SAN PABLO (Enviado especial) Cerca de las 12.30 del mediodía de este viernes, Alencar Santana, el candidato a diputado federal del Partido de los Trabajadores (PT) de Guarulhos, el segundo municipio más importante del estado de San Pablo y una de las diez ciudades más grandes del país, bebe un sorbo de agua, toma el micrófono inalámbrico y empieza a hablar y conversar con las personas del barrio desde la tarima de un camión de campaña. “Buen día, mis vecinos y vecinas, ¿todo bien?”, grita. Desde los umbrales de las casas y los locales de esta perfilería popular, algunas personas responden y otras siguen con su vida.
El camión arranca, Alencar se aferra a uno de sus costados y con Jose, una de sus asistentes que anima la denominada “caravana de la esperanza” como una host de las fiestas funky de las favelas paulistas, conversan y dialogan con las personas del barrio.
Las campañas en Brasil son muy distintas a las argentinas: no hay grandes concentraciones ni actos, sino un día a día más cercano con el electorado. “Hola, vecino, ¿todo bien?”, le pregunta el candidato a legislador al dueño de un local de comida, que asiente con la cabeza y le responde el saludo. A lo lejos, donde las montañas crecen, las nubes se ponen negras. “Va a llover”, pronostica Alencar.
-¿Qué pasa si llueve?- pregunta Letra P.
-Agarramos los pilotos, nosotros nos bajamos y se queda Alencar hablando con la gente- explica Jonhatan, otro de sus asistentes, que agrega: -Hace 30 días hacemos estos actos y queda poco, no podemos parar ahora. Tenemos que seguir. Tenemos que ganar en primera vuelta.
Si bien la ley electoral establece una serie de límites a las campañas en los días previos a las elecciones, no las prohíbe del todo y los partidos no paran. El PT aprovecha para apretar el acelerador por última vez y asegurarse la victoria electoral este domingo en primera vuelta, sin necesidad de ir a un ballotage con el actual jefe de Estado, Jair Bolsonaro. Este jueves, en el último debate de aspirantes al Palacio del Planalto, Luiz Inácio Lula da Silva salió decidido a cazar a sus rivales con el mismo objetivo.
Cuando una persona responde a los saludos de Alencar con los dedos, él les dice: “Te tengo presente para ganar este domingo en primer turno”. “¡Primer turno!”, grita su militancia.
Desde la recuperación de la democracia, un solo candidato liquidó el pleito en la primera vuelta: fue Fernando Henrique Cardoso, en 1998. Ni siquiera Lula en su mejor momento logró evitar el ballotage. Es un país muy grande, con un electorado de 156 millones de personas, difícil de visitar y convencer. Por ejemplo, el candidato nacional del PT cerrará esta campaña sin haber visitado los estados de Acre, Alagoas, Piauí, Mato Grosso, Rondonia y Roraima.
“Falta poco, pero tenemos que ir casa por casa, persona por persona a buscar los votos”, le dice a Letra P Alencar en los pocos momentos en los que se aleja el micrófono y deja a Jose saludando a los vecinos o presentándolo. “Lula en primer turno para que haya comida en el plato, dinero en el bolso y dignidad en Brasil”, repite el candidato cuando alguien lo escucha. Una madre con dos hijos pequeños aparece por un balcón y le promete su voto. “¿Cómo hace para darle leche a los niños?”, le pregunta. “No puedo”, repite y el líder del PT en esta ciudad dormitorio de San Pablo le promete ayuda y un futuro mejor si este domingo gana Lula “en primer turno”.
Este año, las amenazas que realiza Bolsonaro de desconocer los resultados si no le son favorables en base a un supuesto fraude refuerzan la prioridad del PT de ganar sin ballotage. Fuera de los micrófonos, algunas figuras del partido justifican el deseo: este domingo también se renuevan las bancas del Congreso, donde el poderoso Centrao -una decena de partidos sin una una ideología clara siempre dispuestos a trabajar para el oficialismo de turno- conformará sus bloques, por lo tanto, una cosa sería desconocer los resultados, lo que también afectaría a este sector, y otra cuando el único perdedor sería el PT. Ante este peligro, la primera vuelta no es un deseo, es una necesidad.
El camión sin techo de Alencar recorre uno de los barrios populares de Guarulhos. Desde un taller de autos, tres jóvenes que pulen un chasis forman dos veces una V corta en el aire para dibujar el 22, el número de la candidatura de Bolsonaro. “Si, mi amigos. Con Lula vamos a la victoria”, responde el candidato, que imita el gesto, pero con sentido contrario. "Así los jodemos", le explica a este portal Jose mientras se ríe de la jugada simbólica.
-¿No le tiene miedo a la violencia política?- le pregunta Letra P a Alencar.
-No- responde y cuenta que en esta campaña nunca tuvo problemas, pero que una mujer de su equipo fue amenazada con un revolver por un simpatizante del presidente. Durante los últimos meses, tres seguidores del PT fueron asesinados por hombres vinculados al oficialismo y la violencia previa a los comicios potencia la amenaza golpista de Bolsonaro.
Cerca de las 14, la lluvia se desata en Guarulhos y ni los pilotos amarillos que aparecen de imprevisto y comienzan a circular rápidamente sirven para frenarla. La gente se esconde en los techos de los locales o se mete en sus casas. El agua se lleva el clima de campaña. Alencar se baja del camión y entra en una camioneta. El chofer arranca. En el primer semáforo, un hombre con gorra y una campera de algodón golpea uno de los vidrios y pide calcomanías de la candidatura.
“¿Vieron?”, pregunta Alencar. “Vamos a ganar en primera vuelta, no hay dudas”. Su equipo de campaña ríe. Todo un partido y gran parte de un país espera que no se equivoque.