ELECCIONES 2017

A peronizar, mi amor

La cada vez más angosta avenida del medio empuja a Massa a la captura de votos peronistas. Un universo al que desestimó, al cambiar a De la Sota por Stolbizer, y al que nunca quiso pertenecer.

Los números certifican un diagnóstico inequívoco: la ancha avenida del medio por la que Sergio Massa busca transitar hacia su sueño presidencial se angosta elección tras elección. Esa apuesta político estratégica le dio este domingo un cachetazo duro, de los que espabilan, al hombre que hace ya algunos años hace equilibrio entre su pasado kirchnerista, su origen en la UCeDé, sus resquemores para reivindicarse peronista y su idea de irrumpir en el poder desde una posición dialoguista y negociadora con el macrismo, algo que puede terminar de leerse como una contradicción en ese proyecto de crecer a la izquierda de Mauricio Macri y a la derecha de Cristina Fernández de Kirchner. Justo por el medio.

 

Massa obtuvo en las primarias 2017 1.383.336 votos, al menos hasta que se frenó la carga de datos de la provincia de Buenos Aires. Si ese número sólo se compara con las anteriores PASO en las que participó, en 2013 –su prometedor debut con el Frente Renovador- se alzó con 3.137.323; en las primarias 2015, fueron 1.577.724 los bonaerenses que apostaron por su primer aventura presidencial. Siempre en retroceso.

 

“Entre las PASO y las generales siempre crecimos”, repiten como un mantra en el comando de campaña de Massa. Es cierto. Entre la primaria y la general 2013 el candidato, por entonces recientemente escindido del kirchnerismo, ganó más de 800 mil votos entre una instancia y la siguiente. En 2015, fueron unos 570 mil votos los que agregó a su bolsa personal entre agosto y octubre. También es cierto que esas escaladas fueron mermando en niveles similares a la caída en la recaudación electoral de Massa en los escrutinios definitivos.

 

 

Un dato más es útil para valorar estos números. De todas las elecciones en las que participó Massa desde la inauguración de su sello personal, la única que ganó no fue con su herramienta electoral, la avenida del medio, sino que fue polarizando con el kirchnerismo. Para generar ese escenario firmó un acuerdo con Macri, a quien le permitió colar tres diputados PRO en la lista del Frente Renovador.

 

Massa peina por estas horas los números que arrojó el escrutinio que mantuvo la atención hasta las 6 de la mañana del lunes. Está junto a los principales referentes de la campaña de esa alianza que fundó con Margarita Stolbizer, 1País, en sus oficinas de avenida Libertador y Callao. Están, según sus propias palabras, en una instancia de diagnóstico. Por ahí pasan y pasaron los diputados Graciela Camaño y Marco Lavagna, su esposa, Malena Galmarini, y el jefe de campaña de la líder de GEN, Marcelo Ferreyra.

 

Son varias las miradas que circulan en el massismo con las urnas todavía tibias. Por encima de todas ellas, está esta: creen que el empate de Cristina con Esteban Bullrich y la baja colecta de votos de Florencio Randazzo deja a Massa como “el único peronista en pie”. Una definición llamativa para un dirigente de alcance nacional que, desde su lanzamiento a la arena electoral por fuera del PJ y del Frente para la Victoria (FpV), no ahorró esfuerzos en sacarse de encima cualquier prenda que pueda identificarlo como un peronista. Entre esas prendas, la de su ex socio, José Manuel de la Sota, a quien, en línea con ese plan, reemplazó con Stolbizer.

 

Massa se quitó peronismo para ampliar su espectro de votantes. Ahora dará un giro absolutamente inverso para, por lo menos, asegurar lo propio.

 

 

 

“Con Margarita se privilegió una agenda legislativa, centrada en la clase media. Pero ahora hay que apelar a un voto más peronista, que no fue el eje central de la campaña”, afirma un colaborador muy cercano a Massa. Eso les permitiría, según sus esperanzas, meter la caña en la pecera de Randazzo –un universo de 5,6% de los votos en el que también busca pescar Unidad Ciudadana- y sumar algún que otro “voto adherente débil de Macri”. En esa clave, buscará posicionarse, ya no como el guardián de la clase media, sino como el protector “de los trabajadores”.

 

“Este era uno de los números que teníamos –admitió un operador massista-, pero el resultado no fue bueno”. “En 2015 nos pasó lo mismo y después crecimos”, sumó. También reconoció que mientras ellos hablaban de propuestas se toparon con un escenario “polarizado y pasional”. Con esta explicación Massa se anota junto a otros derrotados del domingo, como Martín Lousteau en la Ciudad o Juan Schiaretti en Córdoba, en la nómina de dirigentes que fueron a una cancha cuando el partido se estaba jugando en otra.

 

Hay una lectura de los resultados de este fin de semana que se repite en el bunker massista y en el kirchnerista. En los dos espacios coinciden en que muchos votantes que se disponían a votar a Massa se fueron con Cambiemos. Un voto castigo a Cristina. “Algo muy parecido pasó en la presidencial”, agrega un ladero de Massa desde que llegó a la intendencia de Tigre.

 

 

 

“Sabemos que en octubre la economía va a ser el tema y que no va a ser un voto hacia el pasado”, se entusiasman, en oposición a lo que mostraron las urnas este domingo.

 

Massa tiene poco más de dos meses para encontrar la salida a su propio laberinto. Un laberinto que tiene una porción de coyuntural, basada en la polarización política y social que lo condena a mirar la pelea grande desde afuera, y otra porción de auto infligido. La ancha avenida del medio, por ahora, no le sirve como escalara para escaparse por arriba.

 

Victoria Villarruel y Javier Milei
Javier Milei, Karina Milei y Romina Diez, al frente de la caravana de cierre de campaña en Rosario

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