A la Iglesia se la describe como una barca y, desde marzo de 2013, esa barca universal es conducida por el papa Francisco. Cuando llegó al Vaticano, el jesuita Jorge Bergoglio se embarcó en una reforma integral de las estructuras eclesiásticas que considera caducas y que advierte clausuradas por “actitudes machistas y dictatoriales” de la jerarquía católica.
El pontífice trazó un itinerario de renovación a modo de proceso de escucha, debate y discernimiento con etapas diocesanas, regionales, nacionales y continentales; a fin de edificar una Iglesia más misericordiosa, abierta, integradora y con impronta social. “Todos, todos, todos”, fue la consigna proclamada inicialmente.
La propuesta papal partió de una consulta a las bases comunitarias de la fe para preguntarles sobre qué esperaban y qué necesitaban de la Iglesia. Luego fue subiendo, contracorriente, las aguas de la estructura eclesial hasta llegar al puerto de las asambleas sinodales en Roma. Una, acaba de concluir; la otra, ya navega hacia octubre de 2024.
Al cabo del primer “octubre sinodal”, en el Aula Pablo VI del Vaticano, los participantes votaron e hicieron público este sábado el Informe de Síntesis Una Iglesia sinodal en misión. Tucho Fernández, el cardenal argentino designado en septiembre prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, fue uno de los que supervisó la redacción del texto.
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El obispo riojano Dante Braida escucha a dos mujeres durante la asamblea sinodal
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En sus 37 páginas, divididas en tres capítulos, el documento no presenta conclusiones importantes. Es más bien una bitácora de navegación con convergencias, cuestiones a tratar y propuestas que miran hacia el puerto conclusivo del año próximo.
Entre sus 20 puntos, valora la contribución de todas las personas bautizadas presentes en esta instancia; alienta a tejer lazos comunitarios; y exhorta a dar respuestas desde la Iglesia a “un individualismo que se repliega sobre sí mismo, a un populismo que divide y a una globalización que homogeneiza y aplana”.
También demanda una renovación de las relaciones y cambios en las estructuras eclesiales; e invita a escuchar a la juventud, a las víctimas y sobrevivientes a abusos sexuales, espirituales, económicos, institucionales, de poder y de conciencia.
La necesidad de un reconocimiento y valorización mayor de la contribución de las mujeres en la vida de la Iglesia mereció un párrafo aparte. No hubo avances en cuanto al diaconado femenino; pero sí se pidió que no sean discriminadas en los ambientes eclesiales y que las monjas y consagradas no sean vistas como “mano de obra barata”. También se planteó la necesidad de que más accedan a estudiar teología, se les permita participar de la formación en los futuros sacerdotes en los seminarios y puedan ser integrantes de tribunales eclesiásticos.
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Una carta y las imágenes de pluralidad eclesial
De esa asamblea sinodal también salió a cubierta una Carta al Pueblo de Dios, en la que las más de 400 participantes hacen un balance de lo actuado; y en la que emergen definiciones y quedan “cuestiones abiertas” que deberán seguir tratándose en ámbitos locales en estos 11 meses que faltan hasta la segunda sesión conclusiva.
En ese documento de consenso se recalca que la Iglesia necesita “escuchar a todos”, comenzando por quienes están sumidos en la pobreza y quienes “no tienen derecho a la palabra en la sociedad o que se sienten excluidos, también de la Iglesia”. También incluyen en esa prioridad pastoral de escucha a las comunidades indígenas históricamente “humilladas” y a las víctimas del racismo y de abusos perpetrados por clérigos.
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El papa Francisco durante la asamblea sinodal
Vatican Media
Ese “espíritu sinodal” deseado por el papa quedó plasmado en varias imágenes. El Aula Pablo VI organizada en mesas redondas de discusión en las estaban sentadas a la par personas laicas de toda condición social, religiosas, referentes juveniles, sacerdotes, obispos y cardenales. En momentos, también el papa.
Otra que se hizo viral fue la imagen de las voces diversas que tuvo esta asamblea eclesial: el cardenal ultraconservador Gerhard Müller y el sacerdote jesuita estadounidense James Martin, quien coordina una pastoral de acompañamiento del colectivo LGTBI, juntos.
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Ni el purpurado alemán ni otras figuras referenciales del ultraconservadurismo católico –tanto afuera como adentro del recinto deliberativo- pudieron desarrollar su juego opositor y quedaron aisladas entre las voces múltiples.
Las mujeres emergen reivindicadas
La asamblea sinodal tuvo una participación inédita de 85 mujeres -54 de ellas con derecho a voto- que, en los pocos briefing de prensa que hubo durante el mes, coincidieron en afirmar que no tuvieron “la sensación de estar de adorno”; pese a que ninguna de ellas fue elegida por el plenario –aunque una sí por el papa- para integrar las comisiones de Síntesis e Información.
Papa mujeres
El papa Francisco rodea de mujeres participantes de la asamblea sinodal
Austen Ivereigh en X
"Hay personas a las que les cuesta aceptar la presencia de aquellas que no son obispos, pero hay que ensanchar la tienda y reubicarnos todos", afirmó la teóloga Cristina Inogés, escogida directamente por el papa y la única española con derecho a voto en la asamblea.
En este sentido, la española destacó que Francisco "ha sabido quitar el cerrojo y abrir la puerta" para permitir que las mujeres puedan intervenir y votar en un sínodo vaticano por primera vez en la historia.