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El argumento, expresado en forma más o menos explícita, es que los periodistas que trabajan en los medios de comunicación que pertenecieron a empresarios beneficiados por el kirchnerismo, ahora, de cara a la pérdida del trabajo (consumada o probable), no tienen derecho al pataleo. Que, de alguna manera, conductores, editorialistas, diagramadores y cronistas fueron cómplices, por acción u omisión, de negocios mal habidos por quienes les pagaron el sueldo. Durante un tiempo — afirma la tesis sostenida generalmente por voces oficialistas — el país vivió la anomalía de diarios, portales y radios artificales, pero se acabó la fiesta y corresponde afrontar las consecuencias; si es necesario, ¡ay!, con el desempleo.
Es la hora de los exitosos, no de los subsidiados.
La proclama, resbaladiza por donde se la mire, naufraga antes de zarpar. En su plano más banal, podrá ser útil para un regodeo entre las miserias y avivadas que alcanzan a casi todas las profesiones, pero deja expuesto un problema estructural del sistema de medios argentino, como es la concentración en el mercado de la comunicación.
Brevemente, algunas de las posverdades que se ponen en juego para sostener que el cierre de medios y los despidos no alteran la pluralidad necesaria en toda democracia:
Szpolski-Garfunkel, vaciadores del Grupo 23.
CAEN LOS “MEDIOS K”. Dejemos de lado el latigazo de quienes asocian, en virtud del código ético con el que se manejan, el perfil informativo de los medios con la identidad del propietario, y admitamos la estampilla “K”, a efectos de facilitar el análisis.
Es cierto que hay un caso emblemático, el de los socios Sergio Szploski-Matías Garfunkel, quienes no esperaron ni un mes para abandonar todo tras la salida, en diciembre de 2015, del gobierno que los puso en el tope de los receptores de pauta oficial. Otro ejemplo sonoro, aunque más complejo por los ribetes y montos de sus negocios, es el de Indalo, que se encuentra en pleno desenlace y ya cerró varios medios (incluido el Buenos Aires Herald, que dirigí desde 2013 hasta este año, y que el grupo compró en abril de 2015).
Sin embargo, las mismas tribunas que dan lugar a estas voces admonitorias contra los “K” han vivido reducciones draconianas de su plantilla, al tiempo que históricos medios asociados, como la agencia Diarios y Noticias, cerraron sus puertas, mientras La Nueva Provincia, de la familia bahiense Massot (derecha dura), fue vendida y transformada en trisemanario. Todos ellos engrosaron las filas de los 2.500 despedidos contabilizados por sindicatos de prensa.
Magnetto, CEO de Clarín. Cierra la agencia DYN.
SE ACABÓ EL SUBSIDIO ESTATAL. La relación entre medios y prebendas del poder político (vía provisión de papel, pauta publicitaria, créditos impagos, fondos de Inteligencia, conspiraciones, negociados…) es tan antigua como el periodismo argentino, pero atengámonos a la coyuntura más reciente. El patrón de la relación con los medios de los Kirchner y el Mauricio Macri jefe de Gobierno (y Scioli en Buenos Aires, De la Sota en Córdoba…) fue bastante similar. Pauta y negocios para los amigos (tanto empresarios como cuentapropistas), ninguneo a los opositores.
Si Macri, como jefe de Gobierno porteño, batía récords de publicidad oficial en relación a la cantidad de habitantes o facilitaba los negocios de la Ciudad con el Grupo Clarín, no había razones fundamentadas para suponer que la asunción de Cambiemos en la Casa Rosada abriría el paso hacia una política demasiado distinta. Con Macri, la pauta publicitaria oficial de la Nación, que se había descontrolado durante el kirchnerismo, se aceleró y, entre todos los receptores, Clarín pasó a ser la estrella. Sin embargo, a la luz del negocio de las telecomunicaciones en el que el Grupo, finalmente, pudo entrar a sus anchas, el dinero recibido por avisos gubernamentales parece un vuelto.
Se supone que un gobierno que milita por una economía de mercado, con un Estado eficiente que no asfixie la iniciativa privada, no caería en la intervención gubernamental para castigar a voces críticas, o que concibiría medios públicos como los alemanes o los suecos. Mala suposición, porque ocurre lo contrario.
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LOS MEDIOS QUE CIERRAN NO TENÍAN PÚBLICO. Algo anómalo ocurre en el mercado porque algunos de los diarios, webs, canales de TV y radios amenazados por el cierre tienen buena respuesta de audiencia. Tal es el caso de Radio Del Plata, que en 2016 se había ubicado segunda y vio su acelerado ascenso interrumpido cuando Electroingeniería dejó de pagar los sueldos, por lo que, a lo largo de este año, la emisora alterna sus programas con música producto de medidas de fuerza.
Tras el abandono de Szpolski-Garfúnkel, el semanario Tiempo Argentino lleva a cabo el proyecto de periodismo cooperativo más importante de las últimas décadas y encontró un público rápidamente, con lo que eludió el destino que el nuevo ciclo le deparaba. Nubarrones también amenazan a C5N y Radio 10, pese a que el canal de noticias pelea el liderazgo en su segmento y la emisora se ubica en el segundo puesto, detrás de Mitre, y creciendo. Página 12, por su parte, duplicó las visitas a su web entre 2016 y 2017, al tiempo que ganó consistencia por aquello de que es más fácil hacer periodismo opositor que oficialista.
Es decir, incluso si el quiebre económico se trata de desmanejo por parte de sus propietarios antes que sanciones por la línea editorial, se debería suponer que hay decenas de oferentes tentados por el perfil de los medios, y no parece ser el caso.
Alfredo Leuco, encendido en la gran noche de la radio.
HAY QUE SABER ELEGIR. Expresada como una provocación, quizás sea el aspecto más interesante de la acusación de “complicidad” de los trabajadores con el empresario. La advertencia apela al renunciamiento ético de quien se pudiere ver violentado por el hecho de recibir un salario de manos indeseadas. Al fin y al cabo, siempre habrá un taxi para manejar como alternativa al puesto del redactor, indica este imperativo kantiano.
Ocurre que se trata de una decisión personal y que, transformada en una amonestación a terceros desde la tribuna del multimedios que domina el mercado de la comunicación y con el amparo de los auspicios personales, se torna indecorosa.
En periodismo, son pocos quienes pueden elegir dónde desempeñar su tarea. Algunos más encuentran alternativas en ciertos momentos de una carrera que suele tener altibajos. En general, prima el concepto expresado por Jorge Lanata, cuando explicó en 2010 por qué se asoció en el diario Crítica a un empresario español que luego terminaría preso por el fraude cometido contra Aerolíneas Argentinas. “Yo elegí como socio a (Antonio) Mata porque la Madre Teresa no podía venir”. Si tal pragmatismo vale para un empresario, ¿cómo no va a valer para un trabajador?
Aquí nos encontramos con un problema esencial que limita la “elección” del periodista. Si en la Argentina hay grupos preponderantes en gran parte del mercado de los medios y las telecomunicaciones, y estos actores parecen pactar la convivencia de modo de perservar segmentos del negocio, y uno solo de esos conglomerados atraviesa todos los campos con alguna participación, ya sea minoritaria (casi nunca) o dominante, las posibilidades de “elección” en qué medio trabajar quedan acotadas a una expresión bonita para decir en la gala de los Martín Fierro.