El ánimo cambió al ritmo de los resultados. El cierre de los comicios se vivió con cautela inicial en el búnker del Frente para la Victoria montado en el Luna Park. Pero a medida que fue pasando el tiempo la expectativa se convirtió en decepción. Pasada la medianoche, el oficialismo aceptaba lo que ya calificaba como una muy mala elección de Daniel Scioli y admitía la posibilidad de perder el ballotage.
“Esto es un desastre”, se lamentaba cerca de la medianoche un hombre de la comunicación provincial. Sin medias tintas, en el búnker del sciolismo se entendía que los números oficiales marcaban un escenario tan imprevisto como decepcionante. De a poco, funcionarios e invitados fueron dejando el vip montado en una carpa ubicada afuera del Luna Park con caras de preocupación. Antes de la 1 de la madrugada el candidato a presidente del Frente para la Victoria había dejado el búnker con una realidad muy distinta de la prevista.
Los dirigentes comenzaron a llegar al búnker cerca de las 19, después del cierre de los comicios. La mayoría se fue reuniendo en la carpa blanca de unos 50 metros de largo montada afuera del estadio. Entre medialunas, brownies, alfajores de maicena y café conversaban varios ministros del gabinete provincial, como Silvina Batakis, Alejandro Arlía y Ricardo Casal, los primeros en dar el presente.
Aunque con cierta cautela, el sciolismo aseguraba a esa hora que ganaba la elección por amplio margen, aunque los voceros no se animaban a apostar por el triunfo en primera vuelta. “Estamos entre 9 y 12 puntos arriba”, aseguraba un operador, con el boca de urna de un encuestador. Entre los dirigentes circulaban números nacionales y de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires, la principal preocupación del oficialismo.
De a poco fueron llegando más dirigentes. El ministro de Educación, Alberto Sileoni, el de Defensa, Agustín Rossi, el titular de la CGT oficialista, Antonio Caló, el ex juez de la Corte, Raúl Zaffaroni, y algunas figuras del espectáculo, como Moria Casán, Graciela Alfano, y la ex mujer de Diego Maradona, Verónica Ojeda, que acompañaba a la diputada Dulce Granados. Más tarde se sumaron los diputados nacionales Diana Conti, Mara Brawer, Carlos Kunkel, Gastón Harispe, el legislador porteño Gabriel Fuks y el dirigente Luis D´Elía.
“Le está yendo muy mal a Aníbal”, admitían por lo bajo los dirigentes. Antes de que Scioli hablara sobre el escenario del Luna Park, en el comando de campaña se especulaba con que la diferencia entre el candidato del oficialismo y quien resultó finalmente gobernadora electa, María Eugenia Vidal, se achicaba de manera sustancial.
Entre empanadas y pizzas que circulaban en el cada vez más concurrido búnker, comenzaron las hipótesis sobre las razones de lo que ya se veía que sería un mal desempeño de Aníbal. Los intendentes que jugaron en las primarias con la fórmula de Julián Domínguez y Fernando Espinoza fueron los primeros apuntados como responsables. “Se la están cobrando a Aníbal”, aseguraba un dirigente de la provincia, que protestaba por la decisión de haber llevado al jefe de Gabinete como candidato bonaerense. Por lo bajo, toda la dirigencia apuntaba al gran ausente de la elección, Florencio Randazzo. “Ganaba la provincia caminando. Si hubiera aceptado ser candidato, hoy no estábamos así”, protestaba un funcionario nacional.
Para ese entonces, en el PJ de la Ciudad ya analizaban la posibilidad de ballotage. Con los primeros boca de urna, los principales dirigentes porteños estimaban que la diferencia con Mauricio Macri no alcanzaría los diez puntos necesarios. Pero nunca se consideró que la diferencia podía ser tan escasa. “Está dando un discurso de campaña. Está claro que hay ballotage”, decía un diputado nacional mientras miraba por la pantalla a Scioli, que hablaba sobre el escenario del Luna Park.
En la carpa reinaba el desconcierto. Aunque los dirigentes sabían que los números estaban ajustados – durante toda la tarde lo repitieron los voceros del sciolismo – esperaban que el candidato anunciara una realidad diferente. “Ratificamos que nuestra prioridad son los humildes y la clase media. Los cambios tienen que seguir para adelante”, decía Scioli, mientras reivindicaba la nacionalización de YPF y Aerolíneas Argentinas, la Asignación Universal por Hijo, y convocaba a alfonsinistas, socialistas y progresistas. En la carpa sonaron algunos aplausos aislados y la diputada Conti ensayó una arenga, que contagió a unos pocos asistentes.
“En una hora nos volvemos a ver, con más información”, prometió Scioli. Pero con la publicación de los datos oficiales en el Luna Park empezó a sobrevolar la sensación de que el candidato no volvería. De a poco los dirigentes fueron dejando la carpa para invitados. Los más cercanos lograron llegar hasta la intimidad del VIP donde Scioli recibía resultados directamente desde el centro de cómputos oficial junto a su hermano, Pepe, Karina Rabolini, Alberto Pérez, Gabriel Mariotto, Gustavo Marangoni, Jorge Telerman y Juan Courel, entre otros. En el primer piso, el titular de la Anses, Diego Bossio, anunciaba sin anestesia una diferencia cada vez más acotada entre Scioli y Macri. “Cuatro puntos”, decía.
Antes de la una de la madrugada, el gobernador bonaerense dejaba el búnker del Luna Park. Para ese entonces el peronismo, con Aníbal al frente, había perdido por primera vez la gobernación de la provincia de Buenos Aires, a manos de María Eugenia Vidal. En el hotel Intercontinental, varios integrantes de La Cámpora acompañaban al jefe de Gabinete. Ninguno había pasado por el comando sciolista.