La alfombra roja que de forma tradicional se extiende desde las escalinatas del ingreso principal del Senado bonaerense, hasta el final de esa vereda de la avenida 7, en La Plata, no fue recorrida por la gobernadora, María Eugenia Vidal.
La mandataria esquivó este protocolo, y prefirió ingresar de forma apresurada por uno de los laterales de la manzana que ocupa el Palacio legislativo, en pleno centro platense.
Antes, se había asegurado el control total de los ingresos, a través de los 150 efectivos de la policía Metropolitana, que mandó ubicar en cada uno de los portones de acceso al edificio.
La decisión se notó en el celo que mostraron los uniformados, y en el malestar de los empleados del lugar, poco habituados a esa “control”.
En las calles que rodean al edificio legislativo, se notó el cambio que esgrimen desde el nuevo gobierno.
Aunque en este caso fue de forma. Tras 28 años de gestión peronista en la provincia, fue la primera asunción que no mostró el color de las movilizaciones, los canticos, bombos, y ruidos típicos de la liturgia PJ.
Los intendentes que se hicieron presentes, no fueron acompañados por micros poblados de simpatizantes, sino por apenas algún colaborador.
En el recinto de la Cámara Baja, donde fue la jura, no hubo papelitos, gritos o cánticos. Solo una efímera interrupción de una mujer, que aprovechando un silencio, grito “aprende Cristina” en alusión a la decisión de la ex presidenta, de no acudir a la jura de su sucesor, Mauricio Macri.
Pero la proclama no tuvo rebote, y generó caras de desaprobación de todos los bloques, incluso de la propia Vidal.
Tampoco hubo papelitos, ni gritos de apoyo. Solo algunos aplausos y silencios respetuosos cuando el tono de la gobernadora lo requería.
Los radicales fueron los únicos que se animaron a dar un poco de color, entusiasmados quizá por este repunte electoral.
“Adelante radicales, adelante sin cesar…” cantaron a coro en el recinto, contentos, y vivaron todas las veces que pudieron a su vicegobernador, Daniel Salvador.
El tono moderado del discurso de la mandataria, no generó reacciones adversas por parte de los opositores, que en su mayoría se mimetizaron con el tono conciliador del nuevo gobierno.
La salida de Vidal, ya con la banda celeste y blanca cruzando su elegante vestido azul marino, fue también sin estridencias.
Rodeada por la seguridad, la gobernadora subió a su auto, y luego pasó de allí a una combi con parte de su gabinete, para dirigirse presurosa al Congreso, para presenciar la asunción de su jefe, el presidente electo, Mauricio Macri.