¿Massa perdió la brújula o nunca la tuvo?

El intendente de Tigre supo llevar la indefinición de su candidatura hasta los últimos 100 metros. Demostró maestría en el manejo de los tiempos y de los silencios de sus coroneles, un grupo de intendentes en casi su totalidad de origen peronista que jugaban a enviar mensajes contradictorios.

Los que por lo bajo aseguraban que Sergio Massa no debía jugar y esperar hasta 2015, se transformaron en voceros de que había que jugar sí o sí y los que históricamente habían sido “halcones”, se transformaron en palomas.

 

En los despachos de la Casa Rosada y en los de la Gobernación bonaerense, las apuestas de que el intendente de Tigre no jugaría en este turno electoral, perdieron y más de un massista ofreció entregar turnos para hacer efectivo el cobro de las apuestas ganadas.

 

Los massistas decían, antes del cierre, “que hablen, que digan lo que quieran, para nosotros es publicidad gratis, el 22 se van a llevar una gran sorpresa”. Massa se mantenía equidistante de kirchneristas y opositores, y se basaba en algunos estudios de opinión pública para decir que cuando se le pregunta a la gente dónde ubicaría en un tablero a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, lo hacía en un extremo del tablero; y cuando se les preguntaba por el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri o por el diputado Francisco de Narváez, los ubicaban cercanos.

 

En cambio, a Massa lo ponían separado de ambos, lo que inspiró la idea de que podía transitar por el medio de la calle, ni por una vereda ni por otra, y desde ahí entrar en confrontación. La sociedad lo elegiría como la solución a los problemas que aquejan.

 

¿Pero qué pasó en las 48 horas previas al cierre? ¿Por qué accedió a sentarse a negociar con los operadores del gobernador Daniel Scioli a cerrar listas de manera conjunta, a pesar de que hoy lo nieguen y lo enfrenten de manera feroz y hasta desmedida?

 

¿Y por qué decidió, luego de frustrarse el acuerdo con Scioli, sumar a los intendentes y legisladores alineados con Macri que se habían quedado sin alianza con De Narváez? Los que con la candidatura de Carlos Melconian habrían tenido un fracaso estrepitoso, desapareciendo de la escena política bonaerense, no solo perdiendo la representación parlamentaria en la Legislatura, sino también personería del PRO provincial, sin contar el papelón.

 

Sin entrar en las críticas banales que los ultra kirchneristas le hacen a Massa, como tener entre sus filas a intendentes con mandatos infinitos como Jesús Cariglino o Gustavo Posse, ya que en las filas del kirchnerismo prestan servicios Raúl Othacehé y Hugo Curto, o la supuesta vinculación al monopolio mediático antikirchnerista Clarín, lo cierto es que parecería que los movimientos del tigrense son de un gran ajedrecista. Esos movimientos encontraron su encrucijada a partir de la noche del 22 de junio.

 

Lo que fue una fiesta y euforia, se convirtió en incertidumbre y versiones cruzadas entre las que algunos decían que no se había cerrado un acuerdo con el PRO y aparecía, nada más y nada menos, que el intendente de Vicente López y primo hermano de Mauricio, Jorge Marcri. Las tensiones durante los 7 días siguientes fueron notorias con eliminación de listas, fusiones y listas superpuestas. El massismo armó listas con el PRO bonaerense, de esto ya no quedan dudas.

 

Pero ¿qué paso con ese político que midió todos sus movimientos de manera milimétrica y que tenía claro cuál era el espacio para conquistar el triunfo? ¿No existía ese camino en el medio? ¿El marco de alianzas desperfiló su armado? ¿El kirchnerismo no está tan muerto como parecía?

 

La verdad es que los interrogantes están a la orden del día, las encuestas lo muestran estancado y en las últimas horas incorporó a sus filas a Eduardo Amadeo con bombos y platillos, como si sumaran a alguien que al electorado le interesa. Un candidato que el 11 de agosto difícilmente hubiera alcanzado el 1,5 % necesario para llegar a octubre.

 

Sergio Massa tenía claro dónde iba o se subió a un ring subestimando la capacidad de reacción del kirchnerismo gobernante. Subestimó la capacidad del oficialismo que pasó de ver a Daniel Scioli como el peor de todos los males y se sacó fotos con Mauricio Macri, Hugo moyano y hasta con Julio Cobos, a verlo como el motor de la campaña y el heredero de Néstor Kirchner.

 

¿Qué lo lleva a Sergio Massa a hacer un spot televisivo sacándose el saco y planteando que si quieren pelea va a dar pelea, con una estética demodé que recuerda a los spot de campaña de Aníbal Ibarra en 1999?

 

Massa se equivocó, nunca tuvo el rumbo claro, perdió la brújula, o fue la capacidad de reconversión del kirchnerismo que planteó un eje claro y duro. “En la vida hay que elegir” frente a las indefiniciones y a un discurso de amor y paz, y a la capacidad de pelea del kircnerismo y de los soldados de Cristina que se convirtieron a ovacionadores de Daniel Osvaldo con un combo muy difícil de enfrentar.

 

Sergio Massa tiene uno de los desafíos más importantes de su vida. Tomó una decisión importantísima: la de subirse al ring y dar pelea, cosa que a todo hombre se le respeta, pero ¿alcanza con la voluntad de pelear o hay que tener claro por qué y para qué?

 

Será que no es lo mismo la opinión pública y la buena imagen que la intención de voto y las necesidades que tiene el pueblo (aunque este término suene viejo).

 

Massa es solo un producto del marketing que no conecta con los problemas de la sociedad real. Solo las urnas hablarán y demostrarán si el camino emprendido siempre estuvo claro o si tendrá que hacer reajustes para mostrarse tan sólido como alguna vez pareció.

 

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