El edificio de la Corte Suprema de Santa Fe se encontraba despoblado e inerte, pero con la carga suficiente para mover los cimientos del cuerpo de supremos. La acordada que se asignó para este martes, después de un fin de semana de cruces entre el presidente de la Corte, Rafael Gutiérrez, y el ministro Daniel Erbetta, despertó interés en la previa al perfilarse como bisagra en el vínculo de la composición.
Toda Corte se sostiene por una tensión tácita de sus miembros, producto de los contrastes de poder. A ese nivel los silencios no incomodan, más bien cuestionan. Pero nadie se espanta de esos cuestionamientos, a lo sumo se soportan o se toman desquites. Esta vez no fue la excepción pero fueron días en que esa elasticidad vital casi se corta.
La acordada trató de acomodar las cosas. Fueron seis horas de reunión, con cuatro ministros presentes en Santa Fe y dos por videollamada, donde se sacudió el habitual ritmo monocorde y se empezaron a saldar las diferencias por los criterios respecto a la flexibilidad de la cuarentena en los tribunales de la provincia.
Mientras en los últimos días el presidente de la Corte se movió pegado al decreto presidencial que garantiza una actividad mínima, el ministro Erbetta sostuvo la reanudación gradual de la actividad. Para colmo, los Colegios de Abogados de la provincia se encolumnaron para presionar por una mayor apertura. Hasta se atrevieron a provocar desde un nervio sensible de los magistrados, al insinuar que están de vacaciones durante la cuarentena.
En rigor, el margen de discrepancias entre los supremos no es tan amplio, incluso la acordada terminó complaciendo a todos al ampliar servicios de justicia, sobre todo en distritos pequeños, pero sin sumar más gente para evitar conglomeración. Y mantuvo el receso judicial extraordinario dispuesto en el marco del DNU del gobierno nacional.
POLOS OPUESTOS. El trasfondo se debe, ni más ni menos, que al avance sobre los umbrales de autoridad entre supremos. Esto fue lo que derivó, días atrás, en un episodio de desautorizaciones, destratos y de la ruptura del blindaje que caracteriza a la Corte.
De este lado, Gutiérrez, presidente de la Corte, el que nunca pierde y siempre prevalece. Peronista y de un sindicalismo encumbrado: primero en la Asociación de Magistrados, luego en la Junta Federal de Cortes y Superiores Tribunales. Del otro, Erbetta, el refinado ministro, de origen radical y amplio conocimiento en materia penal. Académico y pragmático. De un lado, Santa Fe, del otro, Rosario. Sin embargo, no se recuerdan confrontaciones públicas entre ambos en los doce años que comparten la Corte. En el medio, nadie, porque si bien puede haber inclinaciones por parte del resto, ningún ministro se sube a compartir protagonismo en este tipo de conflictos.
El gobernador de Santa Fe, Omar Perotti y el presidente de la Corte, Rafael Gutiérrez
“Estamos discutiendo hasta dónde podemos llegar con la flexibilidad. Hay algunos que creen que puede ser mayor. Yo no voy a arriesgar la salud de nadie”, afirmó Gutiérrez. “Discutimos un mecanismo de retorno gradual. A título personal, esta propuesta debe ser aprobada sin perjuicio de lo que dispongan a nivel nacional porque el servicio de Justicia es esencial”, sostuvo Erbetta.
Horas antes de la acordada de este martes, Gutiérrez explicó: “No es tan contraria la posición, a Erbetta le gusta decir algunas cosas, no el sentido del cuerpo de la Corte. Las discusiones deben ser para adentro. No suma”.
Puntualmente se refirió a una carta que le envió el propio ministro hace pocos días, y que también le llegó a los WhatsApp de los jueces santafesinos, para luego viralizarse como comidilla del mundo judicial. Eso fue lo que invadió el esoterismo que rodea a la Corte, y que Gutiérrez no perdonó.
El ministro de la Corte, Daniel Erbetta
POR LA BORDA. A mitad de la semana pasada, cuando Erbetta quería avanzar en los procedimientos para poder ampliar progresiva y gradualmente el servicio de justicia por medio de una acordada o a través de una videollamada, no encontró eco alguno. En realidad, encontró la muralla Gutiérrez personificado en el secretario de Gobierno de la Corte Suprema, Eduardo Bordas, quien es el articulador y gestor de las políticas de la Corte.
Es conocida la disputa de años entre ambos, que se evidenció en las recriminaciones que le trasmitió por carta a Gutiérrez. Primero por no haberle atendido las llamadas. Detalló: “a las 11.40, 11.41, y 11.46 sin ser atendidas”. Como el secretario no tiene WhatsApp, se contactó con un intermediario y hasta intentó comunicarse por el vetusto SMS. Una vez que logró comunicarse sintió el segundo destrato.
Es que Bordas, aparentemente, le dijo que se estaba trabajando en un proyecto como el que proponía Erbetta y que la Corte lo trataría en días posteriores. Pero horas más tardes, el secretario extendió las guardias mínimas. Si bien una acordada lo autoriza, la decisión parece haberse manejado en pocas voces.
Erbetta se prendió fuego. En el texto relata que “el abogado” Bordas resolvió en nombre de la Corte sin haber sido consultado por más que habían tenido dos comunicaciones previas. Una vez más lo llamó al celular, pero la operadora hizo lo suyo. “Nunca se dignó a devolverlas en una actitud que considero un destrato funcional y personal impropio de un funcionario judicial a un ministro de la Corte”, bramó.
Le habían hecho puente y del otro lado del río, se intuye, estaba Gutiérrez. Con ironía se lo dejó en claro en la carta: “Descarto que tampoco el señor Presidente estaba al tanto de la decisión porque me comuniqué con usted en no menos de dos oportunidades y no me comentó nada al respecto a pesar que las conversaciones giraban en torno a eso”.
En definitiva, la acordada de la Corte Suprema sirvió para balancear los ánimos del cuerpo, después de un episodio que sentará precedente o, podría decirse, jurisprudencia del poder.