La modificación de los torneos nada cambia. La decisión de los directivos, con Julio Grondona a la cabeza, maquilla superficialmente la disputa de la competencia, haciendo oídos sordos a quienes realmente piden a gritos un cambio, pero no sólo de números y reglamento deportivo, sino de raíz: barras bravas, violencia, negociados y poder. De eso no se habla y todo sigue igual, nada cambia.
Parece que los dirigentes del fútbol argentino viven en un planeta totalmente alejado de lo que pasa acá, en nuestro país, sábado tras sábado, domingo tras domingo. Uno, igualmente y pese a todo, busca ser positivo, pero sinceramente no se encuentran argumentos para justificar este nuevo cambio. ¿Qué tiene de beneficioso? ¿Cuál es la diferencia con lo que se estaba jugando ahora? Es mínima, no suma ni resta. Se trata verdaderamente de un maquillaje.
Y en ese todo sigue igual, es todo. Hay cuestiones estructurales que están tan instaladas y son tan naturalizadas dentro del funcionamiento diario de la AFA y sus torneos, que sinceramente queda demostrado que es imposible que se modifiquen ni eliminen. Sí se pueden ocultar, disfrazar por un rato, por unos años. Y esto es lo que pasó nuevamente, con este papelón de los nuevos torneos.
Javier Cantero, presidente de Independiente, está sentando un precedente, como nunca nadie hizo en Argentina. Alzó la voz, y con la humildad y sinceridad que lo ha caracterizado desde su campaña previa a las elecciones que ganó en diciembre pasado, se plantó ante los pesos pesados que hacían lo que querían en el club. Sí, los barras bravas. Ese tema tabú que seguramente ayer en la reunión de comisión de la AFA -en donde todos los que tienen el poder de modificar este gravísimo problema se miraron a los ojos-, ni se tocó, o se mencionó por arriba, en una especie de humo que engaña. Cuando pasen los días, todo vuelve a la normalidad. A la normalidad de la AFA.
Entonces, realmente es siempre lo mismo. El sistema de funcionamiento de nuestro fútbol parece no tocarse, porque no les conviene. Mientras tanto, los hinchas vomitan todo su enojo contra este “cambio” de estructura en la competencia.
Y en cuanto a lo deportivo y el cambio en sí, la verdad que no hay mucho por agregar. Siguen los 2 torneos cortos -pero eso sí, con cambio de nombre: Inicial y Final-, y ninguno de los 2 ganadores es campeón, sino que tienen que jugar una final. O sea, el que ganó el primer torneo, en el segundo podría jugar al trote, total ya está clasificado, y a la vez correría totalmente en desventaja con respecto al ganador del “torneo Final”, ya que éste llegaría a ese partido decisivo mucho más entonado. Una obviedad. Encima, entre Apertura y Clausura, bah, entre Inicial y Final, estará el mercado de pases: el ganador del primero puede desarmarse, como suele suceder. Si va a haber 1 sólo campeón ¿por qué no se juega 1 sólo torneo? Es ilógico.
Por otra parte, los promedios -solamente en esta parte del mundo existen- seguirán vigentes, castigando duramente a los recién ascendidos -que pese a haber hecho un trabajo deportivo impecable durante 1 año coronado con el ascenso-, una vez en Primera tienen que hacer maravillas para mantenerse en la categoría, porque las reglas matemáticas para esos equipos son unas, y para los demás, otras. Bueno, al menos se dieron cuenta que las promociones ya habían pasado de moda hace muchos años en Europa. Hay que ver cuándo les cae la ficha que lo mismo sucede con los promedios.
Con cambios tan minuciosos, nada sustanciales, uno también se pregunta ¿por qué la AFA cambió los torneos? Hay 2 respuestas posibles para esto que pasó: primero, la AFA cambió los torneos porque se dio cuenta que había cambiar (un segundo análisis es pensar cómo y de qué manera cambiar), y segundo, se cambiaron los torneos porque un número muy elevado de hinchas y personas relacionadas al fútbol piden a gritos y reclaman un cambio, y entonces Grondona maquilla un poco las cosas para que parezca que se cambia, cuando en realidad no.
Jugando con números
Si en los últimos 4 años se hubiesen disputado en Argentina torneos largos (1 temporada completa de 38 fechas), como en los torneos más importantes del mundo (en donde hay 1 campeón con todas las letras y 3 descensos directos, como “castigo” deportivo exclusivo por esa performance, sin cargar con la mochila de malos resultados de años anteriores), los resultados hubiesen sido los siguientes:
Temporada 07/08: campeón Boca. Descensos: Gimnasia de Jujuy, San Martín (SJ), Gimnasia (LP). Temporada 08/09: campeón Lanús. Descensos: Argentinos, Gimnasia de Jujuy, Independiente. Temporada 09/10: campeón Estudiantes. Descensos: Chacarita, Tigre, Atlético Tucumán. Temporada 10/11: campeón Vélez. Descensos: Huracán, Gimnasia (LP), Quilmes.
De esta manera se derriba el argumento de quienes dicen que si se disputan los torneos largos en Argentina, saldrían campeones siempre los equipos grandes. Acá no hay ni un Barcelona ni un Real Madrid, está claro. Y con respecto a los descensos, nadie debería discutir la justicia que significa la pérdida de la categoría para los equipos que hicieron mal las cosas en ese momento exacto y no en años previos. Hoy, por ejemplo, Tigre podría irse a la B saliendo campeón. Una risa.
¿Tan difícil es imitar los buenos ejemplos? ¿Por qué no se hace algo tan simple y que encima funciona tan bien en las ligas más importantes del mundo? Un torneo largo, ida y vuelta, 1 campeón, 3 descensos directos, simple, fácil de entender. De esta manera se respetaría –aunque sea un poco más- el trabajo de los directores técnicos y los jugadores mismos, que contarían realmente con un proyecto a largo plazo.
El día después del cambio, volvió a quedar claro que los intereses son mucho más fuertes. Mientras tanto, todo sigue igual.