La noticia de la prohibición del uso de celulares en la escuela volvió a poner en escena la cuestión de las tecnologías educativas y los dispositivos digitales. En principio habría que mencionar que la prohibición dispuesta en la Ciudad de Buenos Aires, donde gobierna Jorge Macri, no es tal. Se restringen sus usos; se los regula, en principio, en los niveles inicial y primario, y quedan sólo autorizados para uso pedagógico en el secundario.
Hagamos igualmente un poco de historia.
Hasta 2016, en el caso de la provincia de Buenos Aires, su uso estaba prohibido por resolución de la entonces ministra Adriana Puiggrós, de la administración conducida por Felipe Solá. Quien los habilita fue el ministro de Educación de Mauricio Macri, Alejandro Finocchiaro, cuando era el jefe de la cartera educativa de la gobernadora María Eugenia Vidal.
Jorge Macri hace punta
La resolución de 2016, livianamente, levanta la prohibición con una serie de vagos fundamentos sobre las promesas pedagógicas de los aparatos. Lo cierto es que entonces, si bien ya la distracción que generaban comenzaba a ser señalada por los docentes en las aulas, todavía el tema no tenía estado público. En 2023, luego de la pandemia, el Informe Global de Monitoreo de la Educación de la Unesco hizo sonar las alarmas y las regulaciones comenzaron a implementarse en varios países europeos, como Países Bajos, Noruega, Reino Unido, Italia y España. El gobierno de Jorge Macri tomó rápidamente la punta.
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Jorge Macri reavivó el debate sobre el uso de tecnologías en la escuela.
Ahora bien, ¿qué es lo que dice el informe de la Unesco sobre la cuestión tecnológica?
En principio, el informe, que lleva el sugestivo título de “Tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién?”, rescata la importancia del avance tecnológico y sus potencialidades en el uso educativo, como quedó probado durante la pandemia, cuando casi todos los sistemas escolares se sostuvieron en esos dispositivos para dar continuidad pedagógica en medio del aislamiento provocado por el Covid-19.
Después, define con mucha insistencia la necesidad de incorporar a las currículas educativas las competencias digitales. Es decir que, en el marco de los aprendizajes, los niños y las niñas adquieran, en sus trayectorias educativas, conocimientos relacionados con el mundo digital. Nadie puede salir de la escuela sin esos recursos, probado el caso de que cada vez serán menos las tareas rutinarias y repetitivas y la mayor parte de los trabajos futuros dependerán de las competencias cognitivas, lingüísticas, interaccionales, comunicativas.
La técnica, la humanidad y la era digital
Vivimos rodeados de máquinas desde que el mundo es mundo y la técnica es indisociable de la historia humana, solo que ahora ya no son naturales como en los principios de la humanidad ni mecánicas como en el mundo antiguo ni energéticas como lo fueron desde la revolución industrial. Hoy son digitales.
En tercer lugar, dice algo muy importante: las innovaciones tecnológicas se renuevan cada 36 meses. Es decir que, dentro de poco tiempo, vendrá otra oleada técnica y, por lo general, es difícil que los gobiernos no vayan detrás de la ola. Habrá entonces habrá que ingeniárselas para resolver este problema cronológico.
¿Qué propone el informe? Que los gobiernos realicen de forma continua estudios de campo que le permitan saber qué pasa en las aulas. Por último, el informe recomienda a los países regular los usos tecnológicos en el campo educativo. ¿Cómo? Como cada país lo crea conveniente. No hay recetas.
De ahí que conviene, lo antes que se pueda, que equipos de especialistas hagan el seguimiento de estas innovaciones y propongan a los equipos de gestión educativa las medias e iniciativas. Prohibir nunca es, en general, una solución. ¿Acaso también podríamos estar inoculando una resistencia al cambio? ¿Qué incentivos a la incorporación de nuevas estrategias pedagógicas con usos digitales tendrían, así, los docentes?
Por supuesto que hay peligros y por supuesto que no todo lo resuelve la tecnología. La escuela necesita matemática, lecto-escritura, artes, oficios, recreos, convivencia, historia... Pero no podemos mirar para otro lado. También la escuela tiene que igualar y dar oportunidades y hay familias y jóvenes que no tienen wifi en la casa, que no tienen una computadora por cada integrante de la familia ni smart tv en cada habitación.
La clave está en que en la escuela haya más tecnologías aprovechadas para el aprendizaje y menos jueguitos en red, distracción adictiva, manipulación narcisista. Esto se consigue con una lectura crítica del mundo técnico. No hay forma de lograrlo si no conocemos cuál es la esencia de esa técnica y, como dijo hace casi 70 años Martín Heidegger, la esencia de la técnica no es técnica, es relacional. En este caso, los dispositivos son un engranaje, como sugirió el gran filósofo alemán en La pregunta por la técnica, en el que el modelo de negocios es la monetización del tiempo libre articulando una estrategia de manipulación adictiva. De eso es de lo que hay que preocuparse y no puede hacerse sin políticas públicas. Por eso hay que capacitar más a los docentes y a los equipos directivos. Hay que conectar a todas las escuelas del país y, por supuesto, hay que dejar el celular afuera del aula cuando no es necesario. No es tan complicado.