Juan Carlos Baglietto, un héroe del rock nacional, camina como un desconocido entre las casi 500 personas que ocupan el salón central de la sede de Bolsas y Mercados Argentinos (BYMA). “Nadie me saluda”, bromea en un breve cruce con Letra P, y cuenta que “traje los fierros”. Señala las torres de sonido e iluminación, de su propiedad, mientras un reflector apunta directo al presidente de la Nación, Mauricio Macri, que ingresa al escenario acompañado de Ernesto Allaria, titular del BYMA, y el Ministro de Finanzas, Luis “Toto” Caputo. Milésimas antes que ellos, en el único lugar libre en la primera fila de sillas, se deposita con calma Nicolás Caputo, mejor amigo del mandatario, primo del jefe financiero y socio de la Bolsa. “Nicky” es uno de los pocos que no sale de la mesa chica, y que compartió la intimidad del presidente hasta el último minuto, incluso cuando el pleno del gabinete nacional ya esperaba sentado.
Federico Sturzenegger, titular del Banco Central (BCRA); el ministro de Trabajo, Jorge Triaca; el secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas; y hasta la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, secundaron a Macri en lo que, a priori, parecía encaminarse como una aventura política en la semana en la que el Gobierno decidió gravar la renta financiera en el marco de su proyecto de reforma impositiva. Pero reinó la concordia, y en ambos discursos, los de Allaria y Macri, se selló un pacto de no agresión pública.
Naturalmente, los trapos sucios se lavarán en privado, y la apuesta del sector bursátil (conforme con ceder algo pero no todo) será negociar con el Gobierno las condiciones de las modificaciones impositivas en la previa a la reglamentación de la ley que el Ejecutivo desea tenga aprobación parlamentaria antes de fin de año.
“Este lugar me trae recuerdos, acá lancé el fondo de inversiones de Boca Juniors para comprar jugadores”, dijo Macri para romper el hielo. Pero se corrió rápido del fútbol, su obsesión discursiva en todos los niveles, cuando recordó “mis muchos amigos que están golpeados”, en referencia al histórico triunfo de Lanús por 4-2 ante River y el pase de los granates a la final de la Copa Libertadores. El del presidente fue un discurso de arenga al respaldo al oficialismo: “Vamos bien, estamos creciendo, pero lo que más crece es el entendimiento de lo que vamos a hacer”, detalló después de reconocer que “asumimos con una economía que estaba a un paso del 2001”. Lo miraban con atención algunos visitantes ilustras extra sector. El armenio argentino Eduardo Eurnekian, que llegó justo a tiempo y le costó ingresar por los fuentes controles policiales que exigió Presidencia; el titular de la Asociación de Bancos de Argentina (ABA), Claudio Cesario; el presidente del HSBC, Gabriel Martino; y Adelmo Gabbi, titular de la Bolsa que supo mantener una amistad estrecha con Néstor Kirchner y el hoy multiprocesado vice, Amado Boudou.
Mencionó brevemente que “estamos bajando los impuestos”, y cerró con una arenga en un auditorio que sigue siendo afín pero que no está acostumbrado a la épica. “Seremos la generación que cambió la historia para siempre”, sentenció. Un rato antes, Allaria había destacado que “el cambio es real, y que los vientos de cambio se revalidaron en las urnas”.
Desde el discurso del BYMA se disparó, en este contexto de pacifismo parcial, un solo dardo, y muy certero. “Confiamos en que la modificación a la Ley del Mercado de Capitales será un hecho”, dijo el jefe bursátil. Esa norma es para el sector la liberación total de la mirada estatal sobre el sector privado financiero. Deja en cero aquella ley del kirchnerismo que compartió acciones de firmas privadas con el Estado, y que puso directores estatales en todas las compañías. El resto fueron elogios al rumbo oficial y el recuerdo del año 2013, fecha en la que se empezó a pensar el BYMA “en un contexto complejo, distinto al de ahora”.
No pasó mucho más en el encuentro y Macri salió rápido, aún incomodo por una operación de rodilla que llevó a Presidencia a pedir accesibilidad, seguridad, corralito infranqueable para el periodismo y ninguna escalera que exigiera la movilidad del mandatario.