Los dos clubes de Avellaneda no levantan cabeza, y es más, pareciera que la esconden bajo tierra: Racing empató sin goles con Arsenal, volvió a jugar mal, suma 2 puntos en el torneo, tiene un sólo gol, y Basile definitivamente no le encuentra la vuelta. Por su parte, en la vereda de enfrente, la cosa está peor: Independiente perdió su cuarto partido al hilo, no tiene puntos, también tiene un sólo gol, juega pésimo y la gente explotó. Renunció Ramón Díaz. El club de Cantero está a la deriva.
Boca hundió más a San Lorenzo, ganándole 2 a 0 en el Nuevo Gasómetro haciendo muy poco, y estirando de esta manera dos cosas: su invicto –que asciende a 36 partidos- y la crisis del equipo de Madelón – que sigue en zona de promoción, cada vez falta menos y encima los principales rivales sí suman puntos-.
Tigre, en silencio, volvió a ganar y ¿sorpresivamente? es puntero.
De esta manera, el fútbol argentino continúa transitando el mismo camino de hace varios años: malas conducciones por parte de la dirigencia que desembocan en erradas elecciones de técnicos que por razones aún más profundas, no le encuentran la mano al trabajo diario y se ven rendimientos paupérrimos por parte de los jugadores domingo tras domingo. La gente, que de afuera no puede hacer nada y sufre en carne propia toda esta cadena de desaciertos, estalla en nerviosismo y se protagonizan incidentes violentos que nunca nadie puede –y a veces pareciera que ni quiere- prevenir.