Matías Moscoso
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Matías Moscoso
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A mediados de 2009, previo al lanzamiento del Fútbol Para Todos, la gran mayoría de los clubes de Primera División y del ascenso estaban agobiados financieramente, con deudas millonarias que hicieron peligrar el inicio de los torneos de AFA. Esa situación límite pareció marcar un antes y un después, porque se prometió que con la ayuda de la televisión, el saneamiento de las instituciones sería un hecho. Lo que no se tuvo en cuenta, o no se quiso ver, fue que la pésima realidad económica de los clubes era producto en primer término de los irresponsables manejos dirigenciales. A poco más de cuatro años, todo sigue igual, o peor aún.
El ex gobernador de Chaco dijo que los clubes deberán firmar “un contrato que tenga precisión en cuanto a metas financieras para los clubes, para los próximos dos años”. “Esto es que todos los clubes presenten un plan financiero, un presupuesto y el cumplimiento estricto del presupuesto contra transferencia”, detalló además.
También se busca potenciar al fútbol en materia de comercialización internacional e imponer mecanismos de federalización, algo que se intenta hacer con la Copa Argentina y que cuando termine el Torneo Final y arranque el próximo certamen después del Mundial de Brasil, se aplicará de igual manera a la competencia local –algunos hablan del nacimiento de un campeonato con hasta 30 equipos-.
Hace poco más de cuatro años, precisamente en agosto de 2009 y previo al comienzo del Torneo Apertura de Primera División, la situación estalló. Se habló día y noche de cómo estaban los clubes y todo parecía indicar que ese problema iba a marcar un verdadero punto de inflexión, generando conciencia en los dirigentes, que conducían irresponsablemente a las instituciones. La salvadora sería la televisión. En ese marco nacía el novedoso programa estatal Fútbol Para Todos, casi como un salvavidas mágico para reflotar a Boca, River, Independiente, San Lorenzo y muchos más.
El titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, se reunió por aquellos días con Grondona, en el marco de la millonaria deuda que los equipos mantenían con el organismo estatal, en ese momento equivalente a 338 millones de pesos. Los apuntados eran exactamente 28 equipos -entre la Primera División, la B Nacional y la Primera B-.
La AFA le solicitó precisamente en ese momento a la empresa Televisión Satelital Codificada –la titular de los derechos de transmisión de los torneos, que estaba integrada por el Grupo Clarín y Torneos y Competencias- que desembolse 720 millones de pesos por las próximas dos temporadas para auxiliar a los clubes. Eso se rechazó.
Después de varias negociaciones, a mediados de agosto la presidenta Cristina Fernández anunció mediante cadena nacional que los 10 partidos de la fecha se iban a ver en directo, gratis y por canales de aire. “Yo no quiero una sociedad de secuestros, ni de personas, ni de imágenes, ni de goles. El 50% de las ganancias va a ser destinado a la AFA y el resto, a promocionar el deporte olímpico”, dijo la mandataria.
El Gobierno acusó al Grupo Clarín de haber estado comercializando los derechos de transmisión del fútbol argentino a discreción. Los domingos a la noche, el clásico Fútbol de Primera por Canal 13 mostraba todos los goles de la fecha, conducido por Enrique Macaya Márquez y Marcelo Araujo, este último hoy paradójicamente relatando domingo a domingo los encuentros más importantes del torneo, desempeñándose como la cabeza del Fútbol Para Todos, denominado “el relator del pueblo”.
Las cosas cambiaron. Ahora, la plata de la televisión tampoco alcanza. Las transmisiones dejan mucho que desear, son muy criticadas por el pobre nivel que en algunos partidos dejan en evidencia a los comentaristas con sus análisis y a los relatores, con sus recurrentes equivocaciones a la hora de nombrar a los jugadores. También muchos ponen bajo la lupa cómo el Gobierno utiliza las previas de los partidos y los entretiempos para publicitar la gestión, por momentos hasta de manera desmedida.
El plantel de All Boys, por ejemplo, no arrancó a tiempo la pretemporada por la deuda de hasta ¡siete meses! de la dirigencia. El presidente Roberto Bugallo no ocultó el panorama negro que afronta, porque admitió que es prácticamente imposible generar recursos para conseguir la plata. Sólo por citar un caso. Ni hablar de las sumas exorbitantes de dinero que deben clubes que tiempo atrás fueron un ejemplo en el manejo, como River e Independiente –los dos conocedores de la B Nacional, algo que era completamente inimaginable en más de 100 años de historia-.
A esto se le suma el descontrol que ya desde hace varios años ocasionan los violentos en las canchas. Las dirigencias y el gobierno no pueden –o no quieren- ponerle fin a esta situación que terminó tristemente pintando una imagen que por el momento es indeleble. El público del fútbol se ha acostumbrado a ver las canchas vacías, con la prohibición de los hinchas visitantes –que ha quedado demostrado que no soluciona nada de fondo-; a seguir los partidos en horarios y días insólitos, sin previa organización y con una desprolijidad hasta irrisoria –nadie sabía si el partido final del último torneo entre Vélez y San Lorenzo iba a jugarse, a media hora del inicio pautado-; y a quedar a merced de la barrabrava que en determinados partidos decide si se juegan o no.
Todo esto se ha naturalizado, y esto es lo grave.