Lejos quedó en el tiempo y en la memoria cuando Enrique Cresto prometió no meterse en la interna del peronismo de Concordia, ciudad que gobierna desde hace ocho años. Debilitado tras no haber logrado su cometido de ser candidato a la gobernación de Entre Ríos, encontró la revancha apostando fuerte por un candidato local que le custodie el territorio. Con 5 fórmulas en juego en las PASO de la ciudad, no consiguió la unidad y muestra a Armando Gay como su sucesor.
Cuando Gustavo Bordet eligió a Adán Bahl como candidato único, el ex titular del ENOHSA resistió con su precandidatura a gobernador hasta donde pudo. Finalmente, se bajó de la carrera y anunció su apoyo al candidato de unidad, no sin recelos.
Ausente en algunos actos de campaña, tampoco se lo percibe militando activamente por la fórmula Bahl–Monjo. Casi en las sombras, el juego de Cresto es por la precandidatura a intendente de Gay, el hombre en quien pretende delegar el poder territorial, al menos en términos institucionales.
Con fuerte predominio territorial hasta hace algunos años, el crestismo empezó a sufrir cierta debilidad política en 2021, tras la derrota histórica que sufrió el peronismo en la provincia y también en la ciudad. En ese entonces, todavía al frente del organismo nacional, Cresto decidió hacerse cargo de la campaña legislativa encabezando la nómina para diputados nacionales. Su nombre, calculaba, traccionaría en su patria. No fue así, y el peronismo tocó su piso histórico del 35% de los votos en Concordia, frente a más del 53% que obtuvo su rival de Juntos Rogelio Frigerio.
Cresto hubiese ingresado igual al Congreso, pero decidió no asumir. Esa fue la segunda renuncia. La primera sucedió cuando decidió no continuar con el segundo mandato para el que fue reelecto en diciembre de 2019 y aceptar, en enero de 2020, el cargo nacional que le ofreció Alberto Fernández.
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En septiembre de 2022 volvió al pago chico, en sintonía con la ola de regresos que varios intendentes encabezaron en medio de la crisis política del gobierno nacional. Sembró la idea de su precandidatura a la gobernación, pero ese objetivo no prosperó en virtud de la búsqueda del peronismo de un perfil para Entre Ríos que se construya a imagen y semejanza del gobernador Bordet. Ese perfil era Bahl.
El concordiense terminó aceptando el segundo lugar para la Cámara de Diputados provincial, una ubicación no tan acorde a sus expectativas. Los números que mostraban las encuestas terminaron por definir ese destino político. El primer lugar de la lista quedó para la actual vicegobernadora, María Laura Stratta. Logró negociar un lugar para su hermana Mayda, ex diputada nacional y ahora candidata a senadora por Concordia. El suplente también es un hombre de su riñón, el funcionario Aldo Álvarez. Y esto es todo lo que Cresto consiguió.
Al frente de la municipalidad hasta diciembre, decidió jugar muy fuerte por Gay, dejando abierta una interna de alto riesgo para el peronismo en las PASO, en las que inclusive una de las cinco listas que disputan por la intendencia decidió no pegar con Bahl.
Cuatro días antes del cierre de listas, cuando todavía estaba abierto el escenario de negociaciones, Cresto aseguró que había ordenado a su tropa “no volcar el aparato municipal en favor de ningún candidato”. Sin embargo, esa “orden” duró poco y al conocerse la conformación de la lista de Gay se supo que ocho funcionarios de su gestión encabezaban la nómina para el Concejo Deliberante. Tras esa movida, Cresto mismo empezó a involucrar a Gay en todas las actividades de gestión, y el senador provincial, presidente del bloque justicialista, aparece en casi todas las fotos institucionales.
A tres semanas de las PASO, la incógnita que sobrevuela es si fue una decisión del propio Cresto la de despegarse de la campaña provincial o si, en un pedido explícito de la conducción provincial, le sugirieron que tomara distancia para evitar cualquier efecto de arrastre “no deseado”. En esa conversación, quizás, se le habilitó el juego propio en su ciudad.