FÚTBOL & POLÍTICA

Boca 2023: la otra presidencia que le quita el sueño al macrismo

La dirigencia que responde a Macri y Angelici sutura viejas heridas al calor de los malos resultados deportivos. La Copa, el termómetro. Desdoblar, una quimera.

El pésimo presente deportivo de Boca no solo nutre a los programas del panelismo televisivo. También nutre las ambiciones de las diez agrupaciones opositoras, que empiezan a diseñar su armado con vistas a las elecciones de 2023. Falta mucho, es cierto, pero en esos ámbitos prevalece un axioma tan dudoso como repetido: “Cada crisis es una oportunidad”.

 

Al igual que en el oficialismo, dentro de la oposición xeneize hay dos líneas bien marcadas: una responde al liderazgo de Daniel Angelici, presidente entre 2011 y 2019, y otra al de Mauricio Macri, quien gobernó el club entre 1995 y 2007. En los dos sectores coinciden en que todavía no hay un nombre definido para una candidatura. No es tiempo de elegir una persona sino de suturar viejas heridas y galvanizar la unidad.

 

“El candidato natural e inmejorable sería Mauricio, pero él todavía no decidió qué hacer”, le confía a Letra P un dirigente del riñón del Tano Angelici, quien en febrero envió su primera señal hacia afuera: se mostró en público en el Buenos Aires Lawn Tennis junto a Carlos Tévez, el ídolo que podría rivalizar con el otro ídolo que ahora conduce el club, Juan Román Riquelme.

 

A pesar de esa foto que muchos fundamentan en la amistad que los une, en las cercanías de Angelici sueltan que él no tiene intenciones de volver: “Quedó agotado, abandonó sus negocios. Va a seguir influyendo, pero no quiere ser la cabeza”.

 

Lo mismo dicen de Macri en el círculo xeneize que frecuenta al expresidente: ahí desmienten los pronósticos sobre el posible regreso al club que lo convirtió en jefe de Gobierno y luego en el primer mandatario del país. Así como desestiman una posible vuelta al sillón de la Bombonera, también confirman que Macri ayuda en el armado para ganarle al oficialismo de Jorge Amor Ameal y Riquelme en 2023.

 

En ese armado asoman nombres. Uno es el de Andrés Ibarra, exministro de Modernización y exgerente general del club. “El candidato tiene que tener un perfil muy serio y demostrar conocimiento y gestión en el ámbito privado y en el club”, aseguran quienes abogan en su favor.

 

Como sucede en la interna de Juntos por el Cambio, la voz de Macri muchas veces queda en un segundo plano. Por cercanía temporal, franja etaria, ascendencia en el "mundo Boca" y un poder omnipresente aún sin los lazos que tenía en la Casa Rosada, el angelicismo impone condiciones.

 

Sin embargo, lo que no se cierra por abajo se cerrará por arriba, como ocurrió en diciembre de 2019. Después de perder su reelección y antes del cierre de las listas xeneizes, Macri y Angelici se reunieron para definir algunos cargos y posiciones en la fórmula que encabezó Christian Gribaudo, un postulante elegido por Angelici y aceptado por Macri que nunca despegó.

 

“Mauricio tiene una debilidad por Boca. Es una suerte de cable a tierra. Quizás lo único lúdico que le queda. El resto es todo terrible”, soltaba durante aquellos días de derrotas una persona que lo conoce muy bien.

 

Leer los tiempos

Un exdirectivo asegura que mostrar celeridad en este momento sería contraproducente y hace una analogía con lo más alto de la política doméstica: “Es como la pelea de Cristina Kirchner con Alberto Fernández en el medio del caos”.

 

El reloj en cuestión no mide días, semanas o meses, sino el desarrollo de Boca en la Copa Libertadores, que hoy lo ubica último en el Grupo E, detrás de Corinthians, Deportivo Cali y Always Ready. Cuando el equipo de Sebastián Battaglia quede eliminado –sea en el grupo, en los octavos o en la final– ahí la alianza del macrismo y el angelicismo pisará el acelerador. Saben que en Boca lo que mueve el amperímetro del humor social es la Copa: esebindicador –que es ingrato pero innegable– puede más que cualquier plan de gestión o balance contable.

 

Boca de urna nacional

Ocurre hace décadas, pero cada cuatro años es más notorio: las elecciones en Boca se nacionalizan y representan un mosaico de las disputas políticas a gran escala. Es parte de la herencia que dejó Macri para siempre: luego de que se fue del club, el binarismo macrismo versus peronismo (o antimacrismo) quedó instalado. Pese a que el gerente general Ricardo Rosica ya inició una reforma estatutaria para desmarcar las elecciones del club de las nacionales, lo que sucedió en estos dos últimos meses fue en sentido contrario. La crítica de Macri en ExpoAgro sobre la gestión de Riquelme –“Nos está arruinando”– fue respondida por Jorge “Patrón” Bermúdez, uno de los integrantes del Consejo de Fútbol que comanda Román desde el predio de Ezeiza, casi en lenguaje parlamentario. “Me sorprende que el mandatario que más endeudó a este país históricamente, que no puede dar lecciones de cómo administrar, salga y hable mal de nuestro club”, indicó el exfutbolista colombiano.

 

Tanto en la Bombonera como en Ezeiza hicieron la misma lectura: aquella semana Macri habló de Boca para no hablar del acuerdo con el FMI en pleno debate en el Congreso. Había que poner a prueba aquello del fútbol como el opio de los pueblos, sobre todo en un tema en el que el expresidente no tiene cómo disimular su responsabilidad.

 

Como sea, el futuro político de Boca estará marcado por estos vaivenes que marca la otra política: la que toma al club como terminal de entrada o de salida. Algo que difícilmente pueda desdoblarse a pesar de lo que marque el calendario.

 

Alberto Nisman.
Martín Llaryora, el gobernador de Córdoba, visitó el predio del Festival de Doma y Folklore de Jesús María. 

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