ROSARIO (Corresponsalía Santa Fe) “Si de algo estoy seguro es que soy de Newell’s y radical”. Esa frase, que suele repetir en tono de broma el ministro de la Corte Suprema de Santa Fe Daniel Erbetta, sirve para dimensionar la defensa indirecta que terminó haciendo, en nombre del debido proceso, a Cristina Fernández de Kirchner, en la causa conocida como Vialidad, en un video que la propia vicepresidenta se encargó de viralizar. No es determinante la referencia futbolística sino la política: alguien ajeno al cristinismo cantó la posta, dirán. En 15 minutos de entrevista disparó una serie de argumentos al mentón de la fiscalía encargada de la acusación y alimentó las sospechas del Frankenstein del lawfare.
Cristina, además de descansar en la probada legitimidad académica y jurídica de Erbetta, también se ampara en el contraste que genera la figura del cortesano: miren lo que dice alguien que no es kirchnerista. Encima juez, con lo que significa para la concepción de la vice. Hay una suerte de silogismo inesperado: un juez radical es garante de Cristina, y, como se supone que ella es el peronismo, un radical termina siendo el garante del peronismo. Contate uno de gallegos.
Claro que el rosarino, ministro de la Corte desde hace 15 años después de toda una vida como abogado penalista, evitó evaluar el expediente Vialidad; más bien se posiciona por encima como una suerte de defensor del Estado de Derecho. No se trata de un juez político en los términos que se conocen a varios magistrados de Comodoro Py, un lugar al que le achaca el barro político-judicial, pero opina en “cuestiones de interés público”. Existe una explicación deontológica en sus apariciones.
Desde siempre, Erbetta suele tener mucho contacto con la prensa. De hecho, no renegó para nada de la repercusión que tuvo su entrevista. En ella, no solo dijo que desaprobaría al “alumno” Diego Luciani por las equivocaciones demostradas, sino que le sugeriría que estudie otra carrera. Más perdigones: habló de “pruebas traídas por la ventana” y que “a alguien le resulta funcional tener a la vicepresidenta sometida durante años”. Redoblante para los soldados de la expresidenta atrincherados en Recoleta. De su boca suena distinto a la de dirigentes, periodistas y hasta juristas vinculados, más o menos, al kirchnerismo que defendieron a la acusada.
Erbetta no puede ser señalado de populista, menos kirchnerista. Ni siquiera parece haber intencionalidad política. Es un reconocido penalista que se destacó en la actividad privada y la docencia como jefe de Cátedra de Derecho Penal I en la Universidad Nacional de Rosario, además de ser decano de la misma y presidente de la Asociación de Profesores de Derecho Penal. De ahí a la Corte sin carrera judicial mediante. Es autor de varios libros jurídicos y participa constantemente en conferencias. Cercano en su línea catedrática a Eugenio Zaffaroni, amigo del juez federal Daniel Rafecas, más distante de Horacio Rosatti y Ricardo Lorenzetti, los ministros santafesinos de la Corte Suprema de la Nación.
En mayo pasado, cuando Rosatti en nombre de la Corte realizó un encuentro federal masivo sobre narcotráfico para respaldar la delicada situación en Rosario, el cortesano evitó la fotografía. Entendió que la puesta en escena tenía algún objetivo solapado. Cuando salía del encuentro escuchó a un movilero de Radio Mitre generalizar al aire sobre el vínculo de los jueces con el narcotráfico y no se contuvo en la corrección: le cantó las cuarenta.
En 2020 fue invitado al Senado de la Nación para exponer sobre reforma del Ministerio Público Fiscal que promovía el oficialismo y puntualmente la vicepresidenta. Defendió la reforma y pidió tomar como modelo el sistema acusatorio penal santafesino, al cual impulsó. También coincidió, al menos en la esencia, de una ampliación federal de la Corte Suprema de la Nación. Algunos especialistas santafesinos se juegan a que ameritaría una candidatura en el máximo tribunal.
El salto
El refinado ministro saltó de la actividad privada y docencia de grado y posgrado a la privilegiada Corte Suprema con unos 55 años y no desentonó. Al contrario, se destaca por no enredarse en el corporativismo de un tribunal algo vetusto y arraigado en el conservadurismo. Esto se observó en varias disidencias, la más reciente fue en la discusión sobre los fueros del senador peronista Armando Traferri que zafó de ser imputado por una presunta participación en el juego ilegal.
Incluso, tuvo algunos episodios internos con su polo opuesto, el ministro Rafael Gutiérrez. Su llegada a la Corte fue a partir de la propuesta del exgobernador peronista Jorge Obeid en 2007, a pocos meses de entregarle el poder al socialista Hermes Binner. Una última mojada de oreja que, se dice, hasta el entonces presidente Néstor Kirchner avaló. Al principio, le dijo que no, en la actividad privada estaba facturando holgadamente pero, sobre el límite, aceptó.
De alguna manera busca posicionarse como guardián de la institucionalidad, algo que no abunda públicamente en Santa Fe. “Los límites hacen a una República, son muy importantes”, sostuvo a Letra P en una entrevista en 2021. Esa frase parece resonar en medio de la discusión por la acusación a la vicepresidenta.