BRASILIA (enviado especial) Antes de su inhabilitación, Luiz Inácio Lula da Silva tenía una intención de voto del 39%. Obligado a bajarse, señaló como su heredero a Fernando Haddad, quien en el último mes subió, según Datafolha, de un 9% a un 22%, o 25% proyectado para el domingo. En paralelo, todos los otros candidatos se estancaron o incluso cayeron levemente, salvo uno, el líder, Jair Bolsonaro, que saltó del 24% al 35%, 39% si se excluyen los votos blancos y nulos, tal como ocurrirá el domingo en el escrutinio. ¿Dónde están los casi 15 puntos lulistas que por ahora no van a su delfín? ¿Pueden haberse fugado hacia la mano dura de “El Capitán”?
Brasil es lo que se llama un país continental, enorme y diverso. Pretender explicarlo desde una ciudad, sea cual fuere, sería una pretensión condenada al fracaso. Dentro de él, Brasilia ofrece la ventaja de ser varios universos a la vez. Es, por un lado, la capital administrativa y hogar de funcionarios y embajadores que hacen de ella la ciudad de mayor poder adquisitivo del país. Además, es un punto ubicado justo en el centro del mapa, entre el estado de Goiás (al oeste, algo bastante parecido al Brasil agrícola profundo) y el desarrollado Minas Gerais (al este). En definitiva, una encrucijada.
En buena medida, la clase media brasiliense ya no tiene dudas y votará a Bolsonaro en primer o segundo turno. La vergüenza que podía ocasionar antes una adhesión pública a un ex militar que se ganó a pulso fama de misógino, homofóbico y racista es cosa del pasado. Todo sea por evitar un retorno del PT y lo que entienden como un premio a su corrupción. Como le dijo a Letra P un hombre que caminaba por el costado del edificio de la Cámara de Diputados, “aquí hace falta orden. ¿Ve todos esos puestos de venta? Son ilegales. ¡Esa gente se instala para hacer venta ilegal justo a la puerta del lugar en el que se hacen las leyes!”, se indignó.
Más abajo, el panorama varía solo en las formas. En la Rodoviaria Estadual de Brasilia se encuentra un nodo de transporte que la asemeja a la porteña Constitución. Muchos, mayormente trabajadores cansados, comienzan al mediodía del viernes a viajar a sus estados de origen, donde están empadronados para votar.
Pese a lo que Luiz Inácio Lula da Silva dice haber sembrado en términos de autoestima, muchos se niegan a hablar de política y los que aceptan suelen hacerlo en voz muy baja. Así viven los humildes aquí.
Sin embargo, de modo sorprendente, vuelve a aparecer, de manera dominante, el nombre de Bolsonaro. Incluso entre las mujeres.
Muchos de los humildes que se inclinan por “El Capitán” no hablan de corrupción ni del temor al comunismo, sino de asuntos más pedestres. Primero, la seguridad.
Leticia vota en Brasilia; ella sí parece segura de sí misma. Se declara indecisa, pero confrontada con un escenario que, en un segundo turno, no podría eludir, le dijo a este enviado: “Entre Haddad y Bolsonaro, Bolsonaro”.
“Ya pasó el tiempo del PT, que estuvo muchos años, y se necesita algo nuevo. Con el PT cambiaron muchas cosas, pero hace falta un poco más”, agregó. Consultada por las recurrentes frases machistas de quien será su candidato, explicó que “la gente interpreta las cosas de un modo diferente de lo que se quiere decir. Por eso no tengo ningún problema en votarlo”.
André, un joven trabajador que también vota en el Distrito Federal, también se declara indeciso. Evidentemente sensible a lo que publican los medios, estima que “con Bolsonaro el país va a ir peor y sus propuestas se parecen a las de Hitler. Yo no voto ni a Bolsonaro ni al PT”, aseguró. ¿Y en el segundo turno? “Ah, ahí a Bolsonaro”, sorprendió. Será que Hitler no es lo peor que se encuentra en plaza.
Muchos de los humildes que se inclinan por “El Capitán” o “El Mito” no hablan de corrupción ni del temor al comunismo, sino de asuntos más pedestres.
Primero, la seguridad. Uno de quienes aceptaron charlar con Letra P recordó que este jueves un niño de once años resultó herido en Río de Janeiro por una bala perdida, producto de una pelea de facciones criminales. El pequeño estaba en la escuela, dentro del aula.
“Ya pasó el tiempo del PT, que estuvo muchos años, y se necesita algo nuevo." (Leticia)
Los más humildes son las primeras víctimas de la violencia ligada al narcotráfico que atormenta a las periferias de las principales ciudades de este país. Y, hasta ahora, nunca nadie les dio respuesta.
Frente a esa realidad, muchos sienten que un Bolsonaro que promete defenderlos es su mejor opción. El modo en que este abomina de “los derechos humanos de los delincuentes” constituye, a esta altura, un reggaetón de amplio consumo en Sudamérica que, a fuerza de repetido, a muchos les termina por sonar bien. O, al menos, ya no molesta.
El transporte, las demoras y las condiciones en que se viaja para llegar a trabajar son otros motivos de queja. Nada nuevo, en realidad, porque fue una de las reivindicaciones principales de la ola de protestas que sorprendió a todos en la previa de la Copa de las Confederaciones de 2013, acaso el principio del fin de Dilma Rousseff.
También se menciona, ¿cómo no?, la falta de trabajo, en un país en el que el índice de desempleo subió al 12,4% y ya afecta a 13 millones de personas. Y la carestía. Quienes dependen de la compra de garrafas para cocinar y calentarse pagan hoy cuatro veces más que hace un par de años.
Asimismo, el hombre se cuidó de asegurar la permanencia de los planes sociales, en particular el Bolsa Família, la niña de los ojos del PT.
¿Será que lo de Bolsonaro es ya una ola imparable? Es imposible saberlo aún. Además de estos, hay muchos otros “brasiles”, más profundos, más abandonados y más nostálgicos del legado del lulismo. Estos también hablarán el domingo.
Pero, mientras se despunta la espera, una pregunta vuelve y vuelve. ¿Será que Bolsonaro se quedará con los votos perdidos de Lula?