TRIBUNA LETRA P

El cambio justo

La sociedad llegó a las elecciones con un fuerte deseo de cambio, pero también con un deseo de estabilidad. El sueño presidencial de Massa y el recorrido de su carrera política.

Si el resultado de las PASO sorprendió a la mayoría de los argentinos ubicando a Javier Milei como el candidato más votado, el resultado de la elección general configura un nuevo escenario político y electoral. Desde lo político, dejó a Sergio Massa y a Axel Kicillof posicionados como los principales referentes del peronismo de cara a la próxima etapa que se inaugura a partir de diciembre. Desde lo electoral, sepultó las posibilidades de Juntos por el Cambio de llegar a la presidencia y renovó la esperanza del peronismo de ganar una elección que parecía perdida.

La sociedad argentina llegó a la competencia electoral atravesada por un fuerte deseo de cambio, con un sinnúmero de frustraciones, acumuladas durante años de estancamiento económico, fragmentación y deterioro del tejido social. La experiencia decepcionante con los últimos gobiernos alimentó ese sentimiento. Sin embargo, el deseo de cambio convive con otro que parece, a priori, diametralmente opuesto, pero que no lo es: el deseo de estabilidad.

En los grupos focales que realizamos desde Reyes-Filadoro observamos en los últimos años que el enojo de la población con la clase política, la frustración de no poder progresar y el miedo a la inseguridad conviven con una sensación de incertidumbre crónica.

Lo que está en juego en esta elección no es la continuidad del kirchnerismo (como erróneamente interpretó Patricia Bullrich) sino como generar los cambios necesarios para lograr un país estable y previsible donde sea posible progresar a partir del esfuerzo.

Massa arrancó tarde la campaña, con la enorme desventaja de quien larga en último lugar, teniendo el quimérico desafío de diferenciarse del gobierno que integra y generar expectativas de cambio.

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Es difícil situar con precisión el comienzo de la carrera de Massa hacia la presidencia porque fijó la mirada en ese objetivo desde muy pequeño (según su propio relato), pero se podría decir que el ministro-candidato inició su campaña presidencial en las elecciones de medio término de 2013 cuando se animó a desafiar el liderazgo de la expresidenta, fundó su propio partido y logró, nada más y nada menos, que vencer al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, imponiéndose con el 44% de los votos.

Esta jugada, tan audaz como sorpresiva, posicionó a Massa como un dirigente ambicioso y le sirvió para diferenciarse del kirchnerismo, mostrando valentía y autonomía, pero también le valió el mote de traidor. Diez años después de aquella gesta, Massa está logrando transformar ese atributo negativo que le hizo perder credibilidad, en un atributo diferencial para algunos y preferencial para otros.

La fuerza de Massa proviene de una convicción inalterable sobre su destino. Ese sentido de propósito en la vida alimenta su voluntad de trabajo, su capacidad de liderazgo, su apertura al dialogo y su disposición a negociar para alcanzar su objetivo. Aunque su flexibilidad para adaptarse y aprovechar cada situación genera sospecha y desconfianza en algunos, otros interpretan ese rasgo como su mayor activo.

Massa creó un partido de centro que aspiraba a erigirse por encima de la tradicional antinomia peronismo/antiperonismo. Luego de su contundente victoria electoral en la Provincia de Buenos Aires se dispuso a sumar al Frente Renovador dirigentes de diferentes espacios políticos, incluyendo a peronistas, radicales e incluso algunos dirigentes vinculados al PRO que habían compartido boleta en algunos municipios de la primera sección electoral.

La idea de construir un gobierno de unidad rondaba en la cabeza de Massa desde entonces. Sin embargo, la “ancha avenida del medio” el proyecto integrador que superaría las falsas dicotomías entre la industria y el campo, el interior del país y la Ciudad de Buenos Aires, no pudo romper con la polarización que alimentaban Macri y Cristina.

Massa perdió la elección presidencial de 2015 y la elección legislativa de 2017, pero nunca perdió de vista su objetivo. Durante el fallido gobierno de Mauricio Macri su fuerza política fue garante de gobernabilidad, negociando leyes importantes en el Congreso Nacional y en la legislatura de la Provincia de Buenos Aires donde apoyó varias leyes del gobierno de María Eugenia Vidal.

La alianza entre el Frente Renovador y el kirchnerismo en 2019 facilitó la victoria de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner consolidando a Massa como un actor indispensable en el tablero de poder.

Fiel a su estilo, aceptó a mediados del 2022 el desafío quimérico de conducir a puerto seguro un barco sin timón en medio de una feroz tormenta. No pudo doblegar a la inflación, ni siquiera logró aplacarla. Pero esa decisión, tan audaz como la mayoría de sus iniciativas políticas, le permitió consagrarse como el candidato más competitivo del peronismo. Su candidatura representó desde el primer día un riesgo enorme para el oficialismo ya que, siendo Ministro de Economía era evidente que sería blanco de corridas cambiarias y otras maniobras desestabilizadoras que podrían dañarlo.

Sin embargo, contra viento y marea, ejecutó con disciplina marcial la mejor campaña electoral que pudo hacer, dado el contexto, posicionándose como el candidato más preparado para asumir la difícil responsabilidad de gobernar un país como argentina, sumando un nuevo capítulo, el más épico probablemente, a su carrera política.

Massa pudo sintetizar uno de sus principales atributos personales (“el que puede hablar con todos”) en un mensaje claro de unidad nacional, retener a la mayoría de los votantes de Cristina y salvar al peronismo de la derrota a la que parecía encaminado.

Massa conoce el sistema político y el funcionamiento del Estado como nadie. En un momento en que los políticos son señalados como los principales responsables de la crisis económica y social que atraviesa el país, Massa es uno de los exponentes más visibles del establishment, lo que Milei denomina “casta política”. Sin embargo, la elección dejó en evidencia que, aunque la sociedad quiere un cambio, no está dispuesta a cualquier cosa.

Massa está logrando posicionarse como el “cambio justo” (curiosamente su slogan de campaña presidencial en 2015) y eso, aunque no entusiasme a los más revolucionarios, transmite tranquilidad a muchos votantes. En poco tiempo sabremos si le alcanza, o no, para alcanzar la presidencia.

Sergio Massa
Sergio Massa

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