Los desafíos del 2013

Por Ezequiel Meler * .-

Este año, el gobierno enfrenta dos grandes desafíos: hacer frente a la compleja situación de una economía que no despega, y resolver de manera propicia el trámite electoral de medio mandato. En ambos casos, existen circunstancias que lo favorecen. En ambos, tiene razones para mostrarse intranquilo.

 

Comencemos por la economía. Los números oficiales arrojaron que en 2012 la misma se expandió apenas a un ritmo de 1,9%, en franco contraste a la baja con lo ocurrido en 2011. Lo peor del ciclo económico estuvo precisamente en la actividad industrial, que cayó 1,2% con respecto al año anterior, algo que no sucedía desde 2002. Pese a los anuncios oficiales, y a la vigencia de un mega plan de infraestructura, también cayó la industria de la construcción: el Índice Sintético de la Actividad de la Construcción mostró una caída anual del 3,2% durante el año pasado.

 

El gobierno, sus voceros y equipos técnicos arguyen que se trató de un efecto de procesos externos. Minimizan, de este modo, no sólo los problemas endógenos que la economía nacional viene arrastrando desde 2007 –apreciación cambiaria, escalada inflacionaria, caída de la inversión, erosión de la competitividad externa-, sino también los efectos de las contramedidas lanzadas desde el Banco Central y el Ministerio de Economía –como el sistema de permisos de importación, necesarios para el desempeño de la actividad industrial, y el cepo cambiario-. Según la lectura oficial, este año debería ser distinto: al pronóstico de una cosecha superior, con precios muy altos, se suma la proyección de una mayor disponibilidad de recursos por parte del fisco, consistente con menores pagos de deuda.

 

La verdad del asunto la sabremos a fin de año. Mientras tanto, parece dudoso que la recuperación, si es que ocurre, esté en marcha. La mayoría de las empresas consultadas por el INDEC proyectan un panorama igual o peor que el del año pasado, y la imagen no es irracional. Mientras tanto, en marzo el gobierno afronta una prueba en las paritarias: algunos gremios, disgustados con la pobre suba del mínimo no imponible, del orden del 20%, anunciaron que buscarán aumentos superiores al 30%. Otros, que tratarán de cerrar acuerdos sólo por seis meses. De la actitud del gobierno, últimamente muy asociado a la interna empresaria, dependerá buena parte de la pelea, que se anuncia amarga. El Ministerio de Trabajo, por ejemplo, ha anunciado que sólo homologará acuerdos salariales por un año.

 

Es ingenuo pensar que este panorama, como mínimo, claroscuro, no ha de impactar en los comportamientos políticos. Sin una expansión interesante del consumo, por ejemplo, es difícil imaginar un año electoral exitoso. Algo similar acontece con el gasto social, que viene en baja por la caída en el número de asignaciones familiares: según publica un conocido matutino, más de cuatrocientas mil familias dejaron de cobrar el salario familiar en los últimos seis meses.

 

Si bien la comparación con 2009 parece arriesgada frente a un gobierno que sólo dos años atrás obtuvo el 54,11% de los votos, lo cierto es que la economía siempre ha moldeado los humores sociales en año electoral. ¿Y cómo viene el gobierno en ese frente? Aunque todavía falta mucho terreno por recorrer, puede decirse que su mayor mérito reside en dos factores. En primer lugar, en la ausencia de una oposición nacional capaz de hacer frente a las circunstancias. En segundo término, en el hecho de que, al menos en Diputados, el rendimiento que se pone en juego por parte del oficialismo es justamente el de 2009 –y no parece razonable pensar que pueda hacerlo peor que en ese momento-. Proyecciones sensatas incluso arriesgan que el oficialismo podría sumar legisladores en la cámara baja: tal vez incluso arrimar el bochín en la lucha por la gobernación de Corrientes. En senadores, la cámara que parece crítica para las ambiciones del sector reeleccionista del oficialismo, las chances no son tan buenas: allí el gobierno defiende las bancas obtenidas en 2007.

 

Pero el dato saliente de una elección que es antes que nada la suma del desempeño de distintas alianzas distritales reside, por supuesto, en el rendimiento que el oficialismo pueda alcanzar en los distritos más importantes. Y en ese sentido, la Provincia de Buenos Aires se llevará el grueso de la atención. Sin un candidato claro –los movimientos recientes indican que Alicia Kirchner iría a la cabeza de la lista, acompañada por algunos jefes comunales-, el kirchnerismo sufre allí por la constante fricción desatada desde Balcarce 50 contra Daniel Scioli. Aunque, como resaltó María Esperanza Casullo en una nota reciente, la lógica entre ambos poderes –el nacional y el provincial- inclina este año la balanza hacia la cooperación, lo que hemos visto hasta ahora desmiente un cierre sencillo. Scioli, que tiene apoyos antes que sectores propios, buscará colocar a los suyos en la lista del oficialismo –por ahora, la amenaza de Baldomero Álvarez de Olivera de presentar candidatos propios en las Primarias no parece contar con la venia del gobernador-. A los otros, les ha dicho ya en diciembre que lo más parecido a un candidato suyo en estas elecciones será Francisco de Narváez.

 

¿Fue una decisión acertada? No parece claro, para ninguno de los dos. Ni las agrupaciones que respaldan al gobernador parecen muy tentadas a seguir el consejo de jugar con De Narváez, ni en las filas del colorado parecen muy felices por la idea de tirar por la ventana el antagonismo principal de cualquier candidato a gobernador. Para peor, el rápido crecimiento que en estos meses ha tenido la figura de Sergio Massa, quien marcha primero en muchas encuestas, ha generado un efecto fuga en las filas de Unión – PRO, por el cual ya varios referentes del espacio, incluida la ex candidata a vicegobernadora, Mónica López, han pasado al equipo del intendente de Tigre.

 

Massa, es cierto, todavía no ha lanzado su campaña: ni siquiera ha confirmado que vaya a competir en las urnas. Pero es difícil, con tanto movimiento en dirección suya, sospechar siquiera que vaya a dejar pasar la oportunidad. ¿Lo haría por el FPV? En su entorno lo niegan, y apuntan al armado del Frente Renovador, que desde hace dos años tiene personería en varios municipios. De confirmarse la versión que señala su voluntad de jugar solo, todos los mapas políticos de la provincia se vendrían abajo. Y cada día que pasa, el dato es más probable.

 

En política, como en otras áreas de la vida, nada es seguro: cualquier previsión de futuro es peligrosa. Pero, dicho esto, cabe señalar que, si el gobierno espera obtener un resultado importante, que respalde su ambición de hegemonizar el escenario por mérito propio hasta 2015, tiene mucho trabajo, y sobre todo, muchos resultados que mostrar. La impresión general es que el kirchnerismo como lo conocimos, como una alianza amplia diseñada sobre los gruesos cimientos del peronismo como fuerza política nacional, y del rendimiento de una economía capaz de crecer a tasas superiores al 5%, es un fenómeno del pasado. ¿Afectarán los datos mencionados su futuro político? Pronto lo sabremos.

 

(*) Analista Político

 

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