El presidente Javier Milei culminó el fin de semana extralargo con un acto –y cadena nacional– en el que dio la buena noticia de que el reclamo por la soberanía de las islas Malvinas tiene lugar en su administración, hecho que vinculó con una "nueva doctrina" que reconciliará a la sociedad y las Fuerzas Armadas y con un destino de grandeza nacional que hará que el mismo tenga, esta vez, final feliz. ¿Estamos ante un nuevo Milei?
En el acto, realizado a 42 años del inicio de la guerra con el Reino Unido precipitada por el dictador Leopoldo Galtieri –ruinosa a la postre para la reivindicación nacional–, el Presidente definió al suyo como "el primer gobierno que se hace cargo de esta situación" por tener "un rumbo claro para ser un país próspero y soberano".
"Para que una nación soberana sea respetada hay dos condiciones esenciales: debe ser protagonista del comercio internacional y debe contar con Fuerzas Armadas capaces de defender su territorio frente a cualquiera que intente invadirlo", señaló en una remarcable demostración de realpolitik. Ahora bien, dado que la Argentina reivindica Malvinas como territorio propio y ocupado, ¿Milei le lanzó a Londres, acaso, una amenaza velada de hostilidad?
Lo más probable es que no haya pensado que esa era una lectura posible y que sólo haya apuntado a la política doméstica. El punto de llegada de su discurso, leído con severos tropiezos, fue la idea de la "reconciliación" que, si se recuerda lo ocurrido el 24 de marzo, tiene un hedor fuerte a negacionismo del terrorismo de Estado, cuando no de lisa y llana reivindicación.
El cierre, al grito de "¡viva la libertad, carajo!", selló la partidización de un acto que se suponía de Estado.
El revés de la trama de Malvinas
"No hay soberanía ni respeto internacional por nuestros intereses si la dirigencia política ensucia a las Fuerzas Armadas. Ese tiempo se acabó; son un orgullo para nuestra nación", aseveró Milei.
Esa postura y la enunciación de una nueva estrategia, celebrada a su lado por Victoria Villarruel, implicará "inaugurar una nueva era de reconciliación", dijo, cosa que se traducirá en una "nueva doctrina" con la firma del Pacto de Mayo en Córdoba.
El énfasis en lo "nuevo" esconde, como suele suceder, cosas viejas: por un lado, la presentación como "guerra a la subversión" y "excesos" de lo que fue, según jurisprudencia firme, un plan sistemático de exterminio; por el otro, la pretensión de volver a involucrar a los militares en seguridad interior con el pretexto de la amenaza narco.
La vicepresidenta se emocionó al recordar a su padre, el teniente coronel Eduardo Marcelo Villarruel.
El mismo es presentado siempre por ella como un héroe condecorado por su participación en la guerra del Atlántico Sur, pero la historia oficial que pretende escribir el gobierno paleolibertario, no sin ayuda una y otra vez en medios privados, omite que dichas distinciones le fueron retiradas por haberse negado a jurar en 1987 fidelidad a la Constitución Nacional. Este interesante hilo de Twitter relata esa saga.
Lo anterior no busca poner el foco en Villarruel padre, un hombre fallecido en 2021, sino estirar los pliegues de una narrativa oficial que apelotona Malvinas y reivindicación de la última dictadura.
¿Un nuevo poder militar?
La defensa nacional no es necesariamente ajena a la doctrina minarquista –gobierno mínimo– que Milei abraza en la práctica, conciente de que el anarcocapitalismo que en verdad ama no es aplicable a esta etapa de la historia. Por eso no debería sorprender que el reequipamiento de las Fuerzas Armadas forme parte de su instrumental, algo por otra parte necesario para un país que tiene intereses enormes en el Atlántico Sur, hipótesis de conflictos abiertas, reclamos sobre la Antártida y un vasto y riquísimo litoral marítimo que no puede defender, justamente, por falta de equipamiento. Así lo demostró la tragedia de los 44 tripulantes del ARA San Juan.
Más allá de sostener que "no-hay-plata", Milei parece embarcar al país en un proceso de reequipamiento bélico que tendría un primer paso en la adquisición de 24 aviones caza F-16 usados, de fabricación estadounidense y actualmente en poder de Dinamarca. Según lo informado días atrás, el monto de la operación ascendería a 600 millones de dólares en los aparatos y su electrónica, 40 millones de los cuales serían aportados por Washington a modo de donación.
Esa adquisición consagra el alineamiento del país con la hiperpotencia y la toma de distancia con China.
Lo primero fue reafirmado por el propio mandatario en una entrevista con CNN, en la que afirmó que "mi alineación" (sic), que al parecer no incluye balanceo, "con los Estados Unidos es independiente de quién esté en el poder, demócratas o republicanos".
Lo segundo se relaciona con la nueva visita de la jefa del Comando Sur, generala Laura Richardson, quien, tal como ha hecho en los últimos dos años, acaba de volver a Buenos Aires para reunirse ahora con Nicolás Posse y Luis Petri –y tal vez con el propio Milei–. Según anticipan fuentes oficiales, la mujer se podría llevar como regalo la decisión oficial de reclamarle a China una "inspección técnica" a la base ubicada en Neuquén, según la potencia asiática un simple emprendimiento científico para explorar el espacio lejano, pero, según Washington, una instalación que oculta fines de espionaje y militares.
¿Estará el país a las puertas de un cortocircuito de gran calado con Pekín?
¿Qué poder militar?
Aunque sería bueno que Villarruel contara alguna vez en público qué piensa de la fascinación que Milei siente por Margaret Thatcher, el mencionado alineamiento une, hasta cierto punto, a ambos protagonistas.
Hasta cierto punto, vale enfatizar, porque, si de Malvinas se trata, ni el jefe de Estado ni su canciller Diana Mondino han demostrado sensibilidad política y diplomática por la causa, perforada por el frenesí proisraelí y antipalestino del primero, que lo lleva a convalidar la colonización de territorios ocupados, y por las declaraciones erráticas de la segunda y por la indolencia que mostró la Cancillería ante la última última visita del canciller británico David Cameron a las islas, expuesta en su silencio oficial y en una simple reacción irónica de la ministra en las redes sociales.
Con toda probabilidad, cuando Milei vincula la reivindicación sobre Malvinas con la necesidad de "contar con Fuerzas Armadas capaces de defender su territorio" simplemente fanfarronea. El mencionado alineamiento respecto de Estados Unidos es una garantía para el Reino Unido de que una recomposición –inevitablemente modesta– del poder militar jamás amenazaría sus intereses.
¿Es posible que hacer de la Argentina un país definitivamente proestadounidense acerque, en la mente del Presidente, la chance de una recuperación de las islas? ¿Caerá, más allá de las trascendentes diferencias de método, en el mismo espejismo de Galtieri, quien imaginó a unos Estados Unidos neutrales en 1982, y de Carlos Menem y de Mauricio Macri, quienes apostaron a la "seducción" y al enfriamiento diplomático del reclamo? ¿O, en verdad, estas elucubraciones son sobreinterpretaciones de lo que puede imaginar un presidente al que el tema le importa poco, tanto que en su discurso de ayer ni siquiera mencionó a la potencia ocupante? Parece lo más probable.
Alineamientos en un mundo peligroso
Mondino acertó esta vez con su trabajo para distender una relación con Colombia que Milei había vuelto a desquiciar. Acaso ella y su jefe político comiencen a entender que el mundo es un lugar acechante.
Israel, faro del Gobierno y, en general, de la ultraderecha occidental de la actualidad, es acusado en estas horas de haber bombardeado el complejo consular de Irán en Damasco, Siria, hecho que la República Islámica promete vengar. Alerta.