El PJ oficial de la provincia de Buenos Aires viene perdiendo elección tras elección; además de sufrir una parálisis interna y reglamentaria que lo ha dejado al borde de la intervención. Y por supuesto, de cargar con la responsabilidad de haber multiplicado la pobreza y el clientelismo.
El desafío es, entonces, que en la provincia donde nacieron Juan Domingo Perón y Eva Perón, se vuelva a vivir con justicia social, trabajo, solidaridad y seguridad.
El peronismo debe plantarse con contundencia al brutal ajuste de Mauricio Macri, como también debe pensar en representar a las mayorías: debe volver a convertirse en el intérprete del pueblo.
Se hace difícil pues, para la sociedad y para el militante, comprender en qué momento quienes callaron y aplaudieron cualquier cosa durante doce años, hoy se presenten como los renovadores. Como también se ve complicado que quienes solo quieren un cargo con María Eugenia Vidal o Macri, pugnen por ser parte de un supuesta intervención.
Para volver a enamorar, hay que hacerse cargo. Y, quienes lo deban, pedir perdón y correrse de las primeras filas.
Unidad no es amontonamiento. Renovación no es gatopardismo.
Debe haber un amplia amnistía para los compañeros y compañeras que tuvieron que buscar otras herramientas electorales; reafiliación y participación de todas las líneas en la Junta Electoral. Con veedores que garanticen una elección ejemplar.
A partir de allí, solo así, con las puertas abiertas, y no en asados oscuros, el peronismo bonaerense estará listo para honrar su destino.