Pero en realidad, por esas razones, no es erróneo concluir que la AFA nuevamente volvió a demostrar que no está a la altura de la organización de un partido así, y muy por el contrario, pareciera que lo desprestigia. ¿Por qué? Porque nuevamente el máximo organismo del fútbol nacional hizo morisquetas para organizar el choque, pautando el encuentro para este sábado a las 12 del mediodía, un horario atípico, raro, molesto. Pero no sólo eso, sino que previo a esa decisión, se desinformó: primero se jugaba el domingo, después el sábado a la tarde, después a la mañana, y así sucesivamente, generando confusión y manoseando tanto el asunto, que -una vez más- provocó el enojo de dirigentes, jugadores, cuerpo técnico y, claro está, hinchas.
Teniendo en cuenta la importancia del clásico de barrio -más allás de los presentes irregulares deportivos de ambos- y el marco espectacular que seguramente brindarán las dos hinchadas, con todo lo que eso genera, el clásico de Avellaneda debería haberse organizado con más seriedad. Más allá de las imposiciones de la televisión, el Coprosede y la Policía, la AFA podría otra vuelta de tuerca a esta historia, porque no es la primera vez que pasa.
Tal vez, las jóvenes y debutantes dirigencias de las dos instituciones que triunfaron en las elecciones del año pasado aún no tienen el peso necesario como para plantarse y exigirle a Grondona el reconocimiento que el clásico se merece. O tal vez, es más de lo mismo, y los hinchas vuelven a ser expectadores de un tironeo, o mejor dicho, una arbitraria imposición que determina un día y un horario incómodo. Y al que no le guste…