FASE M

“Trade” electoral, la carambola del mercado que le abre una puerta a Massa

El sector financiero apuesta a un triunfo opositor en octubre. En la corta, la Bolsa vuela y las variables se acomodan. La calculadora política del ministro.

Mientras espera a ver si la inflación se alinea, hacia abril o como mucho mayo, con sus necesidades electorales, Sergio Massa encuentra un motivo nuevo para mirar el futuro con cierto optimismo. El mercado financiero acentúa las apuestas sobre un cambio de ciclo político en las elecciones de octubre, uno que llevaría al poder a Juntos por el Cambio en beneficio de sus intereses. ¿En qué medida eso, que entraña una visión negativa sobre el futuro electoral del panperonismo, podría beneficiar al ministro de Economía? Los designios del mercado son insondables.

 

Primero, los números. El índice S&P Merval de la pequeña bolsa porteña subió ayer 4,1% y concretó la sexta rueda positiva en fila. Su cierre a 224.627 unidades representó un récord nominal histórico en pesos y, en el puñado de días que lleva 2023, acumula un avance del 11,2% en moneda nacional y un 13,5% medido en dólar "contado con liquidación". Un montón para quien sabe entrar y salir a tiempo.

 

En los últimos 12 meses, la bolsa avanzó un 150%, otro montón por donde se lo mire: sus ganancias superaron en más de 50 puntos porcentuales a la inflación y generaron retornos medidos en dólares del orden del 40% –llegando a un nivel sin precedentes en tres años–.

 

Si la bolsa local es chica, más relevante es lo que está sucediendo con los papeles argentinos que cotizan en Nueva York, que registraron solo ayer subas de casi el 8%. Más: el riesgo país –la sobretasa que paga la deuda argentina en comparación con los Bonos del Tesoro de Estados Unidos, considerados riesgo cero– sigue orbitando en la estratósfera, pero gracias al sostenido repunte de los títulos públicos ya apunta a perforar a la baja la barrera de los 2.000 puntos básicos.

 

Se insiste: ese nivel es un disparate que no se puede festejar, pero la tendencia entrega tenues indicios de aliento.

 

Fuente: Rava Bursátil

La expresión de moda es "trade  electoral". El mercado sube ante la perspectiva de un cambio de gobierno, pero –¡vaya paradoja!–, en el camino podría hacerle las cosas más fáciles al superministro.

 

Para empezar, Massa podría beneficiarse de una mayor estabilidad de las variables financieras. Asimismo, de un mayor interés de los inversores ante cada vencimiento de la deuda del Tesoro en pesos, una bola de nieve que es una de sus mayores preocupaciones. Ya hubo indicios de esto con el canje de deuda de la semana pasada, que despejó en buena medida los vencimientos del primer bimestre, algo que llevó a la calificadora S&P a mejorar –en el margen, no olvidemos eso– la nota crediticia del país.

 

Asimismo, si los fondos extranjeros restauraran su interés por entrar al país, la llegada de dólares financieros podría aliviar las presiones sobre el Banco Central, las importaciones y, con esto, la capacidad de crecer de la economía.

 

El último informe del banco suizo UBS a sus clientes ilustra este punto:

 

  • "Bonos argentinos seleccionados presentan un atractivo perfil de riesgo-recompensa dadas sus valuaciones deprimidas, su baja sensibilidad a los impulsos macroeconómicos globales –tales como la política monetaria de Estados Unidos- y su relación positiva con precios de las materias primas", dijo.
  • "Un cambio de régimen político sería un punto de inflexión".
  • "Ante las elecciones que se realizarán hacia fines de 2023, recomendamos que cualquier posición en bonos argentinos tome un mínimo horizonte de inversión de 12 meses".
  • "Dada la larga historia de incumplimientos y reestructuraciones de deuda del país, no consideramos que los bonos soberanos argentinos sean adecuados para una estrategia de inversión destinada a mantenerlos hasta el vencimiento, sino solo para inversores con un alto apetito por el riesgo". Y sí: la Argentina es para valientes.

Lo que plantea UBS es entrar, ganar y salir, algo que nunca dibuja, en el largo plazo, un círculo virtuoso para el país. Sin embargo, en el juego corto, puede traer alivio.

 

Margen de acción

Mientras todo esto ocurre, Massa trata de alinear las principales variables económicas en función de lo que cree positivo y posible en este contexto, algo que coincidiría considerablemente con su futuro político.

 

La inflación, espera, sería menor al 4% mensual al cabo del primer cuatrimestre, lo que, proyectado, apuntaría al 60% anual que consta en el Presupuesto. Mucho, claro, pero bastante menos que el casi 100% en que cerró el año pasado. En ese nivel, a priori, el titular del Palacio de Hacienda se animaría a pelear en los comicios, eso si dejaran de proliferar presidenciables en el Frente de Todos y si Cristina Fernández de Kirchner aceptara urgirlo como candidato de unidad.

 

Para empujar ese objetivo, consiguió que sindicatos grandes acepten firmar paritarias con dos aumentos semestrales del 30%. Claro: 30+30=60. Sin embargo, quienes representan a la clase trabajadora no quieren volver a quemarse con la misma leche de 2021, cuando Martín Guzmán los alentó a que pactaran subas que terminaron muy por debajo del aumento de los precios, algo que, además, arrastró electoralmente al Frente de Todos en las elecciones intermedias. Así, tras el primer tramo del 30% habría una cláusula de revisión. Massa tendrá que probar que es capaz de domar el potro de los precios y, con eso, que los salarios recuperen lo que no han dejado de perder desde 2017. Con ingresos en dólares apenas más altos que los de Venezuela en toda América Latina, no hay oficialismo –sobre todo si es peronista– que pueda dar pelea en las urnas.

 

Massa intenta que todo converja con el 60% buscado. También el ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial, que se viene ralentizando en función de ese guarismo buscado.

 

El crecimiento económico de 2021 –un rebote, en verdad, que consistió en la recuperación de lo perdido en la pandemia– orilló el 10%, 2022 cerró –como dijo el propio funcionario– "bastante arriba del 5%". El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), la encuesta mensual que el Banco Central realiza entre los analistas privados más cotizados, arroja que este año la expansión se reduciría a un famélico 0,5%, pero él apuesta a "más de 3%", lo que haría de 2023 "el tercer año de crecimiento consecutivo". ¿Quién tendrá razón?

 

La diferencia de pronósticos, notable, se vincula con dos hechos: la sequía, que restaría dólares y tracción a la actividad productiva; y, relacionado con lo anterior, la escasez de divisas que limitaría la importación de insumos y, con ello, la producción industrial. Massa cree que lo primero no implicará dos puntos menos de PBI, como se proyecta, dado que parte de la reducción de producción se compensaría con una suba de precios –Argentina es parte importante de la oferta internacional de granos–.

 

Lo segundo resultaría, considera, menos severo por lo recién mencionado y por el ahorro fuerte en importaciones de energía que surgirá de la restricción de los consumidores por la suba de tarifas y por la mayor disponibilidad de gas propio que permitirá la construcción del ducto Néstor Kirchner. La industria, resalta, mantiene indicadores fuertes de uso de capacidad instalada y las perspectivas del empleo siguen siendo positivas.

 

Ya sé, no me digás, tenés razón

Claro que lo que puede salir mal es mucho, algo que explica la cautela política del superministro.

 

Por un lado, aunque las diputadas y el diputado que le responden en la Comisión de Juicio Político de la Cámara baja van a acompañar el proceso contra los cuatro miembros de la Corte Suprema –este jueves se presentará el proyecto–, sabe que el precio de eso será un boicot de Juntos por el Cambio a todo lo que pueda necesitar del Congreso. Se trata de un costo calculado, ya que le resultaría mucho peor enemistarse definitivamente con la vicepresidenta.

 

Además, pensar que la inflación bajará con docilidad del casi 100% a 60% podría ser una ingenuidad. El INDEC anunciará hoy el dato de diciembre y de cierre del año. Si el número fuera, como anticipó el propio tigrense, menor a 5%, volverían las polémicas sobre una supuesta manipulación estadística en base a que el IPC de la Ciudad de Buenos Aires se ha mantenido en el último bimestre del año pasado por encima de ese nivel, en 5,8% mensual.

 

El dólar es una acechanza constante, por caso el blue, que amaga con dispararse, luego se frena y termina por dar un nuevo aviso de que siempre está al acecho. Ayer, el tipo de cambio ilegal rozó el récord nominal de los 360 pesos para cerrar apenas por debajo de ese listón.

 

Por más trade electoral que haya, más vale que nadie festeje a cuenta.

 

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