Si el domingo logra su objetivo y es reelecto por un nuevo período en la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof quedará instalado, más allá de su voluntad, en la figura de mayor peso del kirchnerismo y en el protagonista central del tiempo político que se abre para el peronismo nacional a partir de 2024, con Cristina Fernández de Kirchner definitivamente corrida del centro de la escena.
La expectativa de un triunfo propio en Buenos Aires, con la que el gobernador y su entorno llegan a la elección, es la contracara de la incertidumbre que genera la pelea nacional. Para Kicillof, la reelección puede venir en dos escenarios bien distintos: de la mano de una presidencia de Sergio Massa, en la que él sería desde La Plata el principal sostén territorial de la Casa Rosada, o de la mano de un triunfo de Javier Milei o Patricia Bullrich, donde pasaría a transformarse en una suerte de emblema de la resistencia peronista K.
Las dos hipótesis rondan en la cabeza del mandatario bonaerense, que después de una larga campaña se enfrenta ahora a la instancia más importante de su carrera política. La reelección en Buenos Aires fue su apuesta personal, resistiendo la presión de sus enemigos internos para que asumiera la candidatura presidencial del espacio. Kicillof confió en que su gestión garantizaría el triunfo en Buenos Aires, uno que le asegure al kirchnerismo mantener el territorio ante cualquier escenario.
Aunque haya evitado hasta ahora construir "axelismo", si gana el domingo y gobierna cuatro años más la provincia, el movimiento detrás de su figura será inevitable.
Sin CFK en el centro de la escena, Kicillof asumirá un protagonismo inédito. Podrá seguir presentándose como un soldado incondicional de la vicepresidenta que no tiene ambiciones ni proyectos personales, como dijo estos cuatro años. Pero su figura concentrará todas las expectativas para encarnar el futuro electoral del espacio y liderar ese proceso desde el principal sillón del territorio que concentra el 37 por ciento del padrón electoral nacional. Con Massa como socio en la Casa Rosada o en soledad, desde La Plata.
Algunos de sus movimientos políticos de los últimos tiempos apuntan en esa dirección. Si bien Kicillof no quiso pelear por poner nombres propios en las listas, se ocupó de construir un lazo fuerte con intendentes que serán, en un eventual segundo mandato, su brazo territorial (los casos de Fernando Espinoza, Jorge Ferraresi y Mario Secco son los más destacados). Además, tiene apuestas propias muy importantes en varios distritos, el más importante de ellos es La Plata, con Julio Alak a la cabeza. Y se entusiasma con triunfos del peronismo en Mar del Plata y Bahía Blanca, que podrían darle más músculo territorial a su segunda gestión.
Pero el nuevo tiempo que se abrirá para Kicillof si gana también tiene condicionantes fuertes. En cualquier escenario de triunfo, deberá gobernar con la Legislatura en contra, con pocas posibilidades de construir una agenda que pase por las cámaras bonaerenses, pobladas como quedarán por las tropas de Juntos por el Cambio y los libertarios.