“Al final se ríen de Horacio (Rodríguez Larreta), pero el que se la pasa cortando cintas en la Ciudad es (Guillermo) Dietrich”. La frase emerge de un encumbrado despacho porteño y advierte, con sorna, del crecimiento de la figura del ministro de Transporte y una probable veta electoral en el futuro. Sus movimientos llaman la atención en el gabinete nacional pero también en el capitalino, donde no descuentan que “en algún momento” tantee la posibilidad de competir por la Jefatura de Gobierno.
Economista, nacido en la Ciudad un 5 de marzo de 1969, Dietrich dejó el sector privado que lo incubó desde la empresa familiar para incorporarse al gobierno porteño, tras un paso por el G25, uno de los think tank macristas que fue creado para diseñar planes de gobierno y que lo tiene actualmente como uno de sus principales referentes. Trabajó años para el holding familiar, Grupo Dietrich, hasta que sintió la “necesidad" de involucrarse "en las cuestiones públicas para trabajar en mejorar la calidad de vida de las personas”, según describe en su página web, en un repaso por el mantra originario que utilizó Mauricio Macri para desembarcar en la política. De hecho, el salto que pegó Dietrich fue uno de los ejemplos más repetidos por el PRO para definir el perfil de sus referentes más destacados: CEOs y empresarios que llegaban a la cosa pública para aplicar la presunta eficiencia de su expertise privado.
Así el ministro de Transporte construyó el know how sobre movilidad que luego replicó en la gestión porteña y, según pudo saber Letra P, será una de las puntas de lanza de la campaña presidencial 2019. Será una reutilización de uno de los recursos electorales más habituales en el partido amarillo: la capitalización del impacto de noticias vinculadas a la movilidad urbana, uno de los puentes políticos que trazó Macri durante sus dos mandatos como jefe de gobierno para desembarcar en el conurbano con medidas distintivas que le permitieran construir una mayor penetración en territorios ajenos y, muchas veces, hostiles a su gestión.
Con más de una década en el PRO, “Guillo” acumuló poder interno al calor de esa orientación estratégica y, merced a la gestión, se ganó la confianza de Macri, que todavía celebra su ocurrencia de instalar los carriles exclusivos, denominado Metrobus, en la Ciudad de Buenos Aires. Una obra que nació en el pago chico y luego se extendió a tierra bonaerense y hasta a Neuquén.
Dietrich ingresó a las filas del macrismo en 2009 cuando asumió como subsecretario de Transporte, cargo que ocupó hasta el 2015, año en que Cambiemos desembarcó en la Casa Rosada. Llegó con el impulso y bajo el abrigo de Rodríguez Larreta, que hasta hoy lo considera un funcionario de su entorno y lo sumó directamente a su estructura apenas Macri iniciaba su segundo mandato en la Ciudad.
VÍNCULOS Y CÍRCULO DE CONFIANZA. La interna entre Dietrich y el entonces ministro de Desarrollo Urbano, Daniel Chaín, no daba para más. Macri buscó descomprimir esa tensión y aprobó la mudanza del área a la órbita de la Jefatura de Gabinete, en manos de Rodríguez Larreta. Sin embargo, el deseo de ascender Transporte al rango de ministerio quedó suspendido. Como buen maratonista –lleva con orgullo la medalla por haber completado un Ironman en Florianápolis- “Guillo” entendió que la carrera política tiene marchas y contramarchas.
En 2011 vio frustrada su chance de ser ministro, pero el tiempo le dio la revancha en 2015 con el ingreso del PRO a la Casa Rosada, cuando sumó nuevas preocupaciones y se alejó de temas porteños como el Metrobus, la bicisenda y el servicio de taxis. En esos años se ganó la confianza de Macri y, de yapa, se llevó algunos contactos propios del trajín de la gestión, como su buena relación con Florencio Randazzo, con quien negoció el traspaso del subte de la Nación a la Ciudad, y sus diálogos extensos con el jefe del sindicato de taxis, Omar Viviani.
Ya como ministro extendió su área de influencia: rutas, peajes, puentes, aviones, mega obras de infraestructura a través de Vialidad Nacional y el complejo sistema ferroviario argentino, que el macrismo busca revitalizar por medio de los trenes de carga. El frente más complejo pasa por su gestión en la empresa estatal Aerolíneas Argentinas y la política aerocomercial de “cielos abiertos” que impulsa la Casa Rosada y que le trajo duros enfrentamientos con los gremios aeronáuticos. En el medio de ese fuego quedó la ex CEO de la aerolínea de bandera Isela Costantini, que mantenía una tensa relación con Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, entonces vicejefes de Gabinete empoderados.
Tiempo después, Dietrich cedió ante Marcos Peña y acordó la salida de Isela, a quien él había convocado para que abandone su carrera privada y salte al ámbito público, basado en su propia metamorfosis. En su lugar asumió Mario Dell Aqua, que en 2018 se mudó al directorio de la ex Enarsa.
Dietrich hace escuela en la incorporación de “figuras” del mundo privado al estatal. Lo hizo con el secretario de Energía, Javier Iguacel, que antes de anotarse en las filas del PRO y competir por la intendencia de Capitán Sarmiento trabajaba en Pluspetrol. “Guillo” lo convocó en 2015 para conducir Vialidad Nacional.
Sin embargo, su núcleo de confianza trabaja muy cerca suyo: Guillermo Fiad, presidente de Trenes Argentinos Infraestructura; Ezequiel Lemos, en el Belgrano Cargas; Marcelo Orfila en Trenes Argentinos, y Lucas Fernández Aparicio en Ferrocarriles Argentinos Sociedad del Estado (FASE).
Sobre ese elenco, y los demás funcionarios que dependen de Dietrich, descansan las inauguraciones previstas para el año electoral, aunque el Ministerio tendrá un recorte del 27,6% en año próximo. En 2019 la cartera de Transporte tendrá 100.000 millones de pesos, de los 140.000 millones que tuvo este año. Fueron reducidos a partir de un abrupto traspaso a las provincias del financiamiento de los subsidios al transporte público que hacía el Estado nacional.
Dietrich y Fly Bondi, una relación que calentó el clima con los gremios aeronáuticos.
EL CONCESIONARIO. Por portación del apellido que identifica a uno de los principales concesionarias de autos de la Capital, Dietrich fue denunciado por beneficiar a su familia en la compra de automóviles para la entonces Policía Metropolitana, durante los primeros años de gestión de Macri. Si bien pudo superar ese caso, los vinculos cercanos siguen siendo materia de presuntos conflictos de intereses, como sucede con su cuñado, Julián Álvarez Echagüe, que fue denunciado por recibir beneficios en contratos de publicidad exterior en distintas estaciones de Trenes Argentinos a favor de su empresa PC Publicidad, especializada en la explotación comercial de mobiliario urbano en distintos puntos del país.
Un año antes de ese caso, fue denunciado el director de Transporte Fluvial y Marítimo Gustavo Deleersnyder, por la presunta apertura de cuentas bancarias offshore para evadir el fisco y lavar dinero. Fue la derivación de una serie de denuncias formuladas por empresarios del sector a Dietrich y al subsecretario de Puertos, Jorge Metz, primo hermano de la ex interventora del SOMU y actual senadora nacional por la Provincia de Buenos Aires, Gladys González.
Metz fue separado del cargo en marzo de este año, en medio de una feroz interna con el actual interventor de la Administración General de Puertos, Gonzalo Mórtola, en medio de un tembladeral sobre uno de las áreas más porosas del transporte fluvial.
En materia aeroportuaria, Dietrich carga con una denuncia en su contra por presunto incumplimiento de los deberes de funcionario público y abuso de autoridad en perjuicio de Aerolíneas Argentinas. Fue radicada por Pablo Biró, titular de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA), que lo responsabiliza de que Aerolíneas perdió mercado internacional en manos de las empresas del Grupo LATAM, integrado por Lan Perú, Lan Chile, Lan Ecuador, Lan Colombia y TAM Brasil, y otras líneas como COPA Airlines de Panamá, Amazonas de Paraguay, las brasileñas Azul Líneas Aéreas y Gol, y Avianca de Colombia.
La denuncia fue originada por el desarrollo de tramos para aerolíneas de bajo costo, como Avian (flial local de Avianca) y Fly Bondi que fueron las primeras beneficiadas por la Junta Asesora del Transporte Aéreo (JATA) en la concesión de rutas de vuelos regulares. Ese movimiento despertó las principales sospechas de los gremios aeronáuticos, especialmente porque antes del trámite la empresa Mac Air, del Grupo Macri había sido transferida a Avianca, una de las jugadoras del negocio de las low cost.