“Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”. La frase de Juan Domingo Perón encaja a la perfección en el andar reformista del papa Francisco, que tardó poco más de una semana en hacer realidad su anuncio a la agencia de noticias Reuters de que iba a promover a dos o tres mujeres en el Dicasterio para los Obispos; una incorporación audaz por tratarse de la dependencia vaticana que perfila y selecciona a los prelados varones que estarán al frente de las diócesis del mundo.
Las elegidas de Jorge Bergoglio fueron la laica argentina María Lía Zervino, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC); la monja francesa Yvonne Reungoat, exsuperiora general de las Hijas de María Auxiliadora, la rama de mujeres de los Salesianos de Don Bosco, y la religiosa italiana Raffaella Petrini, la única ya mezclada en el entramado clerical masculino como secretaria general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano. Las tres tendrán la misión de hacer el casting de los futuros prelados y poner bien la lupa para que ningún candidato con tendencias abusivas se calce la mitra episcopal.
“Esto nos permitirá poner en juego las habilidades especiales que ofrecen las mujeres”, dice Zervino, y confía en lo que ese enfoque femenino puede dar: “Vamos a beneficiar a toda la Iglesia”. Con una carta de vida que incluye tanto organizaciones eclesiales como espacios de fomento del diálogo interreligioso y la copresidencia de Religions For Peace, la argentina se cruzará en los pasillos de la Curia romana con al menos dos compatriotas: Silvina Pérez, que dirige desde 2015 la edición semanal en español del diario L’Osservatore Romano y Emilce Cuda, quien con un perfil más político que las anteriores, es secretaria de la estratégica Pontificia Academia para América Latina (PCAL).
Las argentinas no están solas en una estructura vaticana que, hasta la llegada de Bergoglio, era cooptada por varones, en su gran mayoría cardenales y obispos. En la lista de promovidas por el papa llegado del fin del mundo aparecen la religiosa francesa Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo y con derecho a voto en esa instancia deliberativa; la monja española Carmen Ros Norte, subsecretaria del Dicasterio de Religiosos, y la italiana Barbara Jatta, primera laica directora de los Museos Vaticanos.
Las designaciones en la “fábrica de los obispos” tuvieron un alto impacto tanto dentro como fuera de las paredes vaticanas y hay quienes aseguran que subrayan el convencimiento exteriorizado por Bergoglio de que Iglesia tiene nombre de mujer, por lo que en su programa de reformas ellas –más de la mitad en número en el mundo católico- tienen un papel protagónico.
La reciente movida papal es vista como un nuevo paso para darles mayor visibilidad; pero apenas eso, frente al reclamo de plena igualdad de trato y responsabilidades en una institución que es considerada uno de los "últimos bastiones del patriarcado" mundial. Tomando en cuenta, además, que la nueva carta magna del Vaticano, promulgada por Francisco y vigente desde el 5 de junio, contempla que cualquier persona pueda presidir un dicasterio o dependencia vaticana; antes potestad exclusiva de los clérigos.
La Conferencia para la Ordenación de la Mujer (en sus siglas en inglés WOC) valora la apertura de Bergoglio pero advierte que, “sin igualdad de género” y un cambio en la “cultura de clericalismo y sexismo” hegemónica, la idea de una ministra al frente de un dicasterio vaticano parece todavía inviable; más aún cuando Zervino, Reungoat y Petrini deberán seleccionar obispos, un cargo eclesiástico jerárquico que, irónicamente, por su género no están habilitadas a ejercer.
Precisamente, algunas católicas le critican al pontífice argentino que haya congelado la idea del diaconado femenino, alternativa a la que él mismo abrió el juego con la creación de una comisión especial para debatir la cuestión, y a la que evalúan como el camino a seguir para lograr que las mujeres tengan mayores oportunidades en la vida de la Iglesia.
Mucho menos el sacerdocio, totalmente cancelado para ellas, pese a que quienes estudian teología –como el brasileño Leonardo Boff- sostienen que no hay ninguna barrera doctrinal ni dogmática que les impida el acceso a ese ministerio sacramental y ponen como ejemplo lo sucedido en las iglesias evangélicas, en el anglicanismo y en el rabinato, donde las mujeres han sido admitidas tras siglos de exclusiones.