(Enviada especial) Un día y medio fue apenas el tiempo que Alberto Fernández estuvo en Alemania, donde participó de la Cumbre del G7 y se reunió con líderes mundiales sin sacar el ojo de lo que sucedía en Argentina. El Presidente estuvo pendiente de la reacción de la economía a las medidas anunciadas por el Banco Central, se mantuvo cerca de Sergio Massa y evitó cualquier referencia a la interna del Frente de Todos y a Cristina Fernández de Kirchner.
La línea fue acata al pie de la letra por toda la delegación oficial, que concentró sus comentarios exclusivamente en el viaje oficial. “Solo vamos a hablar del G7”, fue la frase que repitió el acorado grupo de funcionarios que acompañó a Fernández en el viaje relámpago a Munich.
Los tiempos apremiaron. En pocas horas, Fernández tuvo intervenciones en los dos plenarios de la Cumbre, mantuvo siete reuniones bilaterales y participó de las dos cenas de honor que ofrecieron el gobierno de Bavaria y el canciller alemán, Olaf Scholz. Este martes a las 8, cuando el avión de Aerolíneas Argentinas trasladó a la delegación oficial tocó suelo argentino, el Presidente lo hizo con la sensación amarga de que la guerra en Ucrania se extenderá por mucho tiempo y, con ellos, las terribles consecuencias para la economía mundial, en general, y la Argentina, en particular.
Sobre ese tema hablaron los funcionarios en el vuelo de regreso a la Argentina. Fernández subió al avión cerca de las 22, una vez finalizada la cena informal de la que participaron todos los jefes de Estado, en el castillo de Elmau. La delegación oficial debió recorrer los 100 kilómetros que separan los Alpes bávaros de Munich por tierra porque las nubes estaban demasiado bajas para el traslado en helicóptero. Una vez en el avión, el Presidente se cambió de ropa y se ubicó en su lugar, en la primera fila. Muy cerca suyo se sentó Massa, con quien conversó hasta entrada la madrugada.
La conversación incluyó un análisis detallado de la intervención argentina en la Cumbre y un intercambio de miradas sobre la guerra y las diferentes posturas que hay entre los líderes mundiales. La delegación nacional coincidió en destacar la importancia de la invitación para el país y el peso de las bilaterales que tuvo Fernández, que entiende que los jefes de Estado de las potencias mundiales lo consideran un buen interlocutor en América Latina. En el Gobierno cuentan que, en 70 días - entre la gira de mayo y la visita a Washington, pautada para el 25 de julio- Fernández habrá tenido bilaterales con líderes de Alemania, Reino Unido, Francia, España y Estado Unidos, entre otros, y habrá participado de la Cumbre de las Américas, el G7 y la reunión de los Brics. En el avión también analizaron las oportunidades de Argentina en la crisis.
Fue la mirada positiva de una Cumbre que dejó más preocupación que buenas noticias. El Presidente le relató a la delegación que los líderes europeos con los que conversó no le ven una pronta salida a la guerra e incluso algunos, como el británico Boris Johnson, entienden que la única opción es fortalecer a Ucrania hasta que, finalmente, venza a Rusia. El francés Emmanuel Macron, por su parte, tiene una mirada más conciliadora y plantea la necesidad de abrir una mesa de negociaciones que termine en una salida “sin humillación” para Rusia. Lo acecha el fantasma del fin de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias.
Fernández tiene una mirada más cercana a la de Macron, con quien tiene muy buena sintonía. Advierte que la paz está lejos y calcula que, aún si la guerra cesara mañana, le costaría al mundo “entre tres y cuatro años” recomponer la economía al estado que tenía antes de la pandemia y del conflicto bélico. Las perspectivas son malas, en cualquier caso. El Presidente celebró que el francés hubiera comenzado a hablar de “el Sur” del mundo - tal como lo viene haciendo Fernández - y que su mirada incluya a Latinoamérica, hasta ahora olvidada por Europa.
Entre reunión y reunión del G7, Fernández estuvo atento a las repercusiones que tuvieron en Argentina las nuevas medidas anunciadas por el Banco Central sobre importaciones. Mantuvo contacto con el ministro de Economía, Martín Guzmán, y con el presidente del Banco Central, Miguel Pesce. Procuró, por la preocupación que le genera la economía, pasar la menor cantidad de horas posibles fuera del país. Por eso el viaje fue relámpago. En diálogo con los medios argentinos enviados a cubrir el viaje, entre los que estuvo Letra P, defendió la decisión y dijo que estaba en estudio desde hacia tiempo, aunque el Gobierno había esperado la primera revisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) para implementarla.
En Alemania, Fernández conversó con la titular del organismo, Kristalina Georgieva, con quien se cruzó primero en Munich, durante la gala de honor a los países invitados especialmente al G7, y luego en el castillo de Elmau. Se llevó la impresión de que sus reclamos sobre los sobrecargos y los derechos especiales de giro tienen chances de avanzar, en línea con lo que viene pidiendo Argentina y con lo que recomendó el G20 en su última reunión, en Roma.
El Presidente también aprovechó el diálogo con la prensa para reafirmar la línea que defiende Guzmán y que fue cuestionada por Cristina. “No se puede vivir eternamente con déficit fiscal”, dijo Fernández. Le fastidió que se leyera que había sido una respuesta a la vicepresidenta. Sostiene que es exactamente lo mismo diciendo hace años. Ahora todo se lee en clave de interna. Tras su regreso a Buenos Aires, Fernández se instaló en Olivos, desde donde monitoreará la situación económica durante todo el martes.