reafirmó su apoyo, pero le anticipó a Macri una parte de su "abrazo de oso" en medio de la guerra comercial que mantiene con China. Después del encuentro, su vocera, Sarah Sanders, dijo que habían hablado sobre "Venezuela y (sobre cómo) enfrentar la actividad económica depredadora de China", algo que luego Macri desmintió en la conferencia de prensa de cierre del evento. Cerca del presidente interpretaron el mensaje como una parte previsible del discurso del republicano, en el marco de los últimos puntos de negociación entre Washington y Pekín, que concluyó en una tregua por 90 días, pactada el sábado por la noche entre Trump y Xi Jinping.
Luego de esa impactante foto, tomada en uno de los salones del Palacio Duhau, el dilema por la "actividad depredadora china" comenzó a desdibujarse y terminó de deshacerse este domingo al mediodía, en la visita de Estado que concretó Xi, que incluyó una extensa declaración a la prensa en la residencia de Olivos, en la que el chino insistió en la necesidad de reafirmar "el multilateralismo y el libre comercio", en alusión indirecta a Estados Unidos. Macri le reconoció a su par oriental haber sido reelecto nuevamente como presidente por el Congreso del Partido Comunista de China, uno dato para nada menor, ante la segunda visita que realiza a la Argentina y la primera que hace luego del nuevo proceso de "socialismo con particularidades chinas", que comenzó en 2016.
El telón de la escena internacional bajó. Ahora el Gobierno intentará comunicar los beneficios que obtendrá el país pore haber sido sede del G20, mientras prepara una agenda de relanzamiento que buscará celebrar el tercer año de mandato de Macri el próximo 10 de diciembre. Esta semana, el Ejecutivo buscará retomar la iniciativa en la agenda, con la previa de las sesiones extraordinarias del Congreso.
El clímax de una cumbre sin incidentes y con un desarrollo considerado "exitoso" dejó presentes y ausentes en las filas del Gobierno. La híper exposición secundaria, después de Macri y Juliana Awada, fue para el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el canciller, Jorge Faurie; el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, especialmente por la visita del presidente francés, Emmanuel Macrón, y la gala del Teatro Colón para los mandatarios participantes de la cumbre. Una discreta ausencia corrió por cuenta de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal y de gran parte de los ministros del Ejecutivo, con algunos redimidos, como el secretario de Medios Públicos, Hernán Lombardi, que hace tres meses quedó a cargo de la coordinación de la Unidad Técnica del G20 y volvió a mostrarse ante la prensa, luego del duro conflicto por el despido de 400 trabajadores en la agencia de noticias Télam y un cuestionado proceso de vaciamiento de los medios a su cargo.
El año electoral que se avecina ya está en el estribo, pero el tiempo que lo separa de su llegada efectiva puede transformarse en una eternidad ante el inicio del tramo más duro de la recesión, con pronóstico reservado de finalización, incluso para el propio Gobierno.