“No es ninguna novedad que (el presidente de los Estados Unidos, Donald) Trump quiere marcarle la cancha a China en América del Sur, y también era previsible que lo hiciera en su primera visita a la Argentina y al subcontinente”, analizó a Letra P uno de los funcionarios de la Casa Rosada que tuvo que lidiar este viernes entre la versión argentina y edulcorada sobre la reunión entre el presidente Mauricio Macri y su par estadounidense, y el mensaje que el magnate neoyorkino le ordenó transmitir a su vocera, Sarah Sanders.
Las definiciones alegres que difundieron durante la primera mañana el canciller Jorge Faurie y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne se hicieron trizas apenas la portavoz de Trump detalló que ambos mandatarios “reiteraron su compromiso compartido de enfrentar los desafíos regionales como Venezuela y la actividad económica depredadora china". El áspero adjetivo que le deparó la Casa Blanca al gigante asiático fue interpretado cerca de Macri como “un dardo previsible” ante uno de los puntos más importantes de la agenda de este fin de semana, que se concretará cuando el telón de la cumbre del G20 haya bajado: la visita de Estado que protagonizará el mandatario chino Xi Jinping el domingo.
Quizás embriagados por la vertiginosidad de la agenda internacional que atraviesa a Buenos Aires, en Balcarce 50 dicen que el contrapunto de la guerra comercial entre ambas potencias no los asusta. “Trump solo puso en boca de su vocera algo que vienen repitiendo sus secretarios desde que llegó a la Casa Blanca, pero en materia de gestualidades también tuvo su oportunidad y la aprovechó como pudo”, graficó una fuente del Palacio San Martín, en referencia a la visita que el mandatario estadounidense le prometió a “su amigo” argentino. Originalmente fue prevista para este jueves, pero el impulso se diluyó en la cuenta regresiva de la cumbre. Todo quedó en el desayuno de trabajo de esta mañana que, por el tono de Sanders, se concentró en pedirle dos temas clave para Washington: frenar el avance chino en el continente, y especialmente en Argentina, y endurecer la posición contra Venezuela.
La moneda de cambio para insistir sobre ambos puntos la reconoció Macri, cuando le agradeció a su homólogo estadounidense el apoyo brindado para facilitar el endeudamiento histórico que le concedió el Fondo Monetario Internacional a la Argentina. “Nosotros también necesitamos de China y estamos en condiciones de hacer equilibrio. El avance de la potencia oriental también es una medida de la debilidad de la economía norteamericana”, resumió uno de los hombres que acompaña en estas jornadas a un viejo conocido Estados Unidos, el ex embajador en Washington y actual representante en Beijing, Diego Guelar.
En el cronómetro de la recesión criolla, el rol de Trump en el directorio del FMI es tan importante como la cooperación económica con China, que busca redoblar una agenda de inversiones que por momentos resulta más atractiva para América Latina, que la doctrina del garrote y la zanahoria que exhumó Trump, en una reedición de la doctrina Monroe para el Siglo XXI.
Frente a ese duelo de tahúres en Balcarce 50 todavía se escudan en el arbitraje que desempeña Macri en el G20, donde el resultado parece más cercano al fracaso que a una salida consensuada que permita reafirmar el multilateralismo que Trump está empeñado en reformular con la fuerza de su influencia, especialmente sobre la administración de Cambiemos.