Por eso es tan valorable refrescar hoy, a 36 años del golpe de Estado, en vivo y en directo, quiénes fueron los responsables, qué fue lo que pasó, por qué, cómo fue, cuánto duró y cuáles fueron las consecuencias, que aún en el 2012 siguen repercutiendo. Es valorable entender que este es el camino correcto para evitar que se repitan aquellos momentos oscuros que quienes no los vivimos, nos cuesta imaginar.
Por eso, lo que nos generan estos actos conmemorativos, estos homenajes en distintos puntos del país es un dibujo en nuestras cabezas muy peculiar; una imagen que naturalmente no tenemos, por haber nacido a mediados de los ochenta, cuando la Democracia comenzaba a dar de nuevo sus primeros pasos.
Nosotros nacimos en libertad. Nosotros crecimos cuando la Democracia ya estaba caminando otra vez. Esa libertad que precisamente en los años previos a que viniéramos al mundo nuestros padres no tuvieron, y que siempre nos costó entender e imaginar, porque no entraba en nuestras cabezas pensar cómo era vivir en una dictadura militar.
¿Y por qué es que se desaparecen?
Marta Ungaro es hermana de Horacio Angel Ungaro, desaparecido el 16 de septiembre de 1976 durante La Noche de los Lápices, cuando tenía tan solo 17 años. Ella es uno de los tantos ejemplos de lucha, coraje, fortaleza, y tantos otros adjetivos más… Trabaja desde el momento en que secuestraron a su hermano de su casa para buscar Justicia.
“Cuando cierro los ojos se me viene a la cabeza la madrugada del 24 de marzo del 76 y el comunicado del golpe. Luego, las desapariciones y el horror impensado que tuvimos que vivir en esa dictadura”, le cuenta Marta a LetraP, quien a pesar de lucir una admirable entereza -que fue una constante a lo largo de toda su vida-, no puede evitar emocionarse con los relatos.
El calvario que atravesó durante fines de los setenta fue casi insuperable. Casi, porque se repuso día a día, con la ayuda de amigos y amigas que sufrieron la misma situación. Y poco a poco, fue comprendiendo lo que estaba pasando, ya sin su hermano. “Las noticias del horror y de los campos clandestinos las tuvimos por primera vez a través de los sobrevivientes. Realmente sin ellos no hubiésemos podido reconstruir cada uno de los sitios en donde eran llevados los chicos. Cierro los ojos y pienso también en las últimas palabras de nuestros familiares detenidos desaparecidos. Todo ayudó para que no nos rindamos jamás”, continúa rememorando Ungaro.
Y al momento de pararse en el presente, pero mirando de reojo el pasado, la hermana de Horacio asegura orgullosa que “por eso hoy la mejor manera de recordar es precisamente no olvidando, para que no se vuelva a repetir. Y Argentina ha dado un ejemplo, ya que a 36 años de la dictadura cívico militar se sigue enjuiciando a represores -ancianos pero asesinos-. El lugar para ellos es la cárcel. La condena de genocidio fue verdaderamente un ejemplo”.
Una emoción apretando por dentro
En estos incansables años y años de lucha constante, con la frente en alto y sin bajar los brazos, Marta fue protagonista de un sinfín de momentos y escenas. Algunas muy tristes, otras de muchísima emoción. “Recuerdo cuando interrumpí una misa que Estela de Carlotto dio por la memoria de su hija Laura en Nuestra Señora del Valle. El cura párroco Montes se puso a hablar del terrorismo y cómo había que eliminarlo. Yo me paré, lo interrumpí y dije en plena misa que no le permitía decir eso; que mi hermano tenía 17 años y fue secuestrado a la fuerza cuando dormía para ir a la escuela, y que Laura Carlotto -para quien era la misa, ya que se cumplía el primer año de su asesinato- estaba embarazada y habían robado a su bebé. El silencio fue indescriptible. Me di media vuelta y me fui. Enseguida llegaron a mi casa Nelva Falcone y su marido Jorge, muy preocupados por cómo había regresado a mi hogar, llorando y con muchísima angustia”, recuerda emocionada.
Hoy, a casi 40 años de aquellos terribles momentos, Marta Ungaro, como tantos otros protagonistas directos de aquel golpe de Estado, mantienen viva la lucha y –lo más importante- la enseñanza para quienes no vivimos durante los setenta. Eso es muy valorable. “La Democracia es elegir. Decidir. Y que nadie arrogándose del poder de las armas lo haga por nosotros. Con errores, es el único sistema que nos asegura vivir en libertad, y defenderla cada día. Hay que participar en nuestros lugares de estudio, trabajo, y corregir los errores, porque los hay y muchos, pero en el estado democrático es donde nuestros derechos son realmente respetados”, reflexiona.
Hoy, a casi 40 años, Marta Ungaro vive orgullosa de su historia, de su familia y de su trabajo persiguiendo la verdad: “todo lo que fui haciendo desde la desaparición de mi hermano Horacio me ayuda a contribuir, a vivir y a mirar a mis hijos y nietos a los ojos, sabiendo y entendiendo que cada día es para mí un compromiso con la Memoria, la Verdad y la Justicia”.