El gobernador Axel Kicillof repitió este domingo el ritual que había utilizado en las primarias: arrancó el día caminando los 200 metros que separan la residencia gubernamental del lugar donde debía votar. Como en agosto, fue acompañado por su esposa, Soledad Quereilhac, con quien caminó de la mano entre una maraña de reporteros gráficos y custodios, pero sin descuidar los pedidos de selfies de seguidores y curiosos.
La apertura de las rejas del predio, a las 9.20, alertó a las guardias periodísticas y al personal de seguridad parapetado en la esquina, a unos 50 metros. “Que se lo lleven o que lo dejen ir. Ya”, le ordenó alguien vestido de civil a un policía. Unos metros más allá, dos efectivos le revisaban la mochila a un Rappi. Lo dejaron ir, todo despejado para el paso del gobernador. Hicieron correr la voz y a todas las guardias periodísticas, divididas en postas, les llegó el aviso del inicio de la caminata.
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En el camino a la Escuela Superior de Sanidad “Floreal Ferrera”, ubicada en calle 4 entre 51 y 53, el matrimonio fue interceptado por vecinos y vecinas que le pidieron sacarse una fotos. Fue el caso de una familia y de una joven que no se intimidó ante el revuelo de fotógrafos. “Axel, una selfie”, pidió. “Esto es voto cantado”, bromeó el gobernador con dos incondicionales, el jefe de Asesores, Carlos Bianco, y la ministra de Comunicación, Jesica Rey. El abrazo, la sonrisa y la foto se repitió a lo largo de toda la cuadra, con Quereilhac dando un paso al costado cada vez para no restar protagonismo.
El bulevar de la calle 51 fue otra vez una especie de alfombra roja por la que la pareja caminara de la mano bajo los flashes en una mañana nublada y amenazante, pero sin lluvia. “A ganar, compañero”, gritaron algunos desde más allá.
La escena fue ajena a las mozas de los bares de la zona que terminaban de sacar mesas y sillas a la vereda y atendían a las primeras clientas. “‘¿Van a levantar los papeles antes de irse?”, inquirió una de las mozas del bar de la esquina señalando los panfletos en apoyo a Massa que quedaron tirados en el lugar. “Debieras preguntarle al del auto que pasó revoleándolos por la ventanilla”, respondió el periodista.
La caminata de Kicillof antes de votar
En la esquina de 4 y 51, formando un semicírculo, periodistas, camarógrafos, tiracables y productores se mezclaban con los organizadores del paso de Kicillof. Duró un suspiro el orden: apenas bajó de la rambla todos corrieron a preguntar algo. Las respuestas del manual de la veda sirvieron para llenar vivos, minutos de aire en radios y canales de TV.
Bolsa de facturas para las autoridades de mesa en mano, el gobernador entró al establecimiento y tardó apenas diez minutos en votar. Siempre escoltado y entre pedidos de fotos, llegó al teatro donde dio una conferencia de prensa. Llamó a votar “porque no votar es que otro elija por uno”, dijo y reiteró que la de este domingo es una elección “muy decisiva”. “Hay rumbos muy dispares para adelante”, indicó en alusión a dos de las restantes tres propuestas que encabezan Néstor Grindetti, Carolina Piparo y Rubén Sobrero. Cuando le preguntaron si había hablado con la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner, respondió seco: “De eso no tengo mucho para decir”. “Esperemos que sea una día pacífico”, agregó el mandatario y luego partió rumbo a la gobernación envuelto en la misma maraña de fotógrafos y atendiendo los pedidos de fotos de vecinas de la zona que le salieron al cruce.
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El gobernador busca quedarse cuatro años más habitando la residencia de calle 6. El resultado de las PASO fue un envión anímico para él: ganó, le sacó tres puntos de ventaja a Juntos por el Cambio y 13 a La Libertad Avanza. En la gobernación hay optimismo con cautela: se desconoce el impacto que pudiera tener en las urnas el yate-gate protagonizado por Martín Insaurralde y el caso Chocolate Rigau.
Volver a ganar este domingo representará para Kicillof mucho más que alcanzar la reelección en Buenos Aires. Se convertirá inmediatamente en uno de los pocos sobrevivientes de un peronismo territorial doblegado por la oposición. El espesor de su figura se podría acrecentar aún más si su empuje termina siendo determinante para llevar a Sergio Massa a un ballotage y, acaso, a la Casa Rosada. En ese caso, pese a que desde hace tiempo juega en las grandes ligas, su nombre tendría definitivamente un lugar reservado en la mesa bien chiquita donde se toman las decisiones, sin ser necesariamente un delegado de CFK.
La caminata de Kicillof antes de votar