La gran interna abierta que el peronismo bonaerense librará en los comicios legislativas quedó sincerada ayer con el simulacro de campaña por las PASO liderado por dos de sus máximos competidores, Cristina Fernández y Sergio Massa, bajo una definición restrictiva en común: impedirle a Francisco De Narváez ser parte de esa disputa que, en lo esencial, gira en torno al voto fidelizados por el Partido Justicialista.
Denominación que, en otra coincidencia, eluden por igual el Frente para la Victoria y el Frente Renovador para no sensibilizar todavía más a los sectores medios pero que, de forma paradójica, les devuelve parte del alma al cuerpo de sus creencias ante la incertidumbre de una sociedad indecisa como expresión del desencanto con la política.
Esa necesidad hace del Conurbano el campo de batalla para evitar que De Narváez no llegue hasta el altar donde irá a celebrarse en diciembre el ritual consagratorio de la sucesión presidencial en el 2015. La polarización entre las listas que lideran los intendentes de Tigre y de Lomas de Zamora, Martin Insaurralde, permiten leer con detenimiento el mensaje de la desesperada urgencia de Hugo Moyano en el parto de 24 horas decretado por el sindicato de Camioneros.
Mensaje de naufragio que Massa sacó ayer de una botella al validar la justicia del reclamo en su discurso de presentación de candidatos en Tigre. Pero el objetivo primario del faenamiento del peronismo no basta para llegar al 11 de agosto en condiciones de persuadir voluntades que inclinen la balanza en octubre.
El escenario de paridad que imaginan ambos bandos guarda poca relación con los sondeos difundidos el pasado fin de semana por la prensa aunque los datos que manejen no difieran demasiado de esos. Es lógico, finalmente, que la lectura política de los nuevos caudillos del Conurbano no sea la de los Medios más refractarios con el gobierno nacional, inquietos en revalidar cuantos antes el atributo de darle inicio y final a los acontecimientos.
Desde el campamento de Massa especulan con una victoria ajustada en la Primera Sección Electoral para el Frente Renovador, que perdería en la Tercera por estrecho margen pero a raíz “de las obras derramadas” allí por el oficialismo. Algunos números abonarían esa hipótesis: en Esteban Echeverría, la intención de voto de Massa es del 27 por ciento y la de Insaurralde de 31 puntos, mientras que en Lanús se invierten esas cifras y el de Tigre se impone a la Presidente por el mismo margen, de acuerdo a un sondeo encargado a Julio Aurelio, gurú respetado en las dos orillas y consultor de jefes comunales a uno y otro lado.
La diferencia a favor del oficialismo en esa región llegaría de la mano de los abultados resultados que recogería en La Matanza y Lomas de Zamora que no llegaría a ser compensado con el también importante que obtendría el Frente Renovador en Almirante Brown. En todos los casos, se espera que los intendentes Fernando Espinoza, Martín Insaurralde y Rubén Darío Giustozzi se impongan por más del 50 por ciento.
Cada uno de esos casos ofrece una lectura propia: Espinoza se cuece en el rencor de no haber obtenido el primer lugar de la lista que fue para Inssaurralde casi tanto como Verónica Magario. Primer concejal y reemplazo efectivo si el Intendente hubiese cumplido su deseo resistió hasta donde pudo proponiendo a Rosa Martínez para ocupar el cupo femenino por su partido.
Más conocida por el apodo de “Pocha Russo” la esposa del legendario dirigente matancero, Federico Russo, declinó la oferta. Como otros referentes, la coordinadora de delegaciones municipales duda de la capacidad de Espinoza de articular al peronismo local reunido todavía en torno al extrañamiento de Balestrini: como Espinoza, su esposa María del Carmen será una candidata testimonial entre los concejales.
Como se apresuraron a instalar desde su entorno, Insaurralde precisa reunir cerca del 30 por ciento del total de votos en la Provincia para que su salto al Congreso no lo deje debilitado en Lomas de Zamora. Es una visión compartida por Massa pero bajo otro criterio: especula con un resultado por debajo de esa expectativa sería más factible que volviesen a entenderse.
El de Tigre se mostró decepcionado por algunos conceptos que le dirigió. “Es difícil volver de algunas cosas que se dicen en la campaña. Tal vez podamos tener un acuerdo. Pero no será lo mismo”, se confesó ante sus íntimos. Hasta que llegó a la Intendencia por la renuncia de Jorge Rossi, Massa era la única referencia de su joven currículum.
Quizás con este antecedente los más ultras del Gobierno lo empujan a internarse río arriba del kirchnerismo. La travesía hacia ese “corazón de las tinieblas”, según rotula alguien que ya la recorrió, sería más incierta aún en compañía de Carlos Kunkel, Cuto Moreno, Diana Conti y Edgardo Depetris, según trascendió el pasado fin de semana. Desde su entorno rechazan haber filtrado eso a la prensa y lo mismo hace la Casa Rosada:
Los primeros borradores de la era post K que redacta el oficialismo dictados por una realidad ineludible permanecerán anónimos por mucho tiempo: nadie quiere rubricarlos como documentos.
Si la estrategia con Giustozzi fue poner en equilibrio esas descompensaciones, el efecto no es hasta ahora el deseado. No solo por su reciente desliz con el PRO que le valió en el lanzamiento de Tigre un trato protocolar del massismo y de su líder. “Si no comprende la dimensión de Sergio va a estar en problemas” aseguró un dirigente que sigue de cerca la relación entre ambos.
Massa ordenó a José Luis Pallares intervenir como enlace propio en la coordinación del Frente Renovador en la Tercera, que comparten en medio de tensiones Giustozzi y Alberto Roberti. Al senador provincial se le reconoce la sutileza suficiente para desarrollar tal expertise: medió entre La Juan Domingo y Juan Gabriel Mariotto para fijar reglas de convivencia en la Cámara Alta.
Pero es además quien modera las apariciones de Cacho Álvarez en Tigre. Método elegido por Massa para presionar al intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, a quien considera el más K de los del Conurbano, seguido de cerca por el de Lanús, Darío Díaz Pérez.
Massa viene tejiendo en la Tercera un juego propio de relaciones. En especial, con aquellos actores que no fueron contenidos por el intendente de Almirante Brown y con la expectativa de una oferta más generosa y amplia para el 2015. Así se lo hizo saber a Diego Molea a quien recibió en su despacho el pasado 1º de julio.
Allí asumió en forma personal la responsabilidad de no haber incluido al rector de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora entre los candidatos a diputados provinciales por la Tercera. Molea abandonó la reunión convencido de que el de Tigre es el único jefe del Frente Renovador: Giustozzi supo de ella a través de Massa quien le avisó por teléfono.
El de Almirante Brown le había propuesto al rector un encuentro de los tres que venía tramitando con Massa para compensar no haber cumplido la promesa de defender su lugar como uno de los dos que logró en aquella nómina.
No es la única grieta: Mariano Cascallares acaba de sumar entre quienes colaborarán con el Frente para la Victoria a Jorge Antonio Villaverde y Marta Helguero. El ex diputado nacional y candidato a intendente derrotado por Giustozzi en el 2007 prohijó la lista del Frente Renovador de Mario “Canario” Serrano a instancias de su amigo Fernando Galmarini.
Junto a la respaldada por Roberti y encabezada por Carlos Alende, nieto de Oscar, “El Bisonte” del casi desaparecido Partido Intransigente, su omisión fueron dos de las primeras exigencias de Giustozzi a Massa para un entendimiento. Lo que podría calificarse de situación inédita y excepcional: – simpatizantes del intendente de Tigre terminen respaldando a candidatos del Frente para la Victoria – deja de serlo cuando se acepta que es apenas un paso más de la larga disputa que promete el peronismo.