La mayoría de las definiciones enciclopédicas coinciden en la idea de que “recordar” significa “traer algo a la memoria”. Si algo se trae a la memoria es porque ese “algo” no está presente. Es decir, “recordar” supone la situación de “no tener algo presente”, o lo que es peor, “recordar”, supone la acción de “haber olvidado algo”. Entonces, comenzaremos diciendo que no hay nada, hoy, para recordar.
La mayoría de las definiciones enciclopédicas defienden la idea de que “conmemorar” significa “recordar un determinado acontecimiento o persona”. Entonces, si “conmemorar algo o a alguien” presume la acción de tener que recordarlo, “conmemorar”, supone la acción de “haber olvidado algo o a alguien”. Entonces, más que nunca, debemos decir que hoy no hay nada que conmemorar.
Sería propicio exponer que los argentinos vamos a poder recordar y conmemorar un 24 de marzo el día en que la historia pueda ser contada bajo la estructura narrativa clásica de un texto literario, con un principio, un nudo y un desenlace. Mientras esa historia no tenga un final, seguiremos siendo protagonistas, como sociedad, de la novela más dramática y sangrienta escrita desde aquel 25 de Mayo de 1810.
Todavía, hay madres y abuelas que salen todas las mañanas con fotos, documentos y papeles en sus carpetas para presentarse en tribunales, en organizaciones sociales, en hospitales, en escuelas, en iglesias, o en la casa de algún vecino, con la única esperanza de poder cerrar esta historia, de poder recuperar y pedir por los 37 años que les fueron robados. Todavía hay hermanos, muchos que ya pisan los cuarenta, que se suben todas las mañanas a algún colectivo en Plaza Italia, o que miran cara a cara a todas las personas que se cruzan en las tribunas de Gimnasia y Estudiantes, con la única expectativa de encontrar algún rasgo que les sea familiar en algún rostro ajeno. Todo eso, para poder cerrar esta historia. Todavía hay organizaciones que luchan todos los días (todos los días, todos los días) para que se siga avanzando en las investigaciones que por tantos años fueron trabadas en la Justicia en consecuencia de las más variadas conveniencias políticas.
La memoria es una de las funciones más complejas del cerebro, funciones que nos permiten poseer la facultad de codificar, almacenar y evocar información y sucesos del pasado. Pero tener memoria social no es livianamente recordar lo que pasó. Tener memoria social no es simplemente conmemorar un hecho como si se tratase del triunfo o derrota de una batalla en épocas de revoluciones independentistas. No al menos para esta historia. Tener memoria social no es recordar a alguien como si se intentara homenajear el legado dejado por algún pensador de grandes influencias políticas. Tener memoria es tener conciencia. Tener memoria es tener conciencia de lo que pasó. Tener memoria social es resignificarse como sociedad. Tener memoria es hacer. Tener memoria es actuar. Tener memoria es decidir, es cambiar, es luchar.
Desde las primeras horas de este domingo se han podido observar a miles de personas, en todo el país, saliendo a las calles a manifestarse, a exponerse, a cantar, a bailar, a pintar, a caminar de la mano, a mostrar banderas y remeras, a contarles al mundo que al pueblo no lo pueden hacer desaparecer. Pero esas miles de personas no han salido a recordar, no han salido a conmemorar, sino que han salido a hacer, a crear, a seguir intentando, a exigir, a pedir, a demostrar que la memoria es identidad, a demostrar que tener memoria es tener ideas, a demostrar que tienen memoria no quienes saben narrar el pasado sino quienes saben lo que quieren a futuro.
Se podría, tal vez, en algún futuro 24 de marzo, recordar todo los hechos nefastos y macabros que tuvieron lugar desde aquel día. Se podrá, entonces, volver a hablar del Plan Cóndor, de los 30 mil desaparecidos, de la Escuela de las Américas, del Mundial ´78, de Malvinas. Pero esas historias tomarán forma de historias cuando realmente se las logre cerrar como historias, cuando todo y todos estén donde tengan que estar. Mientras esto no sea así, el verbo no es “recordar”.
(*) Juan Marcos Chiramberro es periodista y docente en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP