Horacio Rodríguez Larreta oficializó su decisión de "matar al padre" y queda ahora por verse si Mauricio Macri echa de casa al hijo rebelde. Ese es un nivel de análisis atinado sobre la crisis del momento, aunque las repercusiones de la misma no se agotan en eso. ¿Estará por alumbrar una nueva configuración del sistema político en la Argentina?
Macri se declaró "desilusionado" y, para señalarlo, se valió –llamativamente– de las palabras de María Eugenia Vidal: "Este no es el PRO que prometimos". Y más: "Somos el cambio o no somos nada". Parece que ambos consideran que Rodríguez Larreta se ha convertido en nada.
Directamente interesada en el sentido en el que se expida el expresidente y esperanzada en que enarbole su precandidatura, Patricia Bullrich cumplió con la promesa que hizo a su gente de "liquidar" al jefe de Gobierno, expresando su repudio en Twitter y exponiéndolo en un video que busca ponerlo en el peor lugar del mundo: el de quien hace las mismas cosas que el kirchnerismo. Acaso una sola nube gris le impida ver un cielo limpio: ¿qué rol le dará Macri a una Vidal que no deja de hacer los deberes, sobre todo si concluye que el PRO podría tener necesidad de una figura capaz de dar pelea en el lugar del ring que busca ocupar Larreta?
Palabras en la superficie…
Quienes acusan de traición a Rodríguez Larreta –básicamente todo el PRO no larretista– hablan de un impropio cambio de reglas en medio de un proceso electoral. Le reprochan la convocatoria a elecciones concurrentes, esto es la realización en el mismo día, pero de manera separada, de los comicios nacionales y los porteños. Los primeros, como se sabe, serán con las tradicionales listas sábana, mientras que los segundos se llevarán a cabo con Boleta Única Electrónica (BUE). El artilugio impedirá que quienes se postulen a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se cuelguen de quienes se candidateen a la Presidencia de la Nación, beneficiando al radical Martín Lousteau, perjudicando al primo Jorge Macri y desesperando al aspirante local de Javier Milei, el ampliamente desconocido Ramiro Marra.
Sincerémonos… Si lo que dicen Macri, Bullrich y Vidal fuera cierto, sería una muy buena excusa, pero la verdad es que el ingeniero se ha probado a lo largo de su carrera como un pragmático desdoblador o unificador según su estricta conveniencia personal, lo mismo que ahora le reprocha a quien supo ser su delfín.
En medio de tanto posicionamiento interesado, previsiblemente la UCR saludó la decisión. ¿Será esta la piedra de toque de la tantas veces supuesta incorporación de Gerardo Morales como número dos del ticket presidencial del larretismo?
…y realidades subterráneas
La emancipación del alcalde fue descripta por su núcleo más cercano con una figura: él no quiere ser "el Alberto Fernández de Macri". ¿Pero qué es, en definitiva, el presidente en relación con Cristina Fernández de Kirchner? Que haya gobernado bien es harina de otro costal, pero no es, ciertamente, el títere que se ha presentado tantas veces; si lo fuera, ambos no estarían peleados como lo están. Es, en los términos de Larreta, un rehén. Y él jura que no lo será, para lo que debe jubilar a su viejo mentor.
Argumentemos ahora lo prometido en el inicio.
- Primera definición: con audacia llamativa en el "tibio" que dicen que es, Rodríguez Larreta pretende construir una opción centrista, aun a riesgo de que Juntos por el Cambio se rompa justo en lo que ha sido su columna vertebral, el PRO.
- Segunda definición: al menos hasta que se demuestre lo contrario, ese centrismo es más una ubicación geográfica que una identidad ideológica. Así, busca establecerse entre dos "populismos", el K a su izquierda y el paleolibertario –que tanto tienta a Macri y a Bullrich, y que tan poco preocupa a Vidal– a su derecha. Una parte del electorado podría comerse la curva de que "centro" es necesariamente moderación, pero ni bien un eventual presidente Rodríguez Larreta anuncie su shock de medidas económicas la carroza podría devenir en calabaza.
- Tercera definición: la apuesta es arriesgada y el alcalde parece asumir que Macri no podrá torcer el proceso electoral a su antojo y que el Frente de Todos ya no es capaz de hallar un lugar bajo el sol con alguna figura moderada como las de Sergio Massa o Daniel Scioli. ¿Pretende, en ese sentido, acorralar al cristinismo en el confín izquierdo de la política nacional? ¿Conseguirá lo que el peronismo no K intenta desde hace una vida sin el menor éxito?
El caldo de la olla
La palabra que sobrevuela el ambiente –ojo, a la que no es ajena el Frente de Todos– es ruptura. ¿Se romperá el PRO, estallará JxC en dos pedazos, uno, como se dijo, centrista –larretismo más UCR... ¿más apelación al voto oscilante desencantado con los últimos dos gobiernos?– y otro de derecha dura –Macri más Bullrich más Milei–? Esa posibilidad queda en manos de la voluntad de quienes protagonizan el drama.
Ahora bien, ¿qué significa "ruptura"? La más evidente sería la formal, que implicaría que en los cuartos oscuros del 13 de agosto aparecieran esas dos opciones como parte de alianzas diferentes. Con todo, también es posible que esa opción se le proponga al electorado en las propias PASO dentro del marco de la interna de Juntos por el Cambio.
La primer alternativa sería ruptura; de acuerdo. La segunda también lo sería, aunque más larvada como realidad profunda del sistema político, aunque no lo sea plenamente en el plano electoral. Dado que de las primarias emergería una facción ganadora y una perdedora, el quiebre formal quedaría simplemente a la vuelta de la primera esquina. En efecto, ¿hay seguridades de que el sector del PRO que resulte perdedor en las PASO se encolumne detrás del ganador, esto es la derecha dura detrás de "Sombrilla" o las palomas volando hacia una entente con Milei?
Una vez más, ¿qué significa "ruptura"? ¿Todos está roto o no? No en lo formal, al menos por el momento, pero en el plano de lo concreto feneció hace tiempo, al punto que Fernández asegura que gobierna solo con la parte del gabinete que le lleva el apunte. He ahí un buen ejemplo de algo que ya no existe en los hechos aunque nadie haya anunciado su final.
- Tal vez haya que pensar que el bicoalicionismo reciente ya no alcanza para sintetizar posiciones al interior de cada una de esas alianzas y que la crisis permanente de la Argentina hace que ese sistema resulte fatalmente disfuncional para el juego político. Queda por verse si esto se plasmará en un big bang del sistema electoral.
Todo lo anterior lleva a pensar a qué hay que prestarle atención en lo inmediato. Básicamente, al triángulo que forman el PRO, la UCR y La Libertad Avanza. La estrategia electoral que se dé el primero de esos partidos –por ejemplo, si Macri empuja, contra la opinión radical, una alianza con Milei– determinará, al menos en el plano nacional, si el PRO y JxC fracturan de hecho –dirimiendo su guerra en las PASO con las precandidaturas conocidas– o también de derecho –dando lugar a dos alianzas diferentes–.
Lo que está irremediablemente roto es la política argentina.