El cónsul bolivariano y el corralito

Por Bruno Bimbi (*)

El cónsul de Venezuela hacía la fila para pagar en un supermercado de Río de Janeiro, cuando una señora se acercó y le dijo:

 

—Señor, disculpe, ¿puedo pedirle un favor?

 

—Sí, claro —respondió el diplomático.

 

—¿Podría pagar su compra con mi tarjeta y usted me da reales?

 

El hombre se quedó pensando, no porque le molestara el pedido, sino porque no entendía. Si necesitaba billetes y tenía una tarjeta con saldo suficiente, ¿por qué no los sacaba del cajero automático?

 

—Mire, señora —le dijo, con curiosidad—, no tengo problemas en ayudarla, pero por favor explíqueme por qué.

 

—Es que soy argentina, y nuestra Presidenta… —la mujer estaba enojada y lo que dijo a continuación no vale la pena reproducirlo. En síntesis, le explicó al cónsul que, por las restricciones a la compra de divisas y el bloqueo de las tarjetas de débito para realizar extracciones en el exterior, pese a tener un buen sueldo, no tenía un centavo y tenía que pagar todo con su tarjeta de crédito, pero necesitaba billetes para los gastos del día a día.

 

La manera en que se lo dijo —repito: estaba enojada— incomodó al cónsul.

 

—Bueno, bueno, cálmese, porque si me va a decir esas groserías de la compañera Cristina, no creo que pueda ayudarla —le dijo, aunque finalmente la ayudó.

 

La escena se repite en los shoppings de la zona sur. Yo lo vi en el Botafogo Praia Shopping más de una vez. Grupos de argentinos abordan a los cariocas que están haciendo sus compras para ofrecerles pagar con sus tarjetas a cambio de efectivo. Inclusive, supe de algunos funcionarios del gobierno argentino que tuvieron que viajar, por trabajo o por razones personales, y también sufrieron la escasez de billetes. “La AFIP no me dejó comprar casi nada”, confiesan en voz baja.

 

Las casas de cambio, que antes tomaban los pesos al cambio oficial, ahora ofrecen la mitad, o menos. Los pesos, fuera de la Argentina, no sirven para nada.

 

Pero si los turistas tienen dificultades, la situación de los argentinos radicados afuera es peor y más insólita. No tengo idea de cuándo voy a cobrar por esta nota, o por las que hice para Letra P en los últimos meses. De hecho, dejé de publicar un tiempo por esa razón: cada día es más difícil recibir dinero de la Argentina. No podrían pagarme mediante un depósito en mis cuentas bancarias de allá, porque mis tarjetas de débito, como las de todos los argentinos, no pueden usarse en cajeros automáticos fuera del país. Y tampoco le permiten a la empresa hacerme una transferencia bancaria a alguna de mis cuentas en bancos brasileños. Los están bombardeando con burocracia, al estilo de La clínica del doctor Cureta, y el pobre Carlitos Marino ya parece Soledad Silveyra.

 

El ochentismo, etapa superior del morenismo.

 

La última vez que escribí sobre el tema, para la web de TN, muchos me decían: abrite una cuenta en dólares. (En realidad, también me decían otras cositas, como nos pasa a diario a quienes trabajamos en medios del grupo Clarín). Pero no es tan fácil: debería viajar a Buenos Aires (no existe forma de hacerlo desde el exterior, ni siquiera en los bancos que tienen filiales) y, aunque lo hiciera, para recibir dinero en esa cuenta, deberían ser dólares. Y ahí se cierra el círculo vicioso: la AFIP no me dejaría transferir de mi cuenta en pesos a mi cuenta en dólares. Hace unas semanas, le dije al dueño de este portal: “Si no te dejan hacerme una transferencia, mandame reales o dólares por correo, escondidos dentro de un libro o una revista”. Pero no:

 

—Aunque quisiera hacerlo así, la AFIP no me deja comprar reales, ni dólares —me respondió.

 

Si me mandara pesos encanutados (lo más absurdo de todas estas medidas es que quienes hacíamos las cosas legalmente ahora estemos pensando en cómo eludir al Estado, porque no existe más una manera legal de hacer las cosas), no me servirían para nada. La última vez que consulté, el mejor cambio local era de 23 centavos de real por peso argentino. El cambio oficial sólo existe para las transacciones bancarias, que es lo que llenaron de trabas.

 

Hay quienes piensan que esto tiene que ver con la evasión, pero es al revés: si me dejaran recibir el dinero por transferencia bancaria, no podría evadir aunque quisiera, porque para que me acrediten el dinero, tengo que declararlo, firmando un formulario del Banco Central de Brasil. Todos los años presento mi declaración jurada ante la Receita Federal, incluyendo los pagos que recibo de la Argentina. Todo en blanco.

 

Y si alguien trabaja en negro (lo he hecho muchas veces), no es culpa del laburante, sino del Ministerio de Trabajo, que lo permite.

 

Es más: en ninguna empresa hay tantos contratos basura como en el Estado (nacional, provinciales y municipales), que desde el menemismo (y sin que los gobiernos posteriores hicieran nada para resolver el problema, que aumentó) contrata con monotributo, haciendo desaparecer toda la legislación laboral del primer gobierno de Perón.

 

Las autorizaciones a los turistas tampoco tienen que ver con la evasión.

 

En la AFIP, nadie explica el por qué de nada y nadie sabe cuál es el criterio para decidir cuánto puede comprar cada uno. Parece el viejo sorteo de la colimba. A un amigo que vino en febrero a Río no le dejaron comprar nada. Ni un centavo de real. Trabaja en blanco y gana un muy buen sueldo. Paga Ganancias. Así, fomentan el mercado negro. Muchos van a una cueva a comprar el blue o hacen lo de la señora del supermercado.

 

Pero lo más insólito es que volvimos a hablar del dólar, que era un tema que habíamos olvidado. Hay un precio oficial y otro paralelo (que, de última, podrían blanquearse mediante un desdoblamiento cambiario, como sugirió Kicilloff). Y esa irregularidad es peligrosa, porque estas medidas de excepción torpes, improvisadas y mal implementadas van a generar “adicción”, por el efecto psicológico. Después, ¿cómo se sale del cepo sin que todo el mundo salga corriendo a comprar dólares?

 

Mientras lo piensan, las cosas van empeorando.

 

Al principio, muchos usaban Western Union para recibir dinero en el exterior y burlar el corralito. Pero se avivaron. Ahora cobran una comisión absurda, que lo hace inviable. Al igual que pasa con las casas de cambio en Brasil (y supongo que pasará en otros países), los que tienen con qué se aprovechan y siempre ganan.

 

Y siempre pierden los mismos.

 

Dos amigos argentinos que vivían en Río desde hace cuatro años —creo que al menos uno de ellos votó a Cristina en 2011, como yo— están volviendo a Buenos Aires, llenos de tristeza. Allá tienen un departamento que habían puesto en alquiler. Con el alquiler de allá pagaban el alquiler de acá, y con el sueldo de acá vivían. Ahora no pueden tocarlo: la inmobiliaria no tiene cómo enviarles el dinero a Río y ellos no tienen cómo sacarlo de su cuenta en Buenos Aires. Así que tuvieron que largar todo e irse.

 

Hay estudiantes becados para estudiar en el exterior a los que el mismo Estado que les paga la beca por una ventanilla, depositándoles el dinero en su cuenta argentina, les prohíbe usarla, por la otra, bloqueándoles la tarjeta de débito. Si un familiar quisiera ayudarlos, no podría enviarles dinero.

 

Se lo contás a cualquier persona, acá, y no te cree. Piensa que es una joda.

 

No puede ser que seamos tan improvisados.

 

Dicen que es para evitar la fuga de capitales, pero, seamos realistas: ¿alguien fuga capitales por cajero automático con una tarjeta de débito?

 

A ver…

 

Ponele que estas medidas fueran realmente necesarias. Ponele.

 

Aun así, el perjuicio para los argentinos que vivimos en el exterior se podría haber evitado de una manera muy sencilla: con el registro consular, que todos hacemos para tramitar la residencia, se podía habilitar la excepción al bloqueo de tarjetas (enviando por fax al banco argentino una copia del certificado) y la autorización para recibir transferencias desde la Argentina en cuentas bancarias brasileñas.

 

¿A nadie se le ocurrió? ¿O no les pareció importante?

 

En 2011, Cristina fue la candidata más votada en los consulados argentinso en el exterior. Yo no entiendo esa necesidad de enojar gente al pedo.

 

Y estoy seguro de que también podría solucionarse la situación de los turistas, separando la paja del trigo. El riesgo cambiario no lo provoca la clase media que se va de vacaciones. Obvio que yo tampoco quiero que las corporaciones y/o los especuladores que mueven millones usen ese flujo de capitales para desestabilizar la economía o jugar con el cambio. Lo han hecho muchas veces y me parece bien que el gobierno lo quiera evitar.

 

Pero no es la señora de la fila del supermercado de Río, ni mis amigos que no pueden pagar el alquiler, ni la estudiante becada, ni el que trabaja afuera para una empresa argentina. Son otros, más grandes, que no usan tarjeta de débito y mueven cifras de varios ceros. Usá esos ceros para poner la raya en el lugar donde va.

 

Hay que apuntar bien, en vez de disparar para todos lados. Reducir los daños: los que afectan la vida de las personas comunes y también los daños políticos. La señora del supermercado de Río debería estar contenta porque puede venir de vacaciones a esta ciudad tan linda y la chica que estudia afuera con una beca, también.Repito: yo no entiendo esa necesidad de enojar gente al pedo.

 

La última vez que escribí sobre esto, como lo hice en la web de TN, me dijeron que vos porque sos de Lacorpo y bla bla bla. No me rompan las bolas.

 

Trabajo en TN y voté a Cristina. Y ni una cosa ni la otra tienen nada que ver con esto. Los problemas existen y negarlos es una estupidez. O justificar lo injustificable. O echarle la culpa a los periodistas que hacemos nuestro trabajo. O vivir borracho de conspiranoia.

 

Hay que dejar de decir Lacorpo por dos años, como diría Barrionuevo.

 

Y solucionar los problemas.

 

El gobernador de Neuquén, Rolando Figueroa, y su vice Gloria Ruiz.
La marcha contra el desfinanciamiento de las universidades por parte del gobierno de Javier Milei.

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