La fortaleza del peso alienta, en las actuales condiciones, la bicicleta financiera, las importaciones y el turismo emisor, a la vez que desalienta las exportaciones y el ingreso de turistas. El descalce entre la pax cambiaria y la sustentabilidad del modelo es claro.
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El balance cambiario del país prenuncia un rojo intenso que el Central busca amortiguar a través de la prolongación de la primera etapa del blanqueo –el verdadero regalo para los evasores– y de negociaciones por divisas frescas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
¿Es este contexto el ideal para realizar una apertura comercial y para que Milei vaya al Mercosur con planteos de apertura radical?
Un libertario suelto en Uruguay
Algún agasajo le aliviará al Presidente el disgusto de lidiar otra vez con un entorno hostil. Recibirá del uruguayo Luis Lacalle Pou la presidencia pro tempore del bloque por los próximos seis meses, período que traerá tormentas o una parálisis del club. Justo él, que desprecia el propio concepto del Mercosur como un acuerdo de Estados.
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Javier Milei, en la Casa Rosada con su par de Uruguay, Luis Lacalle Pou.
El Presidente parece haber dejado de lado las amenazas filtradas vías atrás sobre una intención de plantear un ultimátum: si el Mercosur no se abriera y autorizara negociaciones de libre comercio individuales a cada uno de sus miembros, Argentina lo abandonaría. La inviabilidad de semejante idea en el Congreso y advertencias explícitas del Círculo Rojo lo han disuadido, lo que solamente deja en pie la antigua aspiración de desarmar la unión aduanera imperfecta actualmente existente y convertir al bloque regional en una simple zona de libre comercio.
Más diplomático, Toto Caputo se limitó a hablar de un necesario aggiornamiento.
Todos los presidentes uruguayos de las últimas dos décadas –de izquierda y de derecha– fracasaron en ese intento, lo mismo que Jair Bolsonaro y Mauricio Macri. Todos ellos se toparon con la resistencia de sectores empresariales –sobre todo, industriales– que encuentran en las preferencias arancelarias del Mercosur oportunidades de negocios que no se dan en ningún otro lado.
¿El establishment domará también al León?
La quimera de un TLC… con Donald Trump
Milei ha dicho que su objetivo final es negociar un tratado de libre comercio con Estados Unidos, ya sea uno nuevo o una inclusión en el que une a ese país con México y Canadá (T-MEC).
Para lograr lo segundo, le bastaría con que Argentina cumpliera con los requerimientos arancelarios, laborales y ambientales que estipula ese entendimiento, renegociado en el primer mandato de Donald Trump obviamente en términos de America First.
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Javier Milei y Donald Trump.
Sin embargo, reducir bruscamente aranceles para enfrentar nada menos que la competencia de la industria estadounidense, flexibilizar más el mercado de trabajo doméstico y modificar su negacionismo climático parecen obstáculos tanto o más grandes que el anunciado proteccionismo del republicano.
De hecho, este ya ha dicho que les aplicará a sus vecinos del norte y del sur un arancel generalizado del 25% para obligarlos a cesar el tráfico de drogas y la inmigración ilegal. En el combo metió a China, su gran obsesión, país al que castigaría con una tarifa del 10% solamente para empezar.
¿Existe realmente el ambiente de libre comercio que imagina el Presidente? La realidad es un factor muy efectivo para la moderación.
Los vecinos mala onda de Javier Milei
Mientras espera que Trump le haga compañía en un mundo frío y hostil, Milei volverá a verse cara a cara con Luiz Inácio Lula da Silva, quien le dio una gélida recepción en la reciente cumbre del Grupo de los 20 (G20).
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Lula da Silva y Javier Milei
Si esa relación sigue tan mal como siempre, el argentino también se enfrentará con resistencias del paraguayo Santiago Peña, un liberal que privilegia más el vínculo con Brasil que la ideología. "Dentro del Mercosur todo, fuera del Mercosur nada", dijo este jueves, en clave peronista, para frenar los afanes rupturistas del ultraderechista.
Lacalle Pou ha sido un defensor del Mercosur bonsái, lo mismo que quiere Milei ahora. Sin embargo, se mostraría con su sucesor, el frenteamplista Yamandú Orsi, diferenciando la derecha democrática que encarna de otras de sesgo autoritario.
También el oriental atendió a Milei a su modo: "Me está gustando que me digan tibio" porque "es fácil ser extremista y el coraje está en el centro", explicó el miércoles en la noche en un discurso que pareció tener un destinatario preciso.
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Al menos un objetivo en común
Milei compartirá con sus pares del bloque por lo menos un objetivo: reflotar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) negociado incansablemente entre 1999 y 2019, y que nunca llegó a implementarse.
El viaje a Montevideo de la presidenta de la Comisión Europea –órgano ejecutivo de la UE–, Ursula von der Leyen, fue el primer indicio de que las negociaciones tendrían éxito. Es más, el canciller de Uruguay, Omar Paganini, confirmó que hay un virtual entendimieto. El tema será superar las dificultades para su aplicación efectiva.
España es un abogado del libre comercio entre los dos bloques, lo mismo que Alemania, que intuye grandes ventajas para gigantes con fuertes divisiones agrícolas como BASF y Bayer, así como para sus empresas automotrices.
Los defensores europeos del libre comercio con las potencias agrícolas sudamericanas entienden que el mundo que pretende moldear Trump se dirige a un rumbo proteccionista duro, incluso de guerras comerciales. En ese sentido es fundamental la conquista de nuevos mercados, sobre todo para economías como la alemana, que dependen en enorme medida de los mercados externos.
Sin embargo, son muchos los factores de poder e influencia en Europa que rechazan el acuerdo por temor a que una avalancha de alimentos desde el Mercosur ponga en problemas a sus protegidos sectores agrícolas.
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Javier Milei y Emmanuel Macron, en París.
Francia es la abanderada de ese rechazo. La Asamblea Nacional viene de votar por 484 votos contra 70 un rechazo declarativo al acuerdo, postura que es compartida por Emmanuel Macron, encima sin margen para pelearse con ningún lobby tras la caída de su primer ministro Michel Barnier por un voto de censura que sumó a izquierdistas radicales y ultraderechistas, gente poco proclive a las aperturas comerciales.
París comparte la línea dura con Polonia y pretende arrimar a Irlanda, Países Bajos y Austria. Bélgica, más moderada, da indicios de abstenerse.
El procedimiento para la ratificación del eventual acuerdo de libre Comercio en la UE es enredado y no habilita un gran optimismo. Si hubiera, como se espera, entendimiento, el texto debería ser aprobado en primer lugar por el Parlamento Europeo, luego por el Consejo de la UE –el órgano en el que están representados los poderes ejecutivos de los 27 países del bloque– y finalmente por los legislativos de cada país en lo que respecta a competencias locales y no comunitarias.
Llegar a un final verdaderamente feliz será como atravesar un laberinto.