PERONISMO PARA ARMAR

Sergio Massa, ATR

El presidenciable ensaya un repliegue táctico en medio del fragor de la interna. Apunta sus cañones a junio. Pulseada con CFK y una apuesta: el centro soy yo.

Mientras Juntos por el Cambio sigue en el barro y sin terminar de aprovechar la oportunidad que le regala la economía para volver al poder, Javier Milei avanza en las encuestas a pesar de rodearse de un armado territorial precario y Cristina Fernández de Kirchner se pone al frente de la estrategia electoral del peronismo, Sergio Massa se aferra con uñas y dientes a una oportunidad que la crisis amenaza con birlarle. Ante eso, protagoniza una suerte de repliegue táctico que, desea, debería permitirle hacia mediados del mes que viene mostrar todas sus cartas.

Por ahora, explica una y otra vez la inconveniencia de una competencia aluvional en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) –en sus términos, "una pendejada irresponsable"–, sigue apostando a una candidatura de consenso, advierte sobre la permanencia del Frente Renovador en Todos, siembra alguna duda sobre su futuro en el Palacio de Hacienda, acumula apoyos y gestiona lo que puede. Lo que sigue es su hoja de ruta para subirse a la pelea.

Un momento de desconfianza

Su relación con el cristinismo es muy buena, asegura, pero registra que ese sector se lanzó a acumular poder para dirimir las candidaturas a su favor. Eso incluye, además del trabajo de campo de Eduardo Wado de Pedro, el constante lanzamiento de globos de ensayo sobre una posible postulación nacional del reluctante Axel Kicillof y hasta versiones sobre un desdoblamiento de las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Estas últimas, cree, no hacen más que embarrar la cancha para obligarlo a discutir lo que no debería ser discutido: si no se votara al mismo tiempo que en la nación, el nombre de Milei no figuraría en las boletas y el peronismo desperdiciaría la chance de facilitar su triunfo en la provincia gracias a la división del voto opositor.

"Están construyendo poder", entiende sin escandalizarse. Y él hace lo propio.

Un valiente que dice que sí va a ir es Aníbal Fernández, pero habrá que ver cómo lo recibe La Cámpora, a la que volvió a sacudir el martes.

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Massa cree que, más temprano o más tarde, el mandatario deberá ser convocado a hablar para que afloje con la proliferación de precandidaturas presidenciales que convierten a la interna del Frente de Todos en un vagón del subte B en hora pico.

Uno que busca hacer de walkie talkie entre el Presidente y su vice es Gildo Insfrán, encargado de articular entre los diferentes sectores por decisión del último y tumultuoso Congreso del Partido Justicialista. La periodista de Letra P Gabriela Pepe lo pescó ayer al ingresar a la Casa Rosada en ese afán.

Como contó desPertar, el newsletter de Letra P, CFK tiene tres nombres para un lugar: De Pedro, Massa y Kicillof, alternativa –esta última– que analiza con interés. Le gustaría que el nombre del elegido surgiera por consenso, pero cree que no hay contexto para eso y aspira a que, si van a ser competitivas, las PASO sean al menos "administradas", esto es limitadas a un par de fórmulas. Una de ellas, claro, sería la suya, pero eso estaría sobreentendido y su intervención sería más bien lateral.

En su propia construcción en esta etapa en la que la inflación le ha hecho perder fuerza, el ministro de Economía busca generar una suerte de amenaza de vacío político: si no se busca el consenso, el Frente Renovador podría dejar Todos en su Congreso del 10 del mes que viene y, en un extremo, podría encontrar que no tiene sentido seguir peleando con una macro difícil si la tropa propia no ayuda.

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Daniel Scioli, que se vanagloria del apoyo de Fernández al mostrarse junto a su virtual compañera de fórmula Victoria Tolosa Paz, forma listas “en todos lados" para blindar su candidatura, pero el massismo le manda a decir que no insista porque no mide casi nada. Agustín Rossi anda en el mismo juego, pero la inquina con él no es por ahora la misma.

Massa no piensa en verdad en romper ni en renunciar, pero llama la atención de sus socios: el panperonismo debe darse una candidatura potente, capaz de terminar en la noche del 13 de agosto con un piso del 30% de los votos y, por lo tanto, por encima de Milei y de cada una de las ofertas de JxC. Sumar gente que mide poco llevaría a que el vencedor de esa carrera quede cuarto en el listado de candidaturas individuales, algo que lastimaría el proyecto político y el económico, aduce.

Si no lo escucharan, él mismo podría subirse al subte B en el Congreso renovador del 10-J ordenando armar listas en todos lados y promoviendo al salteño Gustavo Sáenz como un presidenciable más… A no ser que, en sus términos, Todos entre en razón…

¿Y si no es él?

Massa intuye que el plan Kicillof es más que un runrún o un capricho de Máximo Kirchner y del pejotismo bonaerense. En su repliegue táctico, habla de "un candidato de unidad" que no necesariamente debería ser él mismo. ¿Kicillof? "¿Por qué no?", responde el ministro, quien reitera sus llamamientos a la "generosidad" –también suya– para construir en conjunto la mejor oferta electoral posible.

En ese juego, en tanto, junta encuestas que –asegura– lo muestran palo a palo en el plano nacional con el gobernador bonaerense y se guarda la carta de la pregunta final. En efecto, si tras asegurar el piso, como dijo Cristina, hay que subir el techo para disputar un ballotage, ¿cómo haría el panperonismo para prescindir del electorado de centro, sobre todo en momentos en que la sociedad parece derechizarse?

Ahí llega el resto de la jugada. Para Massa, si realmente se juega a ganar, sería totalmente inconveniente competir con una oferta tan monocolor, tan exclusiva de la izquierda peronista, como Kicillof a la nación y De Pedro a la provincia. "El centro soy yo", diría entonces, convencido de que lo respaldan intendentes, gobernadores, referentes del empresariado y del sindicalismo… Tensar la cuerda con un posible respaldo a Sáenz también implica mostrar la banca que tiene en el interior.

Más allá de la política

Lo que en otro contexto sería una ventaja, hoy es para él un problema: tiene que gestionar. La inflación vuela y seguirá haciéndolo, la falta de dólares impone más cepo y la actividad dio en marzo indicios claros de un amesetamiento que podría devenir en recesión –creció 1,3% interanual, pero apenas 0,1% contra febrero–.

Esos partidos ya están perdidos, razona la totalidad del oficialismo. Sin embargo, Massa cree que ciertos apoyos internacionales saldrán en su auxilio justo a tiempo, con un par de "buenas noticias" antes de la segunda semana del mes que viene, clave por ser la del Congreso renovador, la previa de la inscripción de las alianzas y la antesala ya inminente del cierre de listas del 24.

A fin de mes, el ministro viajará a China, donde asistirá a la reunión del nuevo banco de los BRICS y cerraría una nueva ampliación del swap cambiario con China. Para mediados del mes que viene, en tanto, cree poder cerrar la renegociación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que debería implicar un anticipo de desembolsos tanto para pagar los vencimientos venideros como una suma a determinar para intervenir en el mercado cambiario y evitar corridas contra el peso en plena campaña. Eso, una renegociación del acuerdo "inflacionario e inviable" con el Fondo, es el logro que la vice le exige casi como condición para volver a considerarlo para la candidatura presidencial.

la carrera hacia el cierre de listas calienta la previa del acto de cristina

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