En el enfrentamiento ideológico entre los clubes y las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), impulsadas en el gobierno de Javier Milei, el partido que está en juego es el de la preservación de una institución de gestión democrática, versus la aplicación de la tiranía del capital. La palabra tiranía no está empleada con tono despectivo sino con tono realista dado que el dueño del capital en las SAD decide independientemente de la voluntad de los socios.
En la medida que la voluntad de los socios, organizados, sea firme, consistente, coherente con todo el proceso histórico de los clubes, será mucho más difícil que, desde arriba, desde la política neoliberal asociada al capitalismo financiero, se destruya lo construido en más de 100 años.
Para preservar lo hecho no se necesita al socio aislado irreflexivo, vigente solo los domingos dentro de la cancha, que quiere que gane el equipo sin importar al servicio de quien está jugando sino al socio permanente, reflexivo, que quiere que gane el equipo del Club que está al servicio de los intereses comunitarios que es donde él vive.
La batalla cultural, que forma parte de la política actual, es: a) influir en la subjetividad del socio para que se decante por el capital, sea de quien sea, esté donde esté, y que lucre con el aporte de un pequeño capital financiero para explotar económicamente un capital social: el club, que es de la comunidad; o b) que la subjetividad del socio se decante en favor de su comunidad, promoviendo un crecimiento socioeconómico del club, para lo cual se requiere el mejoramiento permanente de la gestión y del uso eficiente tanto del capital social como del capital simbólico. Pero, además, este socio debe sentirse orgulloso de lo que se ha conseguido con esta organización de todos clubes: ser campeones del mundo de fútbol.
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"Chiqui" Tapia se opone a la incorporación de las SAD en el fútbol argentino
¿A quiénes ataca el Gobierno con la implementación de las SAD?
Es tan grande e importante esta batalla cultural que no solo debe estar en manos de los socios y sus dirigentes sino que esa conducción tiene que buscar los aliados naturales que están en la sociedad. Aliados personales, de gente influyente del mundo del deporte y del mundo intelectual, aliados políticos en función de la ideología dominante en sus partidos (antineoliberales); pero, sobre todo, aliados de instituciones similares que tienen la misma organización asociativa, los mismos objetivos (bienestar comunitario), la misma metodología de funcionamiento (un socio un voto) y la preeminencia de las personas por sobre el capital (democracia de gestión): y aquí es donde confluyen, con todas estas mismas características, los Clubes, las Cooperativas, las Asociaciones Civiles, las Mutuales y las Cooperadoras Escolares, que son más de 25.000 en todo el país.
Es decir, si atacan a los clubes por la forma de gestionar el deporte, es lo mismo que ataquen a las cooperativas por la forma de gestionar su economía, o que ataquen a las mutuales por la forma de llevar adelante sus servicios, o que ataquen a las asociaciones civiles por la forma de armonizar internamente sus intereses, o que ataquen a las cooperadoras escolares por la forma desinteresada y solidaria de participación de los socios. De manera que lo que se ataca, con las SAD, no es sólo al Club, sino a una forma de organización que desemboca en una cultura institucional y social bien definida. Por lo tanto, ese es el gran frente cultural que está en condiciones de defender a los clubes, porque todas esas instituciones comprenden que lo que está en juego es otra forma no individualista de organización de la sociedad civil, otra forma de hacer economía, otra forma de construir comunidad y otra forma de construir ciudadanía.
Es desde la propias cooperativas, mutuales, asociaciones civiles en general y cooperadoras escolares, que deberán empezar a marchar para confluir en la defensa del patrimonio cultural de los clubes que también, como se dijo, es el propio patrimonio cultural de cada una de ellas. Para esto es importante el nivel concientización y educación de los socios de todas estas instituciones.
Y tal vez con esto sea posible entrar en el camino que marcó Paulo Freire cuando dijo que: “la educación no cambia al mundo; cambia a las personas que cambian al mundo”.