BOGOTÁ. Contrariando todos los pronósticos, la mayoría de los colombianos rechazó el Acuerdo de Paz firmado con la guerrilla de las FARC. La diferencia a favor del NO fue mínima, 56 mil votos, pero dentro del 63% que se abstuvo existe presumiblemente también una fuerte oposición al tratado rubricado con toda la pompa ante los ojos del mundo hace apenas una semana en Cartagena. ¿Por qué los colombianos dijeron No a un acuerdo aplaudido por casi todo el resto del planeta?
Como sucede en todo acto eleccionario, las razones del voto son múltiples. En primer lugar, hay que atender que la gran mayoría de los colombianos siente un rechazo visceral por las FARC. Puede que en el resto del mundo el progresismo bien pensante conserve alguna imagen romántica del grupo guerrillero marxista-leninista pero aquí predomina una imagen negativa asociada a narcotráfico, secuestros y muerte.
En ese marco, hubo dos puntos del acuerdo que generaban objeción y que fueron hábilmente utilizados por el ex presidente Álvaro Uribe, líder de la campaña por el NO y consecuentemente el gran ganador de la jornada. La Justicia de Transición y los beneficios económicos y políticos para las FARC. En el aspecto judicial, el acuerdo estipulaba una solución a la sudafricana, es decir, sacrificar lo punitivo a cambio de la verdad y la paz. Con la misma lógica se les daba a las FARC asientos en el Congreso y se les asignaban recursos económicos desde el Estado para facilitar la reinserción de los desmovilizados.
En ese marco, gran parte de los colombianos percibió como injusto que las FARC obtuviesen esas ventajas y el discurso oficialista basado en que era el precio a pagar por la paz no caló lo suficiente. Hay una cuestión cultural, muy fuerte en el ser humano, de buscar la derrota del que perciben como “El otro”, como el enemigo, y así se perciben a los guerrilleros de las FARC en casi todo el país. ¿Que es injusto y que cuando Uribe hizo un acuerdo con grandes beneficios con los paramilitares no tuvo objeciones? Es cierto, pero eso no cambia la cosa.
PERCEPCIONES. En segundo lugar, hay que comprender qué mostró recientemente el Brexit (o, yendo más atrás en el tiempo, la reforma constitucional de la provincia de Buenos Aires en 1990): los plebiscitos son ocasiones ideales para que las mayorías expresen su rechazo a las elites y al sistema más allá de lo positivo o no de la causa a refrendar. Muchos colombianos percibieron el tratado de paz como un acuerdo de cúpulas, ajeno a sus intereses y, puestos a votar Sí o No, eligieron enviar un mensaje de descontento al poder que va más allá del acuerdo de paz.
También hay que salir de la visión adolescente de que el sistema y el poder siempre son los malos. La agenda progresista es acompañada y empujada por el poder y el sistema no solo en Colombia (en nuestro país, por ejemplo, Mauricio Macri tiene una vicepresidenta y la principal gobernadora), pero es muy difícil que construya mayorías. La igualdad entre el hombre y la mujer, el matrimonio igualitario y, en este caso, la paz, son causas nobles pero las demandas populares son otras.
Hay, en el plebiscito colombiano, como lo hubo en el Brexit, un malestar con la globalización que promueve y extiende valores progresistas pero que no resuelve cuestiones de fondo como corrupción, inseguridad, desigualdad, acceso a la tierra, desocupación, etc. La democracia bajó en su nivel de imagen positiva en Latinoamerica al 54%, según la última encuesta de Ibarómetro. Mucha gente en Colombia y en la región empieza a verla como parte del problema y no de la solución. Preocupante.
DERROTAS MÚLTIPLES. En ese sentido, hay que ver como los derrotados de este domingo no solo al presidente Juan Manuel Santos y al líder guerrillero Timochenko. También perdieron el papa Francisco, Barack Obama, Ban Ki Moon y todos los presidentes de la región que empujaron desde afuera el voto por el Sí. También perdieron todos los partidos políticos colombianos que, excepto el de Uribe, fueron por el Sí; las encuestadoras que, como mínimo, anticipaban 20 puntos de diferencia a favor del Sí y los medios tradicionales, que, en su mayoría, salvo la cadena de TV RCN, también apoyaban el Sí. En este último caso se percibe cómo las redes sociales son cada vez más fuentes alternativas de información y no tienen los filtros que tienen los medios.
¿Qué significó esto? Poca gente leyó las 297 páginas del laborioso y elogiado acuerdo de Paz pero muchos “compraron” información dudosa o falsa sobre las consecuencias del mismo que circularon con fuerza en los grupos de whatsapp. Que el gobierno iba a aumentar los impuestos para financiar a las FARC, que los jefes guerrilleros se dan vida de ricos en La Habana y/o Venezuela, que el resultado del Plebiscito no importaba porque el tratado ya estaba firmado, etc.
SIN PLAN B. Por último, hay que atender cuestiones específicas de la realidad colombiana. En la mayoría de las zonas afectadas por el conflicto (no en todas) ganó el Sí al igual que en la más cosmopolita y mediatizada Bogotá, pero en las grandes ciudades del interior y en las zonas no afectadas por la guerra ganó el No. Enojados, los partidarios del Sí acusan a los que “ven la guerra por TV” de “mandar a la muerte al resto del país”, pero lo cierto es que en las zonas afectadas la diferencia a favor del Sí no fue tanta y la movilización a votar tampoco fue tan masiva.
¿Cómo sigue esto? No hay certezas y da la impresión de que nadie aquí, ni siquiera Uribe, tenía un Plan B. Por lo pronto, las reacciones han sido positivas. El presidente Santos ha dicho que va a insistir con la búsqueda de la paz y que va a mantener el cese de fuego y las FARC anunciaron que no se mueven de su compromiso de luchar de ahora en adelante solo con la palabra y ya no con las armas. Uribe, por su parte, sorprendió afirmando que buscará un gran pacto nacional para lograr la paz con las FARC aunque, por supuesto, bajo otras condiciones. El papa Francisco – cuya popularidad definitivamente no se traslada a votos- insistió con que solo irá a Colombia cuando haya una Paz asegurada.