Las actividades comenzaron el día anterior, con reuniones en comisiones, música, teatro y shows de baile interpretados por jóvenes que participan de los talleres que se dictan en la sede. El sábado 9, preparadas con sombreros, agua, puestos sanitarios atendidos por militantes, trabajadoras del sector de la salud emprendieron una larga marcha, que comenzó con una mañana soleada en la sede de la Organización Tupac Amaru y terminó con una lluvia torrencial promediando la tarde, frente al penal Alto Comedero.
Cada columna estaba compuesta por mujeres pertenecientes a diversos colectivos feministas, políticos, sindicales, de derechos humanos. Mujeres jóvenes, adultas, madres con sus niñas y niños, adultas mayores que hacían un doble esfuerzo para marchar en un diciembre jujeño donde el calor llegaba a los 40 grados.
El encuentro, caracterizado por la gran diversidad que permite el movimiento feminista a partir de su transversalidad, que estuvo colmado de colores, banderas, intervenciones artísticas y música, sorprendió a los vecinos y vecinas jujeñas que tal vez no se esperaban la llegada de tantas mujeres en una marcha de esas características. No sólo por su multitud, sino por todo lo que allí se denunciaba, aunque desde una impronta festiva y esperanzadora.
Bajo el grito de "¡Jallalla!", palabra de origen quechua aymará que nuclea la esperanza, la bienaventuranza y deseos que se elevan como pedido a la Pachamama para que se cumplan, recorrieron las calles de San Salvador, llegaron a la Gobernación, continuaron hasta el Penal Gorriti, para finalizar la procesión frente al Penal de Alto Comedero.
Durante la marcha resonaban variadas canciones. Algunas exigían la libertad a Milagro Sala y a todas las presas políticas. Otros cánticos denunciaban al gobernador Gerardo Morales y al presidente Mauricio Macri por la situación de persecución política imperante a nivel nacional. Tal vez faltó alguna canción que denunciara al poder económico, personificado en figuras como Carlos Pedro Blaquier, dueño de gran parte de los ingenios azucareros, juzgado por delitos de lesa humanidad y que, en connivencia con el poder político, gobierna la provincia.
Otras canciones recordaban las obras sociales, culturales y económicas que tuvieron lugar a partir de la coordinación entre un Estado nacional que, durante el kirchnerismo y en coordinación con las organizaciones sociales -especialmente con la Tupac Amaru- dispuso recursos para llevarlas adelante. Muchas de esas obras son escuelas, barrios, centros de recreación, piletas de natación, empresas textiles o de construcción, que hoy y a partir de la detención ilegal de su mayor referente se encuentran destruidas o en estado de abandono. El gobierno de Morales prefirió eso a que sean utilizadas por los sectores más humildes de la población, en su mayoría de los pueblos originarios.
También cantaron por la igualdad de las mujeres y por el avance de la conciencia feminista. Reivindicaron y homenajearon con intervenciones artísticas a mujeres que lucharon valientemente en distintos momentos históricos por la emancipación y la libertad de los pueblos, como Juana Azurduy.
Al llegar a la plaza principal compusieron una gran foto colectiva en las escalinatas de la Gobernación, alzando decenas de imágenes de Milagro Sala, y luego desplegaron una bandera wiphala de 49 metros cuadrados, que desde el cielo mostraba intercalado el rostro de la líder de la Tupac, realizado con una impecable técnica de stencil.
Luego, la marcha continuó hasta el penal Gorriti, donde ofrecieron música y cantos de aliento a los presos políticos, brindándoles una serenata muy peculiar a manera de saludo desde la puerta.
Finalmente la movilización se trasladó en colectivos hasta el penal de Alto Comedero. Allí marcharon nuevamente cientas de mujeres bajo el sol, rodeando el penal hasta instalarse en un lugar desde donde las presas podían verlas y escucharlas. Con un grupo electrógeno lograron que Milagro Sala y las demás presas políticas recibieran sus decenas de saludos. En esos saludos se escucharon mujeres felices, mujeres sufrientes, mujeres emocionadas, mujeres fuertes. Todas tenían algo para compartir, historias y experiencias que se les habían hecho cuerpo.
Se escucharon historias de mujeres llegadas de distintos rincones de la patria, que habían sufrido distintas violencias: la cárcel en la dictadura, la violencia que conlleva generaciones y generaciones de privaciones y pobreza, la violencia de ser desvalorizadas por su origen étnico, la violencia de género y la violencia laboral -que también es de género la mayoría de las veces-. Estas mujeres estaban allí no sólo para visibilizarse y para reconocerse, estaban allí principalmente para alzar la voz en un grito de esperanza y augurio de que esas violencias deben frenarse, deben parar.
La principal referente de la Organización Tupac Amaru fue la depositaria de cientos de mensajes atrasados, de mensajes que en algunos casos llevan siglos de atraso, siglos de desesperanza, pero también siglos de luchas, de logros, de avances. Ellas enviaban fuerzas a las presas y decían recibir la fuerza de las presas que, hace muchos meses ya, esperan justicia. "Jallalla! Jallalla! Jallalla!" fue el grito colectivo más escuchado de la jornada, que atravesó la ruta, atravesó los alambrados y llegó al patio donde se encontraban de pie y saludando durante más de dos horas las presas políticas en el penal de Alto comedero, primero con un sol que -como suele decirse- "rajaba la tierra" y luego con una lluvia torrencial que hizo que todas regresaran chorreantes, rebosantes de sol y agua, las dos fuentes de energía vital más humanamente necesarias.
Un vecino que ofreció agua fresca a las caminantes, al enterarse los motivos de la marcha, les preguntó: “¿Por que tardaron tanto en llegar?”, esbozando de manera consciente o no la idea, que sería muy saludable discutir, de que esa sociedad requiere una intervención externa para hacer visibles sus demandas. Si bien siempre son importantes y deseables los apoyos externos y la visibilización que pueden dar a las situaciones locales la llegada de militantes de distintos puntos del país, las calles, barrios, zonas rurales y fabriles de Jujuy vienen siendo testigos silenciosos de movimientos y organizaciones colectivas. Las marchas del “Ni una menos”, las ferias feministas que hace algunas semanas atrás no sólo realizaron venta de productos sino también intervenciones artísticas y actividades en el día por la lucha por la legalización del aborto.
Trabajadores y trabajadoras del Ingenio La Esperanza -vendido recientemente por la provincia a una empresa colombiana- se encuentran defendiendo más de 300 puestos de trabajo. Estos azucareros y azucareras se suman a aquellos del Ingenio Ledesma que están en conflicto desde hace más de un año pero que se profundizó en los últimos meses.
En octubre, una marcha de comunidades indígenas llamada “Caminata por el agua y por la vida” denunció la contaminación por las mineras, partió el 7 de octubre de la localidad puneña de Coranzuli, realizó paradas y asambleas en distintas localidades llegando el 12 a la Plaza Belgrano de San Salvador de Jujuy.
Docentes y estudiantes de terciarios y profesorados se han movilizado masivamente en tres oportunidades en defensa de los espacios de formación y trabajo que pretende cerrar el Gobierno local, a partir del diagnostico de que “hay una saturación del perfil docente en la provincia”. Cientos de campesinos integrantes de la Organización Campesina de Perilagos, que integra el Movimiento Nacional Campesino, se manifestó el jueves pasado frente a la Legislatura provincial, en un día de sesión, para repudiar e informar a los diputados sobre los perjuicios que ocasionará el proyecto del gobierno de Morales, que afectará una vasta zona del Área Natural Protegida de los Diques, con el fin de realizar negocios inmobiliarios y turísticos.
Es difícil dimensionar el sentido, el significado, las repercusiones y los efectos sociales de la movilización colectiva, de la irrupción de los cuerpos y las voces diversas, disidentes, contestatarias en contextos de retroceso del estado de derecho. Sin embargo, pareciera que el 9 de diciembre Jujuy fue testigo y protagonista de esas movilizaciones colectivas difíciles de dimensionar, al igual que otras que se vienen generando para enfrentar los avances de políticas antipopulares, extraccionistas, machistas y represivas, pero que, llenas de consignas, música, colores y deseos, inundan las calles un poco más allá, incluso, de sus intenciones.