Unidos para Cambiar Santa Fe superó una prueba de riesgo con la primera de las tres reformas estructurales que se propone consumar. Asumió y pagó costos, pero la coalición, apoyada en el estilo del gobernador Maximiliano Pullaro, está dispuesta a asumir riesgos. La sanción del jueves es una bisagra para un reseteo de la política santafesina.
Lo que concede el millón de Unidos para Cambiar Santa Fe
Pullaro es el gobernador del millón de votos y Unidos es el oficialismo con mayoría casi absoluta. Sólo en ese marco puede interpretarse el deseo de jugar al fleje, de exprimir al extremo para sacarle todo el jugo a las oportunidades. La coalición bordeó la cornisa el jueves, pero no quebrantó la ley, se movió en el plano de las reglas democráticas. Impuso su mayoría, para los sensibles.
Con todo, el escándalo que sacudió la Legislatura merece un esclarecimiento. ¿El lanzamiento de bombas molotov al hall del parlamento va a pasar desapercibido? ¿El agua que les arrojaron a los legisladores en pleno recinto va a pasar desapercibido? Si los gremios que se manifestaron no fueron quienes cometieron los actos violentos, ¿quién prendió la mecha? ¿Hubo actores políticos detrás de los incidentes? Son preguntas que merecen una respuesta.
Nuevas certezas en Santa Fe
En el plano del análisis, lo del jueves deparó más de una certeza. Como a nivel nacional, en Santa Fe se vislumbra una reconfiguración, una suerte de reseteo de su escenario político. Unidos, con su mochila de matices a cuestas, salió fortalecido. Es probable que el gobierno pierda unos puntos en imagen positiva, pero consiguió la aprobación que buscaba. Eso es meramente objetivo ylo hizo con la banca de todo el ancho de banda de la coalición.
La sociedad interna que, a la vez, más se amalgama es la de Pullaro con el socialismo. Porque más allá de la votación exprés que impulsó el oficialismo y criticó la oposición, el gobernador y la presidenta de la Cámara de Diputados, Clara García, se pusieron espalda con espalda para defender lo acontecido el jueves.
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Con un operativo de seguridad en discusión, que primero, por acuerdo del gobierno y el socialismo, levantó las vallas que podrían haber evitado el desmadre y luego no pudo, no supo o no quiso contener los actos violentos. Con todo eso sobre el lomo, Unidos igual se abroqueló.
Esa unión, en virtud de las próximas batallas que deberá dar, no es poco. Pullaro va a fondo, redobla la apuesta y no escatima a la hora de abrir frentes de conflicto, pero también necesita al socialismo como la tierra al agua. Es matemático el asunto, el PS tiene la mayor cantidad de votos en Diputados, pero también le aporta volumen político a la coalición.
Las movidas de Amalia Granata y Omar Perotti
En la oposición también hay reconfiguraciones. Si el peronismo no se ordena rápidamente, Amalia Granata va camino a convertirse en la jefa de la oposición. Raro el andar de la exconductora de TV: en 2023 tenía una buena relación con Pullaro y el socialismo, pero desde que arrancó el año se convirtió en detractora acérrima. En la senda de la antipolítica, Granata corrió un límite el jueves al fogonear el ingreso de manifestantes a la Legislatura. Una pregunta sobre su juego empieza a asomar: ¿hay un sector del peronismo que la azuza?
Si Unidos creía que podía contar con el bloque de Amalia para conseguir los dos tercios que requiere una ley de necesidad de reforma constitucional, tendrá que recalcular. Ese rol lo puede ocupar el exgobernador Omar Perotti, que lidera un bloque de cinco y tiene un vínculo estrecho y de diálogo permanente con su sucesor. Quizás sea un plan compartido entre el gobierno y Perotti: hacer una alianza táctica y dejar a Granata y su grupo fuera de los límites democráticos. Al margen de las especulaciones, al socialismo no le hace nada de gracia el acercamiento de Pullaro con su antecesor.
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Sin embargo, por más bronca que se mastique, el negocio político de la alianza es inquebrantable. Hay diferencias y “matices” –como les gusta decir a los actores intervinientes-, hay chicanas al otro partido off the record, hay intereses disímiles, pero hay también una fuerte convicción sobre la necesidad de, como dijo Pullaro el viernes entre industriales, “estar en lugares incómodos y no rehusar discusiones”.