Macho vos, macho yo. Que son todos iguales. Que ellos sólo piensan en una sola cosa y ellas se quieren casar. Que pin que pan y la calesita del sexismo gira a toda velocidad.
¡Me duele la cabeza! Hoy veo el partido con los pibes. No me compares con tu vieja, etc., etc., etc. La publicidad argentina no se cansa de establecer estereotipos y, en general, la respuesta del público recae en un: “¡es tal cual!”.
Quienes idearon una guerra entre hombres y mujeres para vender una cerveza, plantearon una teoría del igualismo que al final del comercial no se cumple. “Revisáme el celular, pisoteáme la intimidad”, “dame toda la ropa que tenés, que te la lavo”, son algunas de las frases célebres encerradas en una caricatura de la realidad que empieza con la debacle de un género hacia otro.
Si los creativos son hombres o son mujeres, poco importa. De cualquier manera deja huellas de machismo sin importar de qué cabeza(s) salió y hay ejemplos cotidianos de sobra que demuestran la no distinción sexual de esa práctica.
La teoría des-igualitaria crece al detenerse en otros prototipos publicitarios como un desodorante para “marcarles el camino” donde los protagonistas son delgados y de buen porte y ellas, por supuesto, modelos a tono.
De la misma manera, la mayoría de los comerciales de shampoo están dirigidos a las mujeres de larga cabellera, que hacen preguntas poco inteligentes y sólo quieren tener un pelo brillante. Los hombres, ¿no se lavan el pelo?
Ni qué decir de los yogures anticonstipantes o los protectores diarios para chicas super frescas. Los ejemplos son infinitos.
Lo que se muestra es una porción real, que existe y no debe ser negada. Pero hay una gran parte no mencionada, un sector considerable que está apartado.
Esos productos se comercializan, se consumen y jamás son pensados para una diversidad espectadora. Quién podría imaginar que un hombre sea el que le “marque el camino” a otros hombres o que una chica le acaricie el pelo a otra porque usó el acondicionador que recomiendan los estilistas. Y pensar en propagandas centradas en protagonistas travestis o transexuales no cabe en los márgenes cuando, en general, la televisión las referencia en tono de burla.
Con el alcance masivo que proporcionan inventos como Twitter o YouTube, la gente suele expresarse a favor y en defensa de su género, al alza de banderas mareadas en agites. Las tendencias giran en torno a la discusión hombre/mujer, heterosexual/homosexual, en la libertad de expresión que plantea un mundo cibernético democratizado.
Malena Pichot, se hizo nombre por subir videos que relataban su depresión post ruptura amorosa (“La Loca de Mierda”) en los que, entre otras cosas, despotricó contra hombres, el sexo y la vida en pareja. Además, fue tópico en los posteos de la red social de los 140 caracteres por nuevos videos que salen en el programa “Duro de Domar”, acompañada de otros actores y bajo el título de “Cualca”, con críticas sociales referentes a la temática.
La más emblemática dio cuenta de lo que genera un piropo masculino a una mujer: lo que ellos piensan que transmiten y lo que ellas desean después de tamaña declaración antierótica. “Seguí haciéndolo, quizás algún día te animes a violarme”, es el mensaje final y no hay mucho más que agregar guste o no su mensajera.
Más allá de las posturas individuales hay algo que no se muestra en una cultura avanzada en cuestiones relativas a identidad sexual y diversidad de género. Si resulta, si choca, si vende o no, es otra cuestión discutible una vez que las publicidades locales abarquen toda la realidad social.
Asimismo, la eterna disputa que categoriza a hombres por un lado y mujeres por el otro, alejados en polos incompatibles y empalagados en clichés, redunda.
Será que el avance es a medias.
El día que la calesita del sexismo deje de girar es probable que la tolerancia sea otra. Mientras tanto, ¡que vivan las teorías, que viva la desigualdad!