GÉISER DE FURIA

Sergio Berni, la violencia y el default de la política

La agresión al ministro tras el asesinato de un chofer se dio en medio de un estado social de frustración. La dirigencia ciega, sorda y muda. ¿Estallido en las urnas?

La agresión brutal al ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, tras el asesinato de Daniel Barrientos, un chofer de colectivo que estaba a días de jubilarse, podría ser considerada un hecho puntual, provocada por un grupo de hombres brutales que le dieron rienda suelta a su ira aprovechando que el funcionario acudió al lugar sin aviso ni custodia. Punto. ¿Punto? No. Dejar la cuestión allí sería incorrecto, por más que haya que cuidarse de los excesos de interpretación. Para avanzar con lo que sigue basta con consignar algunos hechos. Por un lado, que la inseguridad es una llaga abierta y que no hay gestión provincial ni nacional que atine a curarla. Segundo, la contumacia en defaultear la confianza pública de las dirigencias de todos los sectores que han gobernado en, digamos, los últimos 30 años, es impactante. Tercero, llama la atención el géiser de furia que brotó del suelo cuando Berni pisó el lugar en el que protestaban los compañeros de Barrientos. Finalmente, hay que consignar la presunción de un estado social de frustración, que podría estar detrás del microestallido de ayer… ¿y presagiar otros nuevos, por ejemplo en las urnas?

"¡Que se vayan todos!". "¡Son el mismo gobierno!". Esas consignas se escucharon en medio de las agresiones a Berni. ¿Mensajes? Seguramente, sobre todo cuando los reproches a la gestión del ministro también partieron del propio oficialismo.

Mientras, el salto más elevado del mamífero lagomorfo fue el nuevo cruce entre provincia de Buenos Aires y la Nación, algo que irrita por lo reiterado.

El Gran Bonete

"Nosotros hacemos un esfuerzo infinito con los escasos recursos humanos (que tenemos). Por eso pedimos desesperadamente desde 2019 la presencia de la Gendarmería en la provincia de Buenos Aires", disparó Berni. "Era casi una condición sine qua non para hacer las reformas que hay que hacer en la provincia. Hablé personalmente con el Presidente y se comprometió a hacer una revisión del Operativo Centinela que llevamos adelante en 2014, cuando (yo) era secretario de Seguridad y teníamos seis mil gendarmes todos los días en la calle", siguió.

Infaltable, el homólogo de Berni en la Nación, Aníbal Fernández, salió al cruce. "Nadie de la provincia me pidió nunca un gendarme", aseveró. Alguno miente y nos toma por idiotas.

En medio de la conmoción por la escalada narco en Rosario, el 21 de marzo, desPertar, el newsletter de Letra P, dio cuenta de la curiosidad de que Aníbal F. había decidido un despliegue de gendarmes en territorio bonaerense, algo que intrigó a los intendentes de los partidos involucrados y que hasta llevó a Kicillof a preguntarle al jefe de Estado –¡por carta!– de qué se trataba la movida. Desde entonces se reinstaló el silencio sobre esta cuestión, por lo que podría haberse pensado que alguno de los involucrados atinó a enviar un mensaje de WhatsApp. Mala nuestra.

Ciegos, sordos y mudos

Absortas en sus reyertas, las principales figuras del Frente de Todos se empeñan en comportarse como una murga, lo que no estaría mal si no fuera porque son las alianzas políticas y no las murgas las agrupaciones que gobiernan y se presentan a elecciones.

Nadie podría sorprenderse de un eventual voto castigo en agosto y en octubre-noviembre si piensa en el absurdo de que la dirigencia pretenda que la gente salga a trabajar, ya no solamente para ser pobre de todos modos, sino también para jugarse la vida cada día. Los colectiveros, las personas que viajan a sus trabajos y quienes habitan en tantos barrios como Virrey del Pino… Hecha de resentimiento, claro, pero también de falta de recursos para brindar seguridad, para remunerar como corresponde a los policías, para iluminar los barrios y para muchas otras cosas, la pobreza que no para de subir cuesta vidas.

El default de la política

La dirigencia política está largamente en deuda con la sociedad, pero sigue sin pagar. Ese default alcanza a todos sus niveles, desde los gobiernos –que no cuidan y no saben cómo resarcir a la mayor provincia argentina de su crónica discriminación en materia de coparticipación– hasta el Poder Judicial –que tantas veces habilita puertas giratorias–, pasando por las policías –¡ay!–, los empresarios y los sindicatos.

Tiempo atrás, después de otro asesinato, se había prometido la instalación de cabinas de protección y de videocámaras en los colectivos, siendo esto último algo que ya debería considerarse un estándar. Lo primero fue uno de esos anuncios que nunca se concretan, mientras que lo segundo resulta todavía más escandaloso.

El ministro bonaerense de Transporte, Jorge D´Onofrio, reveló que “el Estado puso la plata para las cámaras de seguridad", la friolera de 2.500 millones de pesos en subsidios. Nadie –ni las autoridades ni el sindicato que debería velar por la integridad de sus afiliados– se ocupó de fiscalizar que ese dinero fuera realmente invertido en ese propósito. ¿Qué pasó, entonces? ¿Las empresas se quedaron con ese dinero?

"Se va a formar una ‘comisión de seguimiento’ con la UTA para terminar de instalar las cámaras y se va intimar a las empresas para que las coloquen donde faltan", tranquilizó –con delay– D´Onofrio. Y va por más: se trabajará con el fetiche del momento, la inteligencia artificial. Bueno.

Los sucesos de este lunes le ponen más presión a Kicillof, quien ya venía golpeado por el fallo de primera instancia –por una cifra aún no precisada pero probablemente escalofriante– contra el Estado nacional por el modo en que, en tanto ministro de Economía, condujo la estatización de YPF en 2012. Ahora se trata de seguridad, tema en el que no basta con que su ministro vuelva a patear la pelota fuera de la cancha bonaerense. En el Frente de Todos no se dan cuenta de que, efectivamente, pertenecen al mismo espacio político y que nadie debería dormir tranquilo pensando que le será fácil alambrar su territorio a pesar de los desastres circundantes.

Santos inocentes

https://twitter.com/horaciorlarreta/status/1642938562445295624

Mientras tanto, nacidas de un huevo en la mitad del campo, las principales referencias de Juntos por el Cambio explican que no tienen nada que ver con los dramas nacionales. Sobre la deuda y la economía ya sabíamos de su inocencia; ahora tampoco tienen nada que ver con la inseguridad ni con las condiciones de vida de la población que en tantos casos la subyacen.

Horacio Rodríguez Larreta, cuyos efectivos rescataron a Berni de la turba, se solidarizó con quienes debía, pero falló una vez más en condenar públicamente los abusos de sus propios agentes. Más allá del sumario que se abrió, ¿qué piensa del brutal golpe que uno de ellos le dio a un manifestante con su escudo?

No hay mucha esperanza de que dé cuenta de cosas como esa cuando todavía se esperan sus explicaciones sobre los chats de su exministro Marcelo D’Alessandro y sobre las razones que lo llevan a autorizar que móviles de la Policía de la Ciudad circulen sin identificación ni patente en barriadas en las que efectivos a veces practican tiro al joven con gorrita.

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