Heredó un apellido con historia dentro del socialismo y un mandato natural de involucrarse en los asuntos públicos que empezó a cumplir cuando tenía 16 años, con los bríos típicos de la adolescencia, aunque con el dolor por la pérdida temprana de su padre.
Enrique Estévez es hijo mayor de Guillermo Estévez Boero, histórico cofundador del Partido Socialista Popular (PSP), fue concejal y diputado nacional. Ahora, a los 39 años, proyecta un desafío mayor: convertirse en intendente de Rosario, la ciudad en la que nació el 12 de julio de 1983, tiempos en los que el país tomaba carrera para recuperar la democracia.
Estévez seguramente no proyectaba dar la pelea para la que se está embarcando por la intendencia de Rosario cuando formó una agrupación para participar en las elecciones de la facultad de Derecho. No era, siquiera, estudiante universitario. Tiempo después, cursando ya la carrera de abogacía, lanzaría Defendamos Nuestra Identidad (DNI), la organización que gobernó en esa casa de altos estudios durante una década. El joven Estévez llegó a ocupar la presidencia del Centro de Estudiantes.
Militó con las bases durante diez años, armó agrupaciones en distintas facultades, fue secretario de la Federación Universitaria Argentina (FUA) y formó parte de la mesa nacional del Movimiento Nacional Reformista (MNR), el brazo universitario del partido socialista que tuvo a su padre –una vez más– entre los históricos fundadores.
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En su recorrido político y militante, Enrique presidió además la Juventud Socialista en tiempos en los que Hermes Binner comandaba el partido. Desde 2016 ocupa la secretaría general del PS santafesino, lugar desde el que fue macerando su proyecto para darle pelea interna al actual intendente de Rosario, Pablo Javkin, a quien ha criticado públicamente por vaciar de socialismo la gestión municipal del Frente Progresista.
“El socialismo no se sintió parte de su gestión. No participamos en las decisiones importantes”, le apuntó Estévez a Javkin, una forma de abrir el fuego camino a unas Paso en las que el intendente rosarino buscará dar el primer paso para conseguir su objetivo de ser reelecto.
Es productor agropecuario en una sociedad familiar que administra campos en la zona núcleo. Escaparse a visitar esas tierras forma parte de sus pasatiempos preferidos. No es el único: ama la música, el rock y a León Gieco, y en el pasado se animaba a tocar la guitarra, una afición que con los años decidió colgar en el ropero.
Mata el tiempo escuchando podcast, Radio con vos y a Tomás Rebord, un ex militante universitario –como él– que ahora se destaca haciendo entrevistas que consumen cientos de miles de seguidores.
Estévez es parte de la nueva camada de dirigentes socialistas. Pragmático, con un fuerte encuadre ideológico, su candidatura es respaldada por figuras partidarias de peso como el ex gobernador Antonio Bonfatti y la diputada Clara García.
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El socialismo puro apuesta por él. Es parte de un recambio generacional al que buscan dotar de sustento con organización política y el empuje de la militancia, dos pilares que le permitan al partido ganar volumen y presencia para recuperar la hegemonía en la ciudad que fue gobernada por dirigentes propios durante tres décadas.
Lionella Catallini, abogada, feminista, y un cuadro joven del socialismo que actualmente ocupa una banca en la Cámara de diputados provincial, será su jefa de campaña en la carrera por la intendencia.
Su plan para Rosario busca superar lo que, advierte, hace insostenible a la ciudad: una combinación de ausencia, desidia y abandono. Está convencido de que en cuatro años puede pacificar el territorio, escaldado por la violencia urbana, y que en ocho años puede tener todas las condiciones para volver a ser la mejor ciudad argentina.
Como parte de la pulseada con Javkin, y para ganar visibilidad durante la campaña, quizás tenga que apelar a sus ya reconocidos dotes para impactar con sus acciones a través de las redes sociales. Estévez ya metió dos “hits” que permitieron viralizar su imagen. Ambos, con la Cámara baja como caja de resonancia.
Con el kirchnerista Marcos Cleri se trenzó en un debate por el proyecto que buscaba fortalecer a la Justicia santafesina. El otro cruce fue contra un hábil declarante, el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández. Ambos episodios le permitieron alcanzar a sus discursos unas tres millones de reproducciones.
Si sólo una parte de esa masa de consumidores se pudiera traducir en votos su sueño de llegar a la intendencia estaría allanado. Pero las urnas, se sabe, no bailan al ritmo de los likes.