El viernes próximo, en Paraná, capital de Entre Ríos, Urribarri será el anfitrión de una cumbre kirchnoperonista a la que invitará, además de funcionarios y dirigentes, a todos los gobernadores enlazados al dispositivo K. Sólo excluirá a uno: Daniel Scioli.
El llamador es Gestar, el instituto de formación política que Néstor Kirchner impulsó en el PJ nacional, preside el cacique de San Juan José Luis Gioja, y en la práctica es la única institución del peronismo orgánico con alguna actividad sistemática.
El protocolo no escrito de Gestar, organizador formal de la juntada de la semana próxima, otorga plenos poderes al gobernador local sobre a quién invitar y a quién excluir del encuentro. Un eco feudal que autoriza a Urribarri a dejar afuera, por caso -mientras no haya una contraorden de Casa Rosada- a Scioli.
Nada es casual. En la pizarra anímica del kirchnerismo, el entrerriano figura como el más cristinista de los mandatarios, apenas flanqueado por el chaqueño Jorge “Coqui” Capitanich. Vaivenes de la vida: llegó a la gobernación, en 2007, como delfín de Busti, un fervoroso anti-K.
Tiene una deuda de gratitud con Pedro “Pemo” Guastavino, el senador de Gualeguaychú, un protegido de Olivos, que antes de aquella interna convenció a Néstor Kirchner, que prefería a Julio Solanas, que apoye a Urribarri porque luego mutaría en kirchnerista.
El patagónico le creyó a pesar de que Urribarri había sido durante tres años el secretario de Gobierno de Busti, tan disciplinado y manso que el caudillo lo impuso como su heredero. El tiempo le dio la razón a Guastavino: la metamorfosis del “Pato” fue casi inmediata.
Más tarde, Urribarri se anotó, explotando con destreza la suficiencia de Busti, otra jugada: reformó la Constitución para permitir su reelección y lograr su segundo mandato. Con su expadrino replegado, ahora domina el mapa entrerriano: los 17 senadores y 19 de los 34 diputados provinciales le responden.
En ese Palacio, el gobernador tiene un delegado sanguíneo: su hijo Mauro es el secretario de la Cámara, un cargo que dice mucho menos que lo que realmente es (y hace). Está, de hecho, a cargo de la logística del encuentro de Gestar.
Con esos números -todo el Senado y mayoría propia en Diputados- tiene juego suficiente para volver a retocar la carta magna local y permitirse un tercer mandato. Pero prometió no hacerlo porque, aunque no lo dijo ni lo dirá en público, se siente en carrera como sucesor de Cristina.
Amigo “Pato”
El muchacho que se crió en Arroyo Barú y como muchos pibes fantaseó con jugar en la primera de Boca -algo que, como una revancha feliz, logró su hijo Bruno- tuvo la semana pasada días de efervescencia cuando en la Asamblea Legislativa Cristina de Kirchner invocó su nombre.
“Mi amigo el ‘Pato’”, dijo la Presidente, una categoría esquiva en ella al menos en el terreno de la política. Horas antes, en un movimiento sorpresivo, el entrerriano había acompañado a Gabriel Mariotto en un acto de Unidos y Organizados (UyO) en Esteban Echeverría.
A esa hora, varios gobernadores estaban en la sede del PJ nacional en Matheu 130, pero Urribarri, el primer mandatario que se sumó a Unidos y Organizados al despuntar 2012, se trepó a un escenario en el conurbano bonaerense donde el sciolismo gobernante no había sido invitado.
El encuentro de la semana próxima en Paraná profundiza esa línea: reúne al kirchnoperonismo, deja explícitamente a Scioli afuera pero, además, muestra un ejército local y nacional el mismo día que José Manuel de la Sota tiene previsto un acto con Busti en Entre Ríos.
Una jugada a dos bandas porque, además de -según anticipan a su lado- mostrar el “despoder” del bustismo, planea reunir al grueso de los gobernadores, desde Gioja hasta Juan Manuel Urtubey, y una larga hilera de personajes K: de Diego Bossio, que logra hacerse tiempo en la ANSES para además cumplir tareas en Gestar, a Carlos Kunkel.
La dimensión y centralidad que Olivos le da al encuentro de Entre Ríos, donde Urribarri será el orador central, dejó sin fecha la cumbre que el peronismo bonaerense organizó para mañana en La Matanza y que se suspendió por la muerte de Hugo Chávez.
El primer espasmo fue postergarlo para el viernes próximo, pero como se encima con el encuentro entrerriano, lo más probable es que la cita matancera que organizó el grupo Santa Teresita, con Fernando Espinoza y Julián Domínguez al frente, se demore dos o tres semanas.
La cancelación de la cumbre bonaerense se produjo cuando, todavía, no estaba despejada la incógnita mayor sobre convocar o no al sciolismo. Desde La Plata pedían que no los dejen afuera, pero los Santa Teresita no habían, aún, acordado qué actitud tomar.
Urribarri no tiene ese dilema. “Somos muy distintos -dice el entrerriano sobre su par bonaerense-, yo no especulo”. Innovador en el lenguaje, imputó al exvice de Kirchner el ser “tactiquero”.
Un desconocido fuera de Entre Ríos, el gobernador -que a lo Mauricio Macri se afeitó el bigote cuando comenzó a soñarse presidente- adhiere a la ecuación K que Kunkel repite en todas las sobremesas: el “modelo” tiene un 30% de los votos, especifica el diputado, que votará al candidato que diga Cristina de Kirchner.
Por eso, Urribarri sólo se esmera por ubicarse en el momento y lugar indicados para que el dedo mágico de la Presidente se pose, sabio y magistral, sobre su frente. Como una década atrás lo hizo Jorge Busti.
(*) periodista Ambito Financiero, analista político