Pocos líderes políticos pueden darse en vida el gusto que se dio Carlos Menem en 1993. Con la convertibilidad en su apogeo, el peronismo ganó aquellas elecciones legislativas en la Ciudad de Buenos Aires con una lista encabezada por Erman González, un contador riojano -por adopción- de perfil bajo, sin registro en la actividad política, pero de vínculo estrecho con el ex presidente. Un candidato a legislador que no dejaba dudas de que, si triunfaba, era éxito de Menem. ¿Qué mayor afirmación del liderazgo político que llevar al peronismo porteño por primera vez a la victoria con una lista de legisladores con tonada riojana?
Ese placer que se dio Menem de mostrar que tenía la sartén por el mango y que el triunfo en la Ciudad de Buenos Aires le pertenecí no pudo dárselo Duhalde. En las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires en 1997, la lista del peronismo encabezada por su esposa Chiche quedó relegada a un segundo puesto, siete puntos por detrás de la lista comandada por Graciela Fernández Meijide. Sin embargo, quien sí pudo darse, ocho años más tarde, la satisfacción de certificar que no había ninguna discusión sobre su liderazgo fue Néstor Kirchner. En las elecciones legislativas de 2005, impulsó en la Provincia la candidatura de su esposa Cristina y le sacó casi 30 puntos a la lista nuevamente conducida por Chiche.
El despegue económico que no llegará al bolsillo del votante este año, más el resultado incierto de la actual movida del gobierno de correr el eje de campaña de la economía a la seguridad, deja fuera del alcance de Macri en la Provincia cualquiera de esas dos variantes de plan A. Sea “la gran Menem”, es decir, levantarle la mano a un candidato sin taquilla propia pero con fuerte identidad con Macri y estética PRO inconfundible, como Carolina Stanley, o “la gran Néstor”, es decir, plebiscitar el apellido y marcar a fuego el liderazgo dentro de Cambiemos. Variante Jorge Macri con centralidad en la campaña.
ENTRE B Y C (O ENTRE CARRIÓ Y MANES). En un escenario político donde al oficialismo no le sobre nada, le puede resultar muy buen negocio llevar la elección a una contienda kirchnerismo versus antikirchnerismo. Además, ese planteo estratégico tendría la virtud de aplastar al Frente Renovador, la fuerza política que viene por “la ancha avenido del medio”. Para semejante trabajo de demolición y denuncia permanente con epicentro en los tribunales de Comodoro Py y La Plata, cuesta identificar una mejor figura que la de Elisa Carrió. En tal caso, los eventuales candidatos del oficialismo que la acompañen quedarían en segundo plano y se justificarían más a partir de la simpática idea de que “el candidato es el equipo”. Detrás del reflector puesto sobre Carrió, podría estar cualquier PRO acompañando. La campaña sería ella fatigando los programas de cable y aire con denuncias de todos los colores.
A diferencia de aquel plan B apoyado sobre la experta en demoliciones con domicilio hoy en la Provincia, el plan C consiste en una apuesta más positiva y constructiva a un candidato que pueda retener y hasta ampliar la base electoral de la actual gobernadora. Vidal sacó 500 mil votos más que Macri en las elecciones de 2015 y las encuestas hoy hablan de un diferencial de imagen de 15 puntos. Esta alternativa, como la anterior, implica ponerle fichas a una figura con luz propia, como Facundo Manes, pero que, a diferencia de Carrió, requiere un intenso proceso de instalación.
Hasta ahora, Manes demostró que multiplica los panes en cada minuto de cámara que tiene y con un balance de imagen similar al de Vidal, pero tiene que escalar mucho en conocimiento todavía. En especial, en aquellos segmentos populares donde llega mejor el mensaje de Tinelli que los consejos sobre el cerebro saludable. Queda poco tiempo por delante y habría que ver quién tiene la generosidad de cederle semejante protagonismo en un distrito clave como la provincia de Buenos Aires donde un triunfo lo colocaría en el acto en la mesa de los futuros grandes candidatos.
@DanielMontoya